No somos jóvenes, no somos niños, pero en cada encuentro con un "solo" o una "sola" tal vez, nos sintamos con la misma ingenuidad que cuando esperabamos que alguien se fijara en nosotros, nos diera o se dejara dar el primer beso, o al menos su teléfono. No está mal, es un viaje a la frescura de esos años, tal vez después de mucha vida vivida y algunos sinsabores