𝐂𝐋𝐀𝐕𝐄𝐒 𝐏𝐀𝐑𝐀 𝐄𝐋𝐄𝐆𝐈𝐑 𝐔𝐍 𝐁𝐔𝐄𝐍 𝐀𝐌𝐎𝐑

“No he venido a este mundo a cumplir tus expectativas. No has venido a este mundo a cumplir mis expectativas. Yo hago lo que hago. Tú haces lo que haces. Yo soy yo, un ser completo aún con mis carencias. Tu eres tú, un ser completo aún con tus carencias. Si nos encontramos y nos aceptamos, sí nos aceptamos y nos respetamos, si somos capaces de no cuestionar nuestras diferencias, y de celebrar juntos nuestros misterios, podremos caminar el uno junto al otro, ser mutua y respetuosa, sagrada y amorosa compañía en nuestro camino, si eso es posible puede ser maravilloso, si no, no tiene remedio”. Sergio Sinay

Sentada frente a su vetusto escritorio de madera oscura y patas contorneadas, Norma González cumplía como cada día su rutinaria tarea llevada a cabo durante más de dos décadas. Responsable de personal y tesorera al mismo tiempo de la oficina de comercio exterior de la calle Sarmiento al 1300, contaba con el afecto y la solidaridad de sus jefes y compañeros. Pasaba sus días inmersa en su trabajo y viviendo en soledad desde hacía mucho tiempo, tras un traumático proceso de divorcio que la alejara definitivamente de pensar en una nueva oportunidad para rehacer su vida, destinando sus horas libres para breves contactos con sus hijos, mayores e independientes, y en realizar cursos breves que mejoraran su autoestima. Desestimando toda posibilidad de establecer una relación, vivía en la convicción que éste era su destino, por lo tanto lo asumía, llevando adelante con dignidad y entereza cada uno de sus días.

Cierto día, más nerviosa que lo habitual, uno de los cajones de su escritorio se trabó, en el esfuerzo de solucionar el problema, se lastimó una mano. Sin más remedio llamó a don Antonio, encargado de mantenimiento y tareas generales, tareas que nadie sabe ni quiere hacer, como en cualquier empresa, Antonio Sarratea los resolvía. Llegado el hombre al escenario del problema, su primer observación fue: “Ante todo debemos curar esa mano, el cajón del escritorio no es lo más importante”. De inmediato trajo gasas y cinta adhesiva cubriendo la herida de Norma, para seguidamente resolver el tema de origen. Norma sintió algo extraño, una sensación olvidada, aquel hombre trasmitía paz, seguridad, confianza, en fin.

Antonio, un sesentón avanzado, también traía en su mochila cuantiosas decepciones, optando por la soledad, no quería darle a la vida más oportunidades de golpearlo, la soledad y el aislamiento fueron su elección. Sin embargo aquella mañana, una sensación diferente se había apropiado de su persona, la mirada agradecida de Norma, su propia actitud protectora, la necesidad del hombre de bien de cuidar a una mujer, mil cosas pasaron por su mente. No tuvo dudas, sentía la necesidad de estar y conversar con ella. Con temor, pudor, audacia o como sea, se acercó al puesto de trabajo de Norma invitándola a tomar un café en el bar de Avenida de Mayo y Piedras a la salida de la oficina, para hablar del escritorio, de la mano vendada, no importa que, la necesidad de escuchar y ser escuchado. No es otra que la primitiva ley universal de la cual se desprende que mujer y hombre se necesitan, haciendo que la humanidad exista. Norma González no dudó un instante, estaba segura que había encontrado la clave para “ELEGIR UN BUEN AMOR”.

Arto  Kalciyan

“Sobrevivir es haber conservado la vida pese a todo, y a menudo de cualquier manera. Resucitar es regresar de una muerte física, espiritual o simbólica para abrir en la vida un nuevo rumbo de trascendencia y sentido”. Sergio Sinay