Las cosas más bonitas ni se ven ni se tocan: se sienten
Publicado por
@DANTEX
. Una caricia, un abrazo, la magia de una mirada o un “cómo estás hoy”, configuran la auténtica fórmula de la felicidad, la cual, no no es más que la suma de todas esas cosas invisibles a los ojos, que al juntarse, siembran de flores nuestra alma.
Ahora bien, los expertos en emociones y en psicología del comportamiento nos dicen que las personas perdemos muy a menudo esa capacidad natural para experimentar la felicidad más simple, la más elemental. De hecho, el ser humano es el único ser vivo capaz de sobredimensionar su sufrimiento, a través, por ejemplo, de pensamientos distorsivos o tóxicos.
Porque el amor, ni se somete ni se domina, el amor debe crearse y renovarse cada día, al igual que la amistad más sincera y enriquecedora, o el cariño por un hijo o la complicidad por nuestras mascotas. Lo que ofrecemos y lo que recibimos no se puede tocar, es el aliento de nuestras emociones.
Te proponemos reflexionar sobre ello.
Las cosas más bonitas que no siempre vemos
Las cosas más bonitas, en ocasiones, siempre han están ahí, a nuestro alrededor. Sin embargo, no podemos verlas, porque durante gran parte del día llevamos un aparatoso filtro en el cerebro activado por las rutinas, los automatismos, los pensamientos rumiantes, mecánicos y esa escasa intuición que parece haberse desconectado por completo de nuestras emociones.
Rick Hanson es un neuropsicólogo de la Universidad de San Francisco, famoso por libros como “La conexión de la felicidad” o “El cerebro de Buda”. En ellos, nos revela algo importante que deberíamos tener en cuenta. Nuestro cerebro no sabe ser feliz, sin embargo se guía por las recompensas.
Desde que nacemos, y a lo largo de nuestra infancia, somos unos maravillosos cazadores de recompensas, pero son aspectos tan esenciales, tan puros y atómicos que a día de hoy, llegada la madurez, ya hemos olvidado ese placer innato por ellas.
Solo los niños saben disfrutar tanto de este presente, del aquí y ahora. Les basta con soñar para sentirse gratificados. Un paseo, un juego, un descubrimiento, un abrazo o un “estoy orgulloso de ti” le sirven a una mente infantil como el mejor de los regalos. Ofrendas invisibles que nutren sus corazones y que aprecian.
A medida que crecemos nuestra búsqueda de recompensas se vuelve más compleja: solo seré feliz cuando tenga un buen trabajo, la pareja pareja o cuando los demás reconozcan todo lo que valgo… Nuestra mente pierde su inocencia, y es de este modo como llegan los abismos, las inseguridades, las frustraciones…
El neuropsicólogo Rick Hanson enfatiza la necesidad de “conexionar” con nuestra felicidad. Algo así solo se consigue reprogramando nuestro cerebro aprovechando su plasticidad neuronal. Hay que cambiar pensamientos, conductas, hay que propiciar nuevas emociones para dar forma a nuestra realidad. Porque las cosas más bonitas siguen ahí, invisibles e intangibles… Hay que saber sentirlas
Comentarios
14/07/2017
muy buen articulo, "lo esencial es invisible a los ojos, Saint de Supery", gracias Dantex
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