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Escrito por
@EMILEO

07/03/2013#N42925

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- “Dale, viejo, acepta la propuesta que te hacemos. Tenes que reconocer que es sensata”.-

 

- “¿No quedó establecido desde hace rato que yo no soy sensato? Se cansaron de decirme que soy un viejo loco. ¿Ahora me quieren dorar la píldora?  Ustedes me tratan así porque piensan que la vida se vive mejor en la ciudad, llena de smog, atiborrada de gente, saturada de tránsito, con ruidos, con todo el mundo corriendo y nervioso y tomando más pastillas que caramelos. Creen que los barrios del Gran Buenos Aires no son muy limpios ni seguros, que lo importante es tener el médico a mano y, sobre todo, que yo a mi edad ya tengo que jubilarme de la vida y quedarme quietito para prolongarla todo lo que pueda. Eso si, el que no es sensato soy yo”.-

 

- “Dale, no vengas con tus discursos que hace rato te bajaste de las tribunas. Y si, en parte es algo de eso. Queremos que estés cerca, podemos ponerte a alguien que te limpie la casa, te cocine y vos te dedicas a lo que quieras. Allá tendrías una mejor atención médica seguro y estarías más cerca de tus nietos”, le contestó Aníbal, el menor de sus hijos.-

 

- “Si, tiene razón Aníbal, papá. Ahora que murió la vieja, te volves a tu casa, y podes disfrutar de una vida mejor”, agregó Pedro.-

 

- “Primero, mi casa está en Alberti y mis nietos son bastante grandecitos para subirse a la combi en la esquina de la casa y yo los espero en la parada, como hemos hecho tantas veces y si no, como es habitual en los últimos años, yo voy a verlos, ya qu8e aquí nadie viene. Pero, te aclaro, la casa de Colegiales, para mi, fue y es la casa de Irene. Se la dejé al separarnos y además, la mayor parte fue comprada por ella”, contestó Vicente.-

 

- “Si, pero ahora ya no está. Vos te venís a vivir ahí, alquilas Alberti y con eso y la jubilación, podes dejar de trabajar. ¿Te crees que sos eterno? Ya pasaste los sesenta. ¿No es hora que te dediques a descansar y la pases bien?”.-

 

- “Pero si yo la paso bárbaro hasta que ustedes se deciden a venir a romperme las pelotas. Si quieren ayudarme, hagan al revés. Alquilen Colegiales que seguro da el doble que Alberti y, con eso, yo soy un bacán”.-

 

- No hay caso, no entendés. Encima te compraste ese lote en el Delta y los fines de semana, trabajas al sol arreglando ese rancho que ni se para que lo querés. ¿Quién sos ¿Súperman? ¿Cuando te hiciste el último chequeo médico?”.-

 

- “Hace seis meses, se los conté. Parece que no me dan mucha bola. Todos los análisis dieron bárbaro. ¿Les cuesta mucho entender que me siento bien? ¿No logran aceptar que mi vida esta tranqui y que me gusta así?”.-

 

- “Vivís en un barrio sin cloacas, con zanjas en la vereda donde todos tiran el desagüe de las cocinas, en una casa a medio terminar, lejos de todo Sanatorio importante. En un lugar donde convivis incluso con cartoneros, plagado de mosquitos, lauchas, cucarachas y vaya a saber uno que más, pero estás bárbaro. Mira, Daniel y yo no pensamos lo mismo y nos preocupa. Más ahora con el ranchito en el Tigre. Ni lancha tenes. Si te pasa algo, ¿cómo vas a que te atiendan? ¿remando en bote?”.-

 

- “A ustedes les gusta la ciudad, yo la odio. Les gusta tanto que suponen que en ella no hay tantas ratas, cucarachas o mosquitos como acá. Prefiero el barrio, escuchar los pájaros a la mañana, tener verde para mirar. Criar mis gallinas, conversar con los vecinos. Ir a trabajar, que además es bueno aclarar que casi no hago nada, los que trabajan son los pibes. Me encanta ir al Tigre, remar, nadar en el río, pescar. Juntarme con Juan y Roberto a tomar mate y comernos un asado. Y tene mas respeto por mi casa que está limpia y no tiene bichos, las gallinas se los comen

 

¿Que les dio ahora de preocuparse de golpe por mi salud? Cuando me separé y me fui a Alberti sin un mango y levanté la casa a fuerza de pulmón no los vi preocupados. Yo sé que no les gusta el lugar. Vienen para mis cumpleaños y punto y en los últimos años, los festejé en la casa de alguno de ustedes para no soportar sus comentarios. Y está bien, no les pido que les guste. Se criaron con su madre y tienen costumbres distintas. Sólo les pido que respeten las mías”.-

 

            Pero la familia siempre había visto con desconfianza que Vicente viva tan alejado del centro. Las hermanas ya lo daban por “incurable” y los dos hijos, (uno psicólogo y otro ingeniero) vivían con sus familias, Pedro en Caballito, con Laura y sus dos hijos y Aníbal en Barrio Norte, con Susana y su hija. A ninguno de los dos y menos a sus esposas le gustaba la casita en uno de los barrios del segundo cordón del Gran Buenos Aires, donde la cumbia, y el cuarteto se juntaba con chalets a medio construir, casitas humildes y algún que otro cartonero.

