COSAS QUE PASABAN (Y AHORA TAMBIEN.....)


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Publicado por
@CECILYA

07/12/2014#N50166

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EL SARGENTO LOPEZ 

 

El sargento Lopez (se contaba sobre 1980)
Buenos Aires, Septiembre de 1977
Barrio de Almagro, 10 de la mañana.
Un rastrojero repleto de cajones de verduras se detiene justo al lado de un cartel de prohibido estacionar.
En la vereda de enfrente se encuentra un hombre de cincuenta y tantos, sin afeitarse ni peinarse, con un piloto ajado, zapatos gastados, mala presencia. Mira como el conductor del rastrojero empieza a descargar cajones de verduras y dice: - ¡Qué país de mierda! Acá nadie respeta las leyes.
Por atrás de este personaje pasa caminado otra persona, calva, mediana edad, vestido en forma impecable, el sargento Lopez.
Lopez, al escuchar la frase se detiene en seco –posible subversivo- piensa y se queda queda escuchando.
En ese momento un policía le empieza hacer la “boleta” a del rastrojero por el mal estacionamiento, nuestro personaje dice: -¡Qué país de mierda! Acá no te dejan trabajar-
El interés de Lopez crece exponencialmente, está casi convencido de tener a un subversivo adelante.
Segundos después el vigilante está rompiendo la boleta y se guarda unos billetes en el bolsillo. -¡Qué país de mierda! Son todos una manga de corruptos– dice el “subversivo”.
Se le disipan las dudas a Lopez, se identifica y lo lleva detenido a la comisaría.
Al llegar lo tiran en una celda y los ablandan “a voluntad”, después se olvidan de él.
Más tarde, en el cambio de guardia, alguien lo ve, pregunta y le dicen que lo trajo Lopez.
Deliberan un rato si mandarlo a algún pozo, pero como “no pasaba nada” y se aburrían, deciden darle en alta, blanquearlo. 
El fulano estaba destrozado, sangraba por una oreja, la cara inflamada, le costaba abrir los ojos, a los demás golpes los escondía la ropa, pero caminaba con mucha dificultad y no podía levantar el brazo derecho.
Suboficial escribiente: -¿Nombre y apellido?- preguntó –Alberto Bortellin- Respondió
-¿Documento de identidad?- siguió y el detenido de dio un número
-¿Profesión…?- preguntó el cana -militar- respondió
El suboficial se puso pálido y con una torpe sonrisa preguntó -¿Personal civil de las fuerzas armadas, tal vez?- la respuesta sonó como una bomba –militar de profesión-
Es escribiente comprendió que eso lo excedía, murmuró algo incomprensible y salió de la habitación en busca del Principal.
Al ponerlo al tanto de lo que pasaba, el Principal le dijo que él seguía y se fue hacia la sala puteando a Lopez, y al suboficial escribiente.
-Hola- Le dice más o menos seco –voy a seguir yo con el interrogatorio, ¿Es Ud. suboficial?- -militar de carrera- fue la respuesta cortante.
Sin decir palabra se levanta y sale, va a la oficina del subcomisario cuyo rostro va tornando un color morado intenso a medida que se entera que es lo que tienen en la comisaría.
A los gritos ordena que lo quiere a Lopez en el edificio en diez minutos, y se va para la sala de interrogatorios…
-Ud. comprenderá que ante la agresión subversiva que sufrimos, a veces algún oficial nuestro se excede en su accionar. Pero en el sacrificio que debemos hacer para el bien de la patria y vencer a la subversión apátrida- dice sin respirar el subcomisario.
El otro lo mira y le dice –Si, entiendo ¿ya me puedo ir?- -Si claro, solo una preguntita ¿Es un oficial intermedio? Pregunta sin querer escuchar la respuesta –Oficial superior del ejército argentino- es toda la respuesta.
Sin escuchar más el subcomisario sale corriendo de la oficina a ver al comisario mientras grita -¡A ver un cafecito para el caballero!-
No pasan cinco minutos y entra le comisario, absolutamente pálido y desencajado. Le da la mano, a la que responde con la izquierda, el brazo derecho no podía ni moverlo.
-¡Pero un médico para el señor! ¡Qué clase animales va a creer que somos! ¿Está bueno el cafecito?- ordena y pregunta con angustia -Si todo bien ¿me puedo ir ya?- responde.
-Solo quisiera saber una cosa más, si no le ofende claro, ¿Ud. es coronel, teniente coronel…?- La repuesta no tarda –general de brigada- Se escucha toda la comisaria cuadrarse. Saben que están a segundos ser condenados a rastrear subversivos en el fondo del Río de la Plata.
-Mi general ¡No sabe lo que me entristece este terrible incidente! ¡Cómo quisiera resarcirlo de este agravio!- el general lo mira, apenas puede, y responde –Está bien, solo me quiero ir-
-Pero General, por lo menos déjeme mostrarle las nuevas instalaciones. Los patrulleros, el sistema de comunicaciones, todo nuestro esfuerzo para luchar contra la subversión- Y tanto insistió el comisario que el general terminó aceptado de bastante mala gana y con una condición –Mire, lo que quiero ver es la celda en la que estuve yo- volvió a empalidecer el comisario –pero general, una celda sucia, con piso de tierra, llena de humedad, con ratas ¡Ud. no merece ver eso!- argumentaba –Pero yo la quiero ver- -Si, mi general- fue la respuesta.
Cuando llegan a la celda en ella esta, quien sino, Lopez. Estaba tirado en el piso en una posición absurda. Le faltaban dientes, un ojo totalmente cerrado, el mentón era una papa, sangraba por cada orificio del cuerpo. Era difícil reconocerlo.
-Abra la puerta- ordenó el general –pero general ese es el hombre culpable de lo que le pasó, pero no se preocupe no va volver a equivocarse- 
-¡Le dije que abra!- -Si, mi general-
Una vez adentro se aproxima a Lopez, al que el pánico le transformó lo que le quedaba de cara. El único ojo abierto se dilató desconmensuradamente, como si el globo ocular quisiera escapar de su órbita. La boca intentó abrirse también, pero solo logró hacer una mueca sanguinolenta. 
El general, muy trabajosamente, logró acercar su boca al oído de Lopez, y tratando de esbozar una media sonrisa y en un tono muy bajo, íntimamente, le dijo -¿Viste Lopez? ¡Qué país de mierda!..

 

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