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Escrito por
@MIRY_SOL

29/12/2012#N42567

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Confesiones

Entró al  bar. Miró hacia todos lados, buscando la mesa donde estarían esperándolo.

“Aquel es”, pensó. Se acercó lentamente, con un poco de timidez y dijo:

—Usted es Luis ¿verdad?

El hombre levantó la vista del diario que sostenía entre las manos y contestó:

—Así es... ¿y usted? —preguntó—, porque su llamada telefónica fue tan sorpresiva que no recuerdo su nombre.

—Me llamo Adrián, ¿puedo sentarme?

—Sí, sí, por favor, pongase cómodo.

—Pasa que nos cruzamos en circunstancias muy especiales, y no creo que usted me haya registrado. De un encuentro en el cafecito, aquel medio escondido de la calle Potosí.

Luis abrió los ojos sorprendido.

—No crea que los espiaba... se dieron ciertas casualidades que en un principio, las tomé como ocasionales y más tarde me intrigaron un poco.

Luis dobló prolijamente el diario y lo colocó sobre la silla vacía, cruzó los brazos sobre la mesa y miró a Adrián inquisidoramente, esperando saber el motivo del encuentro.

—Usted me parece un buen tipo... —continuó Adrián—, mi madre también lo era. Me crié en un hogar en donde faltaba comunicación, mi viejo venía de una familia con esas características, en cambio mi vieja vociferaba, y usted sabe, siempre se dice que el que grita es loco y el silencioso es bueno. Pero estos silencios de mi padre se agravaban porque había empezado a tomar más de lo habitual. Por momentos teníamos miedo por las violencias verbales de ella, cuando lo veía calzado en una borrachera increíble.

Cuando usted conoció a mamá, ya esto venía ocurriendo hacía mucho, y a veces intuyo que sus problemas de salud tenían su origen en estos disgustos y otros más que no vienen al caso, pero que hacen a la historia de mi madre. Todo esto trajo aparejado falta de  proyectos juntos, aburrimiento... bah! desgaste al final.. Pero se mantenía la pareja porque siempre quedaba la “esperanza”, y ahí quedó “esperando”. Mi vieja era muy linda, pero fue marchitándose lentamente por falta de galantería en una palabra, porque ya no había más demostraciones afectivas y usted sabe que eso es vital para seguir viviendo armónicamente. A él lo  destruyeron los fracasos económicos, que vinieron aparejados con su tozudez y soberbia. No aceptaba cualquier trabajo si no consideraba que estaba a su altura. Ella lo cuidaba mucho, ¿sabe?, en su enfermedad, en lo económico. Pero era cómo si nadie hablara.

Luis escuchaba con mucha atención.  

—Perdón —le estoy dando mucha lata ¿verdad? Bueno, en realidad yo tenía ganas, para decirle que fue muy importante en la vida de mi madre, y quería agradecerle. Cuando ella no me veía, yo la  miraba con  una mezcla de emoción y rabia, por verla tan joven y con su vida desperdiciada. Una  noche llegó muy tarde. Yo estaba frente al televisor, pero igual la miré y sus ojos  tenían un brillo muy especial, una sonrisa muy pocas veces vista por mí. Me intrigó el cambio, así que un día decidí seguirla.

Afuera comenzaba a lloviznar, ambos miraron por la ventana y Luis para desviar el tema alcanzó a decir:

—...¡que día triste ¿no? En general las lloviznas y días grises me ponen nostálgico.

—Sí... es cierto y para mí hoy más. A usted se lo puedo decir —continuo Adrian—, porque el resto de la gente no entendería que un hijo comprenda esta situación.

Luis doblaba varias veces una servilleta de papel, como quien domina el arte del “origami”. Adrián jugaba con la cucharita del café y la mirada perdida en el pocillo.

De pronto depositó la  cuchara sobre el plato, y con los ojos nublados dijo:

—¿Sabe?, aunque yo lo comprendiera también al viejo, no podía dejar de sentirme contento de que ella haya vuelto a vivir.

Adrián revolvió un poco más el café.

—No dejo de sentir pena. Vaya a saber por cuánto tiempo mi viejo va estar preso. Le juro...,  no me di cuenta de que él también podría sentir inquietud al ver los cambios en mi madre y seguirla. Después de lo que pasó, no quería que nadie lo visitara en la cárcel. Recién hace pocos días pidió vernos a mi hermana y a mí.

Apareció el mozo interrumpiendo la conversación y ofreciendo un nuevo cafecito.

Aceptaron. Lo bebieron en silencio.

Afuera llovía copiosamente, y se veían caer las hojas secas de los árboles.  Adrián se levantó de la silla,  comenzó a  ponerse el piloto y mirando a Luis a los ojos dijo:

—Mi madre se tragaba las lágrimas. Sin embargo veo que usted se permite llorar por su muerte. No quiero ser indiscreto, pero necesito saber... ¿la amó mucho?

Sólo hubo un silencio cargado de tristeza.  No hacia falta la respuesta.

—Fue un gusto haberlo conocido.

 

 

 

Comentarios

@MARCELO65

03/01/2013



 Muy bien!!! Hay que seguir escribiendo para encontrar el punto justo pero muy bien...Me gusto :)  
@JAQUELINA

29/01/2013



 Me gustó mucho. felicitaciones  
@ANSOGUAT

30/01/2013



Si no creyera que estas cosas pasan te diría, que buena fábula, pero no,  es una verdadera descripción de casos reales , y muy dolorosos

Te felicito, muy sentido  

ARG

ARG

MUJER de 53 en Villa Pueyrredon

Optimista, divertida, independiente. Me importan los afectos y las relaciones si

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SOY UNA PERSONA HONESTA, TRABAJADORA, AL QUE LE GUSTAN LOS DEPORTES, LOS JUEGOS

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