Sobre la soledad


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Publicado por
@GABRIELMAX

05/03/2008#N20406

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Sobre la soledad


“El caballo sigue comiendo heno, escucha a su viejo amo y exhala un aliento húmedo y cálido. El cochero Yona, escuchado al fin por un ser viviente, desahoga su corazón contándoselo todo” (Chéjov “La tristeza”, 1885)
Este final del cuento del escritor ruso sirve para ilustrar, dramáticamente, cómo la soledad es una especie de peste en estas épocas modernas, asociadas al desarrollo de las grandes urbes, con el agravante de que nadie parece saber la fórmula para detener una de las mayores causas de sufrimiento de la sociedad occidental.
Las estadísticas hablan por sí solas. En la Asociación española: “Teléfono de la esperanza” reciben más de 300.000 llamadas anuales de quienes no soportan el sufrimiento que la soledad causa. Según datos que ellos facilitan, el 70% de los que llaman son mujeres. Algo en lo que se coincide con Estados Unidos y el resto de países occidentales de nuestro entorno. Y esto no pareciera tener sus razones en que el varón sufre menos la soledad sino, sencillamente, con que lo cuenta menos. Las mujeres parecieran comunicar mas su angustia...
En España, el 35% de la población de entre 25 y 40 años vive sola y el 26% de los norteamericanos se califica de solitarios crónicos En Argentina, la socióloga Susana Torrado, sostiene que en las tres próximas décadas se espera que aumenten notablemente las personas que viven solas (familias unipersonales, sin cónyuges ni progenitor con hijos). De 1 millón 300 mil personas solas que habría en el país en el año 1995 estaríamos en una proyección de casi 3 millones 200 mil “solos” para el 2025.
Merece aquí hacerse una aclaración, por más que hablemos genéricamente de soledad, lo que aquí estamos describiendo es más bien aislamiento o solitariedad. De todos modos distinguiremos esta realidad de orden psicológica y espiritual, de una “soledad auténtica” que luego justificaremos y propondremos.
Hay muchos tipos de soledades: la soledad no elegida, consecuencia de alejamientos, rupturas, muerte...; la soledad como refugio o coraza; la elegida indirectamente, resultado de privilegiar actividades que nos alejan de los seres cercanos. También hay una soledad resentida, y una con fuerte carga ideológica que trae como consecuencia la discriminación del otro: enfermo, pobre, discapacitado, etc. Finalmente está la soledad más radical, que es la de muerte. La soledad desespera, abisma, desgarra, enferma, agria la existencia... En la base de todo esto estaría la incomprensión, el sufrimiento que pueden tener que ver tanto con causas externas como con una personalidad tímida, insegura, carente de autoestima.
De todos modos, parecería claro que lo propio del hombre es la sociabilidad. No nacimos para estar solos. Por esto no hablamos de una soledad ontológica, constitutiva, sino más bien de una soledad existencial, que ayuda a configurar al sujeto en una personalidad singular, para que pueda establecer desde allí buenas relaciones interpersonales. Es que si nos reconocemos solos es porque primero reconocimos que HAY OTROS. Esta “nostalgia de la unidad” ya nos la hace recordar Platón (S IV aJC), cuando describe en su diálogo El banquete esa imagen del “andrógino” (uno de las tres “tipos de ser humano” que integraba, en un único ser, lo masculino y femenino) que necesita buscar en el otro su “mitad” perdida.
Pareciera que se trata de “salir” de la soledad como se pueda, buscando distintas estrategias: llenando la casa con música o voces, buscando sucedáneos de la relación perdida con el otro, como el alcohol, la droga, la sexualidad reducida a genitalidad. Los grupos de encuentro de “solos y solas”, o buscando desesperadamente alguna forma de conversación o simple contacto físico con un otro, cualquiera, incluso ocasional. Sumergiéndonos en la computadora, con sus juegos y especialmente con el “chateo”, eludiendo o distrayendo los momentos del día donde se agudiza la soledad, como las horas de atardecer y la noche, etc. Todas estas estrategias pueden servir, al menos como paliativos, para salir de este aislamiento, pero pretendemos ir más allá.
Nuestra propuesta es la de una “soledad auténtica”, que haga a nuestra realidad existencial. Por eso la soledad no hay que verla como algo negativo.... No nos enseñaron a valorar la soledad como un momento auténtico... Por esto, Ignace Lepp, en La comunicación de la existencias, considera que el antídoto contra la soledad es la comunicación y la capacidad de relación. Afirmará que, "Para salir incluso del aislamiento es necesario hacer contacto, primero con nosotros mismos y después con los demás”

Se intenta escapar de la soledad sin ver que así se está rehuyendo, muchas veces, de la propia realidad que uno es, se escapa de uno mismo, de lo más propio. Sin duda, seguirá diciendo el autor, la soledad es indispensable para salir de la trivialidad cotidiana, para que el hombre pueda captarse como único, como sujeto personal.

También André Comte – Sponville, en los reportajes compilados bajo el título El amor, la soledad, afirma sin dubitar que no puede confundirse la soledad con el aislamiento. Éste es una desgracia, en tanto estar solo es “ser uno mismo”. “El hombre nace solo, vive solo y muere solo” decía Buda, pero esto es muy distinto de estar aislado. Esto lo lleva a decir a Sponville que “Nadie puede vivir por nosotros, ni sufrir o amar por nosotros. Eso es lo que yo llamo la soledad: no es más que un nombre distinto para el esfuerzo de existir” (yo agregaría que existir auténticamente). “Quien no sabe vivir con uno mismo, ¿cómo puede saber vivir con otro? Quien no sabe habitar su propia soledad ¿cómo podría pasar por la de los demás?”

Y cuando hablo de existencia auténtica no puedo ignorara a Heidegger (1889-1976). En su obra cumbre, Ser y Tiempo, distingue dos caminos o disposiciones para el hombre. Uno es el de la impropiedad o inautenticidad y remite a una existencia banal, superficial, que es para Heidegger una especie de fuga ante la muerte. Es lo propio del que vive volcado hacia afuera, de un modo impersonal, en la indeterminación del conjunto y en la repetición irreflexiva de la mayoría: se dice, se habla, se usa, se cree...etc. El otro modo es el de la propiedad o autenticidad y nos lleva a la existencia del hombre que se encuentra a sí mismo, que no se sustrae a la angustia, porque a partir de esta se le revela la “posibilidad de no existir” y con esta revelación de su condición más propia y absoluta, se le abre justamente la posibilidad de ser “sí mismo”.

Es lo que afirma, de un modo más sencillo, Lepp: “Es que sólo en la soledad el yo se capta conscientemente a sí mismo y aprende el sentido verdadero de la existencia” Y agrega: “No habrá existencia auténtica para quien no haya atravesado la angustia, y la angustia existencial nace de la toma de conciencia y experiencia de la soledad”

A la luz de esta propuesta, la soledad se ilumina como un espacio, recorte o paréntesis de la existencia y aparece así como un momento de recapitulación interior, porque sólo quién ha sabido estar sólo podrá valorar el encuentro con otros...

Pero allí aparece otro riesgo, el de esa “soledad aristocrática” que ha sido la tentación de muchos grandes pensadores. Es lo del refrán popular: “Más vale solo que mal acompañado”. Se termina haciendo de la soledad un valor absoluto. Confesará Kierkegaard (1813-1855) que el contentamiento orgulloso de estar sólo termina siendo una especie de maldición. Schopenhauer (1788-1860) verá la soledad como patrimonio de los espíritus superiores, como un signo de su superioridad y propondrá luchar contra el “instinto de sociabilidad”. También Nietzsche (1844-1900), quizás como ninguno, exaltará el valor de la soledad, asociado a “los verídicos”, los hombres verdaderamente superiores que viven en “el desierto” y que Zaratustra representa mejor que ninguno en el camino hacia la realización del “superhombre”.

Podemos cerrar esta síntesis con dos citas nucleares del texto de Lepp: “El hombre ha de saber servirse de la soledad, considerarla como una etapa en el devenir personal, etapa que habrá de conducirlo nuevamente a los otros. No para restaurar las comunicaciones superficiales de antes sino para lograr la comunicación profunda y auténtica de que lo ha hecho capaz la soledad”

“La alternancia entre soledad y comunicación con el otro debe ser el ritmo normal de una existencia auténtica”.

 

Comentarios

@GABRIELMAX

05/03/2008

“No habrá existencia auténtica para quien no haya atravesado la angustia, y la angustia existencial nace de la toma de conciencia y experiencia de la soledad” Me parece un texto notable y deseo compartirlo. Es parte de una tesis de Filosofia.- Universidad de la Plata. Espero se tomen el trabajo de leerlo vale la pena si lo le uno /a mas valio la pena cargarlo. Un beso Gabriel