AÑO NUEVO EN EL MUSEO DE CERA


Registrate en Encontrarse y empezá a conocer gente ya

Escrito por
@ROBINA

07/05/2010#N31667

0 Actividad semanal
629 Visitas totales


Registrate en Encontrarse y empezá a conocer gente ya

 

AÑO NUEVO EN EL MUSEO DE CERA           
 
Víspera de las fiestas. Como es de costumbre en mi familia, pensando en qué comida hacer y tratando de no estar tristes por las ausencias.
Esta Nochebuena, la de 1998 estrené mi casa con el titulo de “hogar”. Casi por milagro mamá aceptó pasarlo fuera de su casa, como en otros agrios años en que de la discusión pasábamos a la pelea, y de allí al odio y por supuesto a la venganza cuando dialogábamos acerca de en que casa pasarla
Creo que el motivo de este cambio es la presencia de Marcelo, mi nuevo novio, que actúa como “buffer” o estabilizador consiguiendo que todo se suavice frente a ella.
Fue la primera vez en años en que no estuve demasiado triste, a pesar de que al hablar de papá  que se fue hace dos años, se me llenaron los ojos de lágrimas. Pe
De esta experiencia aprendí que “no debo meterme en las relaciones familiares de otros”, aunque sean buenas las intenciones que me muevan.
Como la madre de Marcelo es vieja y distante con el hijo,(solo se hablan para recriminarse cosas) , o se pasan una semana sin hablar aún habiendo olvidado el motivo, y  porque soy metida, y porque me creo que todas las familias se tienen que querer, y porque pensé que este muchacho que me festeaja, en el futuro podría recordar una fiesta en la que no se fue a dormir a las 10 sin saludar, por todo eso, se me ocurrió proponerle ir a su casa enVicente Lopez en Año Nuevo 99.
Me pasaría a buscar un remise por Palermo donde vivo, a las 22 para estar a la mesa a las 10.20 ni más ni menos, a estricto horario militar Para colaborar y quedar bien hice un pionono de roquefort queso blanco y nueces, bien decorado y seguro que rico.
Llegué a la casa que no conocía: un chalet de dos pisos en una calle residencial de Vicente Lopez. De afuera parecía bien conservado, con persianas americanas que luego comprobé que permanecían siempre cerradas.
Entré y en la nebulosa de mi astigmatismo vi a seis personas sentadas bien derechas en sillones de respaldo alto, que no supe de qué color eran porque estaban tapados con fundas para protegerlos pasa siempre.
La luz , mortecina, venía de sendas arañas de candelabros, la mitad apagados y la mitad de 40 watts. En las paredes, había óleos originales y feos: un retrato de una niña de principios de siglo con trencitas y carita de inocente y la infaltable marina, con marco que alguna vez fue color bronce.
La mesa era larguísima y ovalada, como la de Mirta Legrand, cubierta con un mantel de hilo y un hule transparente para que no se manchara.
En la ante-cocina estaba la comida fría, una especie de autoservice, que para mis hábitos era dietética y sin gracia.
Parecía que a esa familia no le interesaba comer salvo como una necesidad fisiológica, y eso iba contra mis principios y los de mi familia.
Había empanadas de carne, una fuente con jamón y queso, palmitos, y pollo (soso) con ensalada de papas.
Eso era todo. La entrada y la salida. Postre no había.(Justo lo que más me gusta)
Yo tenía hambre, pero si me paraba mas de una vez para servirme me miraban feo. Entonces, optaba por contenerme.
 
Los personajes eran : La reina madre, grandota de rodete blanco y vestido azul marino con cuellito de puntilla, de ochenta años , sentada a la cabecera.
Los tíos viejos, hermanos de ella. Uno de ellos era un solterón desahuciado de amor que me daba tristeza. Una tía viuda que me avergonzaba porque era quien limpiaría el departamento vacío del tío loco que Marcelo pensaba usar conmigo como lugar de esparcimiento sexual, regalo al que me negué porque me parecia incorrecto. Un tío comisario, bien facho y despectivo, junto a su esposa chusma y habladora. El otro hermano, el “ loco” dueño del departamento vacìo, estaba internado en un geriátrico por demencia senil y no estaba presente porque nadie lo había ido a buscar al pobrecito. Todos querían evitar el tema pero la pregunta saltó y el comisario hablaba de él justificándose y explicando que “y,tiene sus días, este muchacho” Yo no podía creer que estuviera hablando un hermano.
Los otros muñecos del museo éramos Marcelo y yo. El primero, con su cara de esfínter anal habitual, desconforme con la vida. Esta vez estaba enojado a causa de mi vestido rojo. Era muy lindo, corto y de gasa. Al subir al remise cuando me fue a buscar, me preguntò si lo estaba “cargando” por habérmelo puesto esa noche. Luego me amenazó con que la próxima vez que me lo viera puesto lo iba a quemar con un cigarrillo porque era de puta. Se sentó y no habló durante el viaje ni en la cena con nadie en señal de protesta.
Comí sin hablar de nada personal porque aborrecía que empezaran con temas médicos, pero la vieja no pudo con su genio y para darse “dique” con su supuesta futura nuera médica me preguntó si me pagaban por hora o por paciente. “Por hora”, contesté; “¿Qué les importaba?”, pensé.
Para colmo en esa casa la música estaba vedada. No había equipo de música ni radio alguna. Sólo el sonido de los cubiertos alternado por algún comentario familiar. A las 23.45, con ganas de hacer algo, pregunté si podía poner las copas. Me dieron mil recomendaciones por si rompia alguna, ya que tenían cincuenta años de vida y eran una reliquia intocable.
A las 12.00 por suerte pasó una ambulancia con la sirena a todo lo que daba. Sirvieron el champagne rapidito. Los seis levantaron la copa diciendo “felicidades”
No hubo besos. Ni de la madre con el hijo. Ni del hijo con la novia.
A los 15 minutos de pasada la medianoche, nos fuimos.
 

 

Comentarios

Aún no hay comentarios. Iniciá una conversación acerca de este tema.