ENCUENTROS Y DESENCUENTROS DE LAS PAREJAS


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Publicado por
@SILMAB

28/11/2007#N18926

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Como el petróleo, como los mercados, como River, como las hipotecas y la economía global, el amor está en crisis. No hay encuestas que lo demuestren ni censos que lo atestigüen, pero se percibe en ciertas cifras –el aumento incesante de la cantidad de personas que viven solas, en nuestro país y en el mundo– y se adivina también en las charlas de café, en los relatos de los que aman o intentan amar y en la angustia casi eterna de los solos y solas que cuentan sus historias en programas radiales de trasnoche y en la proliferación de empresas dedicadas a ayudar a personas insatisfechas por motivos amorosos (líneas telefónicas de encuentros, nuevas versiones televisivas del clásico Yo me quiero casar, fiestas para solos y solas, servicios de “citas express”). Pero también en la euforia de los “neosolteros”, que hacen de su estado civil un motivo de orgullo y reniegan de aquel viejo postulado según el cual la felicidad, necesariamente, debe conjugarse en plural.
Porque falta, porque sobra, porque se escabulle, porque es demasiado ligero o demasiado pesado, el amor, “la más maravillosa técnica de la felicidad”, en palabras de Freud, es hoy, con demasiada frecuencia, más fuente de insatisfacciones que de contentos. Y esto ocurre, paradójicamente, cuando las relaciones amorosas parecían haberse despojado de las pesadas cadenas que las oprimían en otros tiempos: los tabúes sexuales, la moral tradicional, las viejas identidades de género.


Amores eran los de antes
“En cierto modo somos más libres, pero también estamos más solos”, asegura en su libro Sexo y amor el psicoanalista Emiliano Galende. El sujeto de su afirmación, ese “nosotros”, son los hombres y mujeres de comienzos del siglo XXI, heterosexuales u homosexuales, jóvenes o maduros, casados o solteros que, al haberse liberado, al menos parcialmente, de los mandatos que constreñían a sus padres y abuelos, se han librado también de las certidumbres y la comodidad que esos mandatos ofrecían. “El amor no es más fácil de vivir en la libertad que en la coerción”, asegura la escritora francesa Dominique Simonnet. Por su parte, el filósofo polaco Zygmunt Bauman acuñó la expresión “amores líquidos”, que da título a uno de sus últimos libros, para referirse a esa empecinada tendencia del amor contemporáneo a perder solidez y presencia, a despojarse de compromisos y promesas, a derivar en relaciones livianas, efímeras, inofensivas. Según Bauman, el capitalismo triunfante ha colonizado, con su lógica de costo-beneficio, la totalidad de la vida social, incluido, claro está, el territorio de la intimidad. Desde esta perspectiva, el otro es una mercancía; las relaciones, una transacción y el amor, un mal negocio, ya que encierra, siempre, el riesgo de perder, de depender, de tener que resignar libertad o proyectos a cambio del equívoco beneficio de compartir la vida con alguien. "La moderna razón líquida ve opresión en los compromisos duraderos –señala Bauman–; los vínculos durables despiertan su sospecha de una dependencia paralizante. Esa razón les niega sus derechos a las ataduras y los lazos”.
(......CONTINUARA.....)

Autora: Marina Garber


 

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