Realidades y ficciones

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@KOPSI

19/09/2009#N28672

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Los humanos solemos elaborar imágenes mentales acerca de los sucesos que ocurren diariamente debido al conocimiento indirecto del ambiente en el que nos desenvolvemos. Los adelantos tecnológicos hicieron que las noticias, por lo general, lleguen con rapidez.

Esto es así desde siempre. Ejemplos abundan. Analicemos que los pueblos de la antigüedad tenían creencias que hoy nos parecen ridículas. Consideremos la concepción eurocéntrica del planeta Tierra, o la quema de ancianas consideradas brujas, o los oráculos que predecían el futuro, etc.

La Humanidad no puede sentirse orgullosa de semejantes tropelías que causaron daños irreparables, tanto en las sociedades como en legados valiosos (caso de la quema de la Biblioteca de Alejandría ordenada por un califa que consideró que era ésa la voluntad de Alá).

Hoy consideramos que todas estas teorías, mensajes, etc., eran fantasías. Pero no debemos olvidar que no es para nada justo juzgar las creencias del ayer con los conocimientos que tenemos hoy.

Pero esto viene a cuento para que pensemos que también elaboramos imágenes irreales sobre personas a quienes atribuimos una personalidad simbólica, creándose así un nexo entre personas que comparten iguales sentimientos acerca de alguien.

Las ficciones y los símbolos son parte fundamental de la comunicación humana. Bajo ciertas condiciones, los pueblos responden del mismo modo y con igual energía a las ficciones y a la realidad. Pero si el comportamiento se basa exclusivamente en emociones, las consecuencias son contradictorias.

Los símbolos se arraigan en un individuo a instancias de otro. Pero no son eternos, porque se elaboran partiendo de la imaginación, haciendo asociaciones.

La ficción no es una mentira, sino una representación. Parte del pensamiento de alguien y encuentra cabida en quienes piensan igual, aunque difieran en la forma de concretarlos. A veces la reacción a la ficción es instantánea, y se la toma como verdad absoluta. Esto es porque llena un vacío que debe ser satisfecho con urgencia.

Nuestro grupo social funciona como un clan biológico y nos interesa que las valoraciones de cada integrante coincidan con la opinión colectiva. Así, compartimos tradiciones familiares, y valores comunes: Dignidad, respetabilidad, forma de educar a los hijos, etc. Cada grupo determina un modo de juzgar las cosas, y lo hace siguiendo patrones que, si no son heredados del pasado, imitan los de otros grupos.

Los medios de comunicación nos informan. Las ideas sugeridas por la palabra modelan nuestras opiniones. Cada individuo puede reaccionar de modo diferente al mismo estímulo en diferentes etapas de su vida. Para que ello ocurra, intervienen el diferente grado de atención que se presta al tema, la pobreza o riqueza del lenguaje empleado, la distracción, el desgaste emocional y las asociaciones de los sentimientos. Y no debemos olvidar que todos maduramos, además. A todo ello se suma la complejidad de los hechos. Entonces nuestra percepción nos lleva a sustituir ideas concretas por ficciones.

Al odiar algo violentamente, le asociamos de inmediato la mayoría de las cosas que tememos o detestamos. Este es un tema puramente emocional. La imaginación juega un papel fundamental porque con ella podemos captar el estímulo y el resultado. Pero cada individuo se maneja intuitivamente. Lo difícil es plasmar esa intuición en una realidad ante la mirada ajena. Para que una situación, lejana o no concite nuestra atención, debemos identificarnos con ella. Pero sin olvidar que lo aceptado hoy no es un valor ajeno al devenir del tiempo.

Y nuestra vida se desenvuelve entre realidades y ficciones. Y vamos desmitificando lo imposible. Que, al fin de cuentas, no lo era tanto.

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