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@NIBA

29/07/2005#N6249

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Estábamos sentándonos a comer cuando mi hija casualmente menciona que ella y su esposo están pensando en "empezar
una familia."
- Nosotros estamos haciendo una encuesta, - dice ella, en broma. - ¿Crees que debería tener un bebé?
- Cambiará tu vida, -digo, cuidadosamente manteniendo mi tono neutral.
- Yo sé, - dice, - no más fiestas los fines de semana, no más vacaciones espontáneas...
Pero eso no es en lo absoluto lo que yo quise decir. Miro a mi hija, intentando decidir qué decirle. Quiero que sepa lo que
ella nunca aprenderá en clases de parto. Quiero decirle que las heridas físicas por dar a luz un niño sanarán, pero que el
volverse madre la dejarán con una herida emocional tan profunda por la cual ella será vulnerable para siempre.
Pienso en advertirle que ella nunca leerá de nuevo un periódico sin preguntarse
- ¿y si eso le hubiera pasado a mi niño?
Que cada accidente de aviación, cada incendio en una casa la obsesionará. Que cuando vea fotos de niños hambrientos,
se preguntará si algo podría ser peor que vivir la muerte de tu hijo.
Yo la miro cuidadosamente, sus uñas finamente pintadas y el traje elegante y pienso que no importa cuán sofisticada sea;
el convertirse en madre la reducirán al nivel primitivo de una osa que protege su cachorro.
Que una llamada urgente de "¡Mamá"! le hará dejar caer un soufflé o su mejor cristal sin vacilar por un momento.
Siento que debo advertirle que no importa cuántos años haya invertido en su carrera; ésta se descarrilará profesionalmente
a causa de su maternidad.
Ella podrá hacer los arreglos para dejar al niño en casa al cuidado de una niñera, pero un día irá en camino de una reunión
de negocios importante y recordará el dulce olor de su bebé y tendrá que usar cada gramo de su disciplina para no correr a
casa, sólo para asegurarse que su bebé está bien.
 
Yo quiero que mi hija sepa que las decisiones cotidianas ya no serán rutina.
Que el deseo de un niño de cinco años de ir al baño de hombres y no al de mujeres en McDonald se volverá un dilema
mayor. Que justo allí, en medio del ruido de bandejas y niños gritando, los problemas de independencia e identidad de sexo
serán sopesados contra la perspectiva de que haya un abusador de niños acechando en ese baño.
No importa cuán decisiva pueda ser ella en su trabajo, se criticará a sí misma constantemente en su papel de madre.
Mirando a mi hija tan atractiva quiero asegurarle que en el futuro perderá los kilos de más del embarazo, pero nunca se
sentirá igual sobre ella misma. Que su vida, ahora tan importante, será de menos valor para ella una vez que tenga un niño.
Que renunciaría a ésta en un momento por salvar a sus hijos, pero que también empezará a desear más años, no para
lograr sus propios sueños, sino para ver a sus hijos lograr los suyos.
Yo quiero que sepa que una cicatriz de cesárea o las estrías se convertirán en insignias de honor.
La relación de mi hija con su marido cambiará, pero no de la manera que ella piensa.
Deseo que pudiera entender cuánto más uno puede amar a un hombre que tiene cuidado para empolvar a su bebé o que
nunca duda para jugar con su niño. Yo pienso que debería saber que se sentirá de nuevo completamente enamorada de él
por razones que ahora encontraría muy poco románticas.
Yo deseo que mi hija pudiera darse cuenta del lazo que ella sentirá con mujeres a lo largo de la historia que han intentado
detener guerras, discriminación o borrachos al volante.
Espero que entienda por qué yo puedo pensar racionalmente sobre la mayoría de los problemas, pero ponerme como loca
cuando discuto sobre la amenaza que supone una guerra nuclear en el futuro de mis hijos.
Yo quiero describir a mi hija la euforia de ver a su niño cuando aprenda a montar una bicicleta. Quiero capturar para ella las
carcajadas de un bebé que esta tocando la piel suave de un perro o un gato por primera vez. Quiero que saboree la dicha
que es tan real, que de hecho duele.
 
La mirada interrogativa de mi hija me hace caer en cuenta de las lágrimas que se han formado en mis ojos.
- Nunca te arrepentirás de ello, digo finalmente.
Entonces alcanzo por sobre la mesa la mano de mi hija y la aprieto y ofrezco una oración silenciosa por ella, y por mí, y por
todas las mujeres que  tropezaron en su camino hacia la más maravillosa de todas las profesiones. Este regalo... el hecho de ser Madre.

 

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