El primer revolucionario (La logia Independencia)


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Escrito por
@SILVIASL

23/05/2022#N79082

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El primer revolucionario

 

Pocos meses después del ataque a la Bastilla en Francia, la corona española había designado a Nicolás Arredondo como virrey en el Río de la Plata.  Su servicio para el rey Carlos IV en su guerra contra los franceses le había dado mucha experiencia para perseguir, con éxito, a los masones. Con el respaldo de la corona, instauró un régimen de terror para dar caza a posibles conspiradores, con gran éxito.

A principios de 1795, un contacto enviado por los masones de Francia arribó al puerto de Buenos Aires. Ni bien desembarcó y casi sin mirar a Castelli —que lo estaba esperando—, puso un libro en sus manos y siguió caminando. Minutos después cayó preso de los hombres del virrey Arredondo. Castelli y Rodríguez Peña alcanzaron a escapar con el libro, que resultó ser la Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano, primer manual de instrucciones para los incipientes grupos independentistas porteños. Había sido redactado por los masones franceses, quienes, al son de la Marsellesa, derrocaron al régimen absolutista de Francia. Sus ideales, que antes habían influido en la independencia de los Estados Unidos, se diseminaban con rapidez por todo el continente.

Recién después de tres meses pudieron dar con el lugar donde tenían encerrado al primer revolucionario, como habían empezado a llamar al masón francés secuestrado por Arredondo.  Juan José Castelli, Manuel Belgrano y Nicolás Rodríguez Peña, entre otros, integrantes de la logia Independencia, autorizada desde hacía muy poco por la Gran Logia Escocesa de Francia, se reunieron en la quinta de éste último para planear el rescate del masón que habían enviado desde Francia.

—Lo tienen en la casa de Arredondo —dijo Nicolás.

—No vamos a poder sacarlo de ahí —le contestó Juan José, recibiendo el mate de su negrita —, hoy estuve en el tribunal de cuentas y el mulato Anselmo me dijo que lo están torturando en la mazmorra.

—Si secuestramos al virrey, podríamos intercambiarlo. No podemos dejar que lo maten. ¿Qué van a decir nuestros hermanos franceses? Que somos unos improvisados.

—Y sí, lo somos —bromeó Castelli —. Tienes razón en lo del secuestro. Ocúpate de convocar a todos para organizarlo.

                                                                                               *  *  *

Arredondo guardó la carta del rey debajo de su camisa, tomó su capa y su sombrero y se marchó de la oficina del Consulado Real. El virrey subió a su caballo, acompañado por diez guardias montados y salió a toda prisa por el patio empedrado a enfrentarse con la tormenta que asolaba Buenos Aires. Se fueron a todo galope, como si de esa forma hubieran podido evitar mojarse o salpicarse el barro pegajoso de la costa. Hacía varios días que la sudestada se había ensañado con la ciudad. La tormenta no daba tregua. A poco de andar, tuvieron que cambiar el tranco, porque la corriente que bajaba hacia la costa del río, desde los altos, los obligaba a moverse con cuidado. Los briosos caballos se asustaban por el embate del agua, giraban y se negaban a atravesar los arroyos. Los camalotes habían invadido parte del camino, por lo que tuvieron que rodear los usuales pasos e internarse en los baldíos.

El virrey estaba ocupado en lidiar con el temporal, cuando escuchó un tiro de mosquete y vio que caía el oficial que lo custodiaba a su derecha. Otros tiros siguieron y sus guardias caían, uno tras otro.  No veía a los atacantes y no podía detenerse para responder el fuego, porque no había lugar donde refugiarse. Sintió un latigazo que le rozó el costado del pecho, pero siguió avanzando. Continuó flanqueado por sólo dos de sus hombres, quienes lo condujeron hacia un bosque que se encontraba a su derecha. El agua se escurría por sus ojos y nublaba su visión. Las ramas de los sauces, que no tenía tiempo de esquivar, le azotaban la cara. Las nubes habían oscurecido el cielo y solo los rayos alumbraban el rumbo.  Un cañaveral apareció en el camino y a pesar de la resistencia de su caballo, lo obligó a embestirlo. Esa, quizás, podría ser su salvación. Lo tupido de las cañas lo ocultarían de sus agresores, pero el precio sería alto. Las afiladas puntas rotas cortaban como cuchillos. En pocos minutos, sus ropas estaban hechas jirones, excepto sus botas, que le protegieron las piernas. Su alazán era valiente, no amagó a retroceder y los dos custodios continuaban en la retaguardia.

Al fin salió del cañaveral, pero no podía ver. Con la manga de su levita limpió el agua y la sangre que le caían sobre los ojos y con alivio, pudo distinguir la muralla del fuerte, a unos cien metros. El barro era denso, pero igual avanzaba a toda carrera, con la seguridad de que estando tan cerca del baluarte no se animarían a seguirlos.  Era casi de noche y la lluvia arreciaba. El foso que rodeaba la fortaleza estaba desbordado y todo a su alrededor era agua. No se podía encontrar el acceso, así que tuvo que rodear la muralla e ingresar por el frente.

Entró a su residencia bañado en sangre y barro, con la ropa destrozada y calado hasta los huesos.

—Tengo que llevarte a un lugar a salvo, lejos de mi lucha contra el mal —le dijo a su esposa que lloraba desesperada. El culto hereje y radical de la masonería que se oponía a la fe católica y al orden establecido era, para el virrey, la aproximación de la maldad y, a partir de este incidente, estaba dispuesto a tomar medidas aún más severas.

 Ya más tranquilo, recordó el sobre que conservaba debajo de su ropa. Rompