RELATO SIN TITULO (no se me ocurre ninguno)


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Escrito por
@CLASICOYMODERNO

05/04/2009#N25939

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Todos tenemos derecho a nuestros 15 minutos de fama”.

Esta expresión (más o menos textual) es habitualmente utilizada para ilustrar situaciones que tienen como protagonista a alguno de los que integran(mos) esa inmensa mayoría de gente que podríamos denominar los desconocidos de siempre.
 
Como bien sabemos Andy Warhol fue quizás el mayor exponente del Pop Art durante veintipico de años a partir de los ´60. A él se debe la frase. En realidad la historia que quiero contar, y que recordábamos durante un asado con amigos, no tiene nada que ver con la obra de Mr. Warhol. Tiene que ver con su frase.
 
Concluido el breve homenaje reivindicativo me meto en el relato:
En mi club de toda la vida (G.E.B.A. (Gimnasia y Esgrima de Buenos Aires)) se desarrolla, entre otras disciplinas, un muy competitivo torneo de fútbol, en realidad varios simultáneos divididos en diversas categorías: desde infantiles hasta veteranos. 
 
En estos torneos he visto participar, y jugado, con futbolistas de primera división recién retirados e incluso algunos en actividad. 
 
Serían finales de los ochenta o principio de los noventa que un equipo de habitual presencia en la segunda mitad de la tabla de posiciones se había destapado y venia sorprendiendo a propios y extraños ocupando las primeras posiciones.
 
Siempre simpaticé a la distancia con ese grupete de muchachos que venían jugando juntos desde juveniles y que, por aquella época, habían pasado cómodamente los cuarenta años de edad.
 
Y allí seguían haciendo de las suyas cada fin de semana. Lo curioso (o no) era que “el equipo” ya no se conformaba solamente con los 16 tipos que se ponían los pantalones cortos. El EQUIPO eran ellos, sus mujeres, sus hijos y, claro, los amigos, las mujeres de los amigos y los hijos de los amigos que les hacían el aguante durante aquellos tiempos en que los resultados deportivos les daban la espalda.
 
Entre los que jugaban había uno que se había convertido en mi ídolo. 
Perfil bajo, grandote, de movimientos lentos, pelado natural (imagino ciertas asociaciones que libremente puedan elaborar los lectores), con frondosos bigotones colorados. Toda la pinta de tipo manso. Buenazo (de buenudo no tenía –justamente- ni un pelo). Jugaba de 5 como los de antes (los de muy antes). Aguerrido, corría a todos los rivales. Metía y metía. Solidario como el que más. Su problema era cuando la pelota quedaba en su poder. Un tronco el pelado, un verdadero troncazo. 
Sin embargo nada de eso me importaba demasiado: era el tronco que yo había elegido. Por lo tanto lo bancaba desde el otro lado del alambrado.
 
Como dije más arriba ese equipo (del que no recuerdo el nombre) hizo la mejor campaña de su historia y de tal modo llegó a disputar el último partido de la temporada contra un equipo de los que siempre son favoritos. 
 
La cosa era así: si ganaban o empataban el título era de los otros. Si ganábamos nosotros (permítaseme el atrevimiento) el campeonato sería nuestro…
 
… Partido chivo, qué digo chivo; chivísimo.  Uno a uno, promediando el segundo tiempo.
Ellos más enteros físicamente no llegaban a superar el amor propio de los nuestros liderados por el pelado, sin embargo cada tanto nos daban algún susto.
Faltando poquitos minutos para terminar los noventa (después venia un alargue) se da una jugada por el lado derecho de nuestro ataque: centro al área, cabecea un defensor y la pelota vuelve al mismo sector pero un poco más hacia el centro de la cancha, apenitas saliendo del círculo central.
La pelotita le cae al pelado en posición de 8. El tipo la para como puede pero se le escapa un poco, la quiere recuperar con un rival encima y con un movimiento tosco lo elude sorpresivamente sin sacar la mirada del piso y de la pelota.
“De vez en cuando la vida te besa en la boca” dice Serrat. Y ese día, la vida decidió besar al pelado. Vaya a saber qué llevó al pelado a levantar la cabeza y apuntar como pudo al arco rival. Le pegó de punta, de puntín. La pelota salió tan mañosamente despedida que fue inútil la estirada del arquero. De ése o de cualquier otro arquero que hubiera estado en su lugar.
Gol, golazo del pelado. Del Señor Pelado.
 
Fin del partido. Ganaron los buenos. Abrazos… le caen encima al héroe, se arma una montaña humana y, ma´sí, no aguanté y ahí también me mandé yo a abrazarme con todos esos que eran amigos míos pero que no lo sabían.
 
Final, vuelta olímpica. Final, Festejos. Final, Gritos. Final, botella de champagne para mojar a todo el que anduviera cerca. Final, no lo veo al Sr. Pelado.  Final, ¿dónde carajo se metió? Final, allí lo veo; mejor dicho veo su espalda… se va yendo despacito y en silencio. Ya está lejos del griterío, lleva del hombro a su mujer, lleva de la mano el menor de sus hijos.  Es un hombre feliz.
 
Tuvo sus 15 minutos de fama.   Y bien merecido que los tuvo.

 

Comentarios

@MABE

06/04/2009

Precioso relato, Don Clasico.

Besooos, Mabel

 
@OJOSVERDES

06/04/2009



hermoso!!!!!

(mentira... me hace un resumen?)  
@OJOSVERDES

06/04/2009



ayyyyyyy que nino esta en la fotooooooooooooooo  
@OJOSVERDES

06/04/2009



ahora en serio...

muy lindo relato, y me encanto el final, un tipo feliz, yendose con su mujer del hombro y el hijo de la mano...

geba tambien es mi club de toda la vida...  
@ERADEACUARIO

06/04/2009



Clasiquito, cuando recopila los cuentos escritos y los publica??? ... Lo hace tan lindo....Me  deja ser su socia también en este rubro o me prefiere de mecenas? Beso. Erita