Vivian Maier, el eslabón perdido de la fotografía callejera


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@JONES

01/02/2016#N57854

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Su vida y obra abren preguntas. Sin querer, el hallazgo del sorprendente trabajo de Vivian Maier, la niñera que en los años 50 se dedicó a tomar imágenes en su tiempo libre y que  hoy son conocidas como el tesoro mejor guardado de la fotografía estadounidense, plantea interrogantes. Preguntas sobre la práctica artística y cómo ésta se sobrelleva una vez que se ha alcanzado el éxito en vida. ¿Por qué Maier decidió no mostrarle a nadie sus imágenes a pesar del evidente talento que  tenía? ¿Es necesaria la evaluación de la crítica para convertirse en una gran artista? ¿Cuántos genios fotográficos, como Maier, se perdieron en el anonimato? ¿Hasta dónde llegará su valoración artística y cómo esto afectará el mercado del arte?



Al parecer Maier no necesitaba ver sus fotos impresas para satisfacer sus obsesiones con la cámara. Al igual que un músico al que sólo le basta leer las partituras para escuchar las melodías que compone, esta niñera se resignó a conservar sus más de 100 mil negativos en cajas, sin nunca exhibirlos, y la mayoría, sin siquiera ampliarlos. El final de su vida fue aún más anónimo. Las investigaciones dicen que murió en 2009, a causa de una caída en la nieve. Tenía 83 años, había perdido la razón y pasaba las tardes sentada en una banca en el parque maldiciendo en francés. Nunca supo que dos años antes, en 2007, las cajas con su archivo de fotos salieron a remate por no pagar el arriendo de los depósitos donde las guardaba. Un joven fotógrafo e investigador, John Maloof, adquirió el material pagando cerca de US$ 400. Hoy cada foto impresa puede superar los US$ 2 mil en el mercado. 



Claro que a Maloof le tomó justo dos años hallar la identidad de la niñera, y un poco menos en darse cuenta del tesoro que tenía entre manos, para ahora ser el gran guardián de la obra de Maier. 



Ha editado tres libros, dirigió un documental con la historia y produjo una gran exposición que se despliega ahora en Chile, con patrocinio del Instituto Francés y la Embajada de Francia, por partida doble: en el Centro Cultural Las Condes y en Espacio ArteAbierto de Fundación Itaú, hasta el 13 de diciembre. 



Que esta muestra llegue al país es excepcional: pocas veces el público del país tiene la oportunidad de ver dos exposiciones al mismo tiempo y que se realizan en otros lugares del mundo. Desde 2012, la obra de Maier ha itinerado por Estados Unidos, Dinamarca, Francia, Alemania, Inglaterra y España.



El resultado de toda esta difusión emprendida por Maloof se ha traducido en una amplia valoración de la obra de Maier, partiendo por la curadora de la muestra, Anne Morin. “Fue una fotógrafa pionera. Anunció sin saberlo los grandes preceptos de la street photography que representarían, más tarde, fotógrafos como Garry Winogrand, Diane Arbus, Helen Lewitt. Sus películas super 8, y su trabajo en color, son realmente modernos”, dice.



En la exposición, producida localmente por Luis Weinstein y Verónica Besnier, llama la atención la mirada lúcida, conmovedora y el humor que utiliza Maier para retratar a sus personajes. 



Si bien su obra está cruzada por la casualidad que da el azar de la calle, Maier hace un registro equilibrado de la fauna urbana. Fotografió a ricos y pobres, negros y blancos, gente vestida de fiesta y otros borrachos detenidos por la policía. Hoy su obra es valorada por expertos de todas las latitudes. Joel Meyerowitz, co-autor de Bystander: A History of Street Photography, dice que sus imágenes “están llenas de ingenio, sorpresa y espíritu lúdico... Su decencia humana es evidente en todas partes en sus fotografías”.



Para el fotógrafo Luis Poirot, quien dará una charla el 14 de noviembre a la 12 horas en el Centro Cultural Las Condes, Maier es sobre todo una adelantada. “Su fotografía no corresponde para nada a lo que se hacía en la época. La foto de los 50 era romántica, cursi, con aires felices, muy a lo propaganda  Kodak, porque la gente venía saliendo de la guerra y eso es lo que quería ver. Maier se escapa de eso, retrata a la gente común, los desposeídos,  y lo hace de forma muy real, sin lástima. Eso en la fotografía americana se va a producir recién 10 años después”.



Selfies secretas



Vivian Maier era una solitaria misteriosa, que según la investigación de Maloof no tenía amigos reales y  ocultaba constantemente su identidad, usando diferentes nombres cuando, por ejemplo, enviaba a revelar sus negativos a los laboratorios. Aún así, la fotógrafa tenía una obsesión por los autorretratos, los que de alguna forma se transformaron en su firma. Alta y tosca para vestir, de mirada penetrante y nunca sonriente, Maier dejaba caer su sombra en lugares desolados o jugaba con su reflejo en cualquier superficie reflectante. Para la fotógrafa local Leonora Vicuña, otra seguidora de su obra, el autorretrato aparece como método de sobrevivencia. “Hay una soledad tremenda en esas fotos, pero también un deseo de dejar huellas. No hay pose, su expresión es seca, es como un registro de existencia. El decir ‘yo estoy aquí, ahora’”.



Maier también fue una aventurera. En 1957 hizo un alto de ocho meses en su trabajo de niñera para hacer un viaje por distintos países, incluidos algunos de Sudamérica: México, Brasil, Colombia y Chile. Según su bitácora, la fotógrafa estuvo en Santiago entre el 30 de marzo y el 4 de abril de 1958. Las fotos que tomó aquí aún son un misterio para el mundo. “Sabemos poco  de este viaje, digamos, solo quizás por los registros de hoteles, barcos. Existen muy pocas fotografías de su estancia en Santiago que podamos afirmar que fueron tomadas allí, y todas estas lagunas participan del misterio de Vivian Maier”, resume la curadora.


 

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