Asesinato por compasión (Tercera parte)
Publicado por
@YA_NI_MIRO
(Continuación)
Tenía que concentrarse en deshacerse de Mary. Seguro que podía simularse un pequeño accidente sin demasiados problemas. El lugar ideal tenía que ser la tienda, allí entre todos aquellos trastos. Entre los pesados bustos de mármol, candelabros y morillos podría utilizarse algo para enviar a Mary a su celestial recompensa.
-Querido, tienes que decírselo a tu mujer -insistió Lettice cuando volvieron a encontrarse en su hotel favorito en Lexington. -Tienes que conseguir el divorcio. Tienes que hacerlo. Tienes que hablarle a tu mujer de nosotros.- La voz de Lettice era tan baja y musical que John se sintió hipnotizado.
Pero ¿cómo podía hablarle a Mary de Lettice?
John se sentía incapaz de racionalizar siquiera lo que le atraía de ella.
En vez de la gracia de Mary, Lettice tenía elegancia. No era ni tan bonita ni tan encantadora como Mary, pero a él le parecía irresistible. En su presencia era un ardiente y experimentado amante; en presencia de Mary era un marido complaciente y cuidadoso. Con Lettice la vida siempre se vivía al máximo; nada en los largos años con Mary podía compararse con la maravilla que había descubierto en los pocos encuentros con Lettice. Lettice era tierra, aire, fuego y agua, los cuatro elementos. Mary era... no, era imposible compararlas. En cualquier caso, ¿de qué servían las comparaciones?
Entonces, justo cuando estaba a punto de proponerle a Lettice que fueran al bar, vio a Chet Fleming entrar en el hotel y cruzar el vestíbulo hacia la recepción. ¿Qué hacía Chet Fleming en Lexington? Por otra parte, cualquiera podía estar en cualquier sitio. Aquel era el humillante riesgo al que se enfrentaban los amantes. Podían descubrirlos en cualquier sitio, en cualquier momento. No había lugares seguros. Pero Chet Fleming era la persona que menos ganas tenía de ver, y el que sacaría más provecho de encontrarse a John con otra mujer. Ese cotilla se lo contaría a su mujer y amigos, al tendero, al banquero, a su abogado. Mary acabaría enterándose. Se le rompería el corazón. Se merecía algo mejor que aquello.
(Continuará...)
Tenía que concentrarse en deshacerse de Mary. Seguro que podía simularse un pequeño accidente sin demasiados problemas. El lugar ideal tenía que ser la tienda, allí entre todos aquellos trastos. Entre los pesados bustos de mármol, candelabros y morillos podría utilizarse algo para enviar a Mary a su celestial recompensa.
-Querido, tienes que decírselo a tu mujer -insistió Lettice cuando volvieron a encontrarse en su hotel favorito en Lexington. -Tienes que conseguir el divorcio. Tienes que hacerlo. Tienes que hablarle a tu mujer de nosotros.- La voz de Lettice era tan baja y musical que John se sintió hipnotizado.
Pero ¿cómo podía hablarle a Mary de Lettice?
John se sentía incapaz de racionalizar siquiera lo que le atraía de ella.
En vez de la gracia de Mary, Lettice tenía elegancia. No era ni tan bonita ni tan encantadora como Mary, pero a él le parecía irresistible. En su presencia era un ardiente y experimentado amante; en presencia de Mary era un marido complaciente y cuidadoso. Con Lettice la vida siempre se vivía al máximo; nada en los largos años con Mary podía compararse con la maravilla que había descubierto en los pocos encuentros con Lettice. Lettice era tierra, aire, fuego y agua, los cuatro elementos. Mary era... no, era imposible compararlas. En cualquier caso, ¿de qué servían las comparaciones?
Entonces, justo cuando estaba a punto de proponerle a Lettice que fueran al bar, vio a Chet Fleming entrar en el hotel y cruzar el vestíbulo hacia la recepción. ¿Qué hacía Chet Fleming en Lexington? Por otra parte, cualquiera podía estar en cualquier sitio. Aquel era el humillante riesgo al que se enfrentaban los amantes. Podían descubrirlos en cualquier sitio, en cualquier momento. No había lugares seguros. Pero Chet Fleming era la persona que menos ganas tenía de ver, y el que sacaría más provecho de encontrarse a John con otra mujer. Ese cotilla se lo contaría a su mujer y amigos, al tendero, al banquero, a su abogado. Mary acabaría enterándose. Se le rompería el corazón. Se merecía algo mejor que aquello.
(Continuará...)
Jamás provoques lágrimas en el rostro que te regaló sus mejores sonrisas"
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