 

- “Si algo te pasa, no se a donde te van a atender. Ya veo que tenemos que salir todos corriendo”, le decían.-

 

- “Allá, sólo, no tenés a nadie que te de una mano ante una emergencia”, le advertían.-

 

- “Venite a la casa de alguno de nosotros”, le pedían sus hijos. “De paso te vas a la milonga y por ahí enganchas alguna vieja”.-

 

            Pero era inamovible en su decisión. Visitaba cada quince días o cada mes a sus hijos y, sobre todo, a sus nietos, pero no había ni siquiera una remota posibilidad que vuelva a “la civilización”. Siguió con esa vida y cada año que pasaba, aumentaba la desazón y el temor de la familia, pero él parecía no registrar la edad. Ya fuera en su casa o en el Delta, hacía la huerta, hachaba árboles para leña, cocinaba, limpiaba, hacía los arreglos de la casa.

 

Sólo una vez, que cayeron al Tigre de sorpresa, descubrieron que tenía una piba para las tareas de la casa. Durante toda la visita, la joven morochita, de rasgos aindiados, silenciosa y retraída, siguió trabajando, con un pibe de unos cinco años, inseparable de su pollera. No tenía más de venticinco años.

 

- “Que mentiroso que resultaste!!! Nos tenías convencidos que te hacías todas las cosas de la casa solo. Te hacías el Tarzán con nosotros y rechazabas tener ayuda y ahora nos enteramos que tenes sirvienta”.-

 

- “Ya se iba. Viene solo una vez a la semana y fundamentalmente a planchar. Saben que es la única tarea de la casa que odio.-

 

            Una noche, uno de los amigos los llamó a la madrugada, para avisarles que lo habían tenido que internar a Vicente en el Hospital de Tigre, por un infarto. Hora y media después, los dos hijos, acompañados de sus esposas, estaban sentados esperando noticias, junto a los amigos del padre.

 

- “El paciente salió de la zona de riesgo. Le colocamos un stend y necesita quedarse dos días en observación. Después le damos el alta y necesita descanso riguroso al menos quince días más. Lo salvó el que haya venido en seguida y por que tiene un corazón de hierro”, comentó el médico.-

 

- “¿Lo trajeron ustedes?”, preguntaron los hijos a Juan y Roberto.

 

- “No, seguro fue la Laura”.-

 

- “¿Quien es la Laura?, ¿la negrita que va a limpiarle la casa?”.-

 

- “¿A limpiarle la casa? Buenos, si, se puede decir que si”, contesto Juan. Pero te aconsejo no llamarla “negrita” delante de tu viejo.-

 

- “¡¡Bueno, esta ves si, se acabó!! Se viene a casa conmigo así lo cuidamos!, dijo tajante el hijo mayor.-

 

- “¿Y Laura?”, preguntó Roberto.-

 

- “Laura, ¿que problemas hay con Laura? Que estas semanas no limpie, y listo. Decile que igual le pagamos las horas que tenía que ir“.-

 

- “¿Pagarle las horas?”, “No se que te habrá dicho tu viejo, pero Laura es algo parecido a su compañera hace más de cuatro años. Estaba en una casilla en los fondos de la casa del Delta, cuando la compramos, viviendo miserablemente con su bebé. Tu viejo le arregló la casa y le dijo que se quede, después le dio el trabajo que limpie para que gane unos pesos y a menos de un año estaba instalada con él. Nos compró la parte de cada uno de nosotros y ahora es su casa y Laura su mujer, su pareja, su compañera o como quieras llamarle. Vive con él acá y algunas veces, muy pocas, lo acompaña a Alberti”.-

 

-“¿La piba que vimos en el Tigre?” “Si no tiene más de 25 años”.-

 

- “Veinticuatro para ser exactos”. “Vino escapando de Misiones, de una historia bastante turbia, sin un mango y con un pibe en la panza. Tu viejo le está enseñando a leer y escribir y el hijo de ella, Federico, empieza este año el Colegio, ni bien pueda arreglarle los papeles”. “A tu viejo no lo llevas a la Capital ni con un remolque”.-

 

            La desazón, el asombro, la incredulidad se pintó en el rostro de los dos hijos y sus mujeres. Fue Susana, la mujer de Aníbal, la que resumió el abismo que los separaba de Vicente:

 

- “Y ahora a esa Laura ¿en calidad de qué la vamos a tratar? ¿El pibito va a ser nuestro hermanastro?, preguntó con un gesto muy parecido al asco o al espanto.-

 

 

Comentarios

@MABE

07/03/2013



 Que triste, Jor... 

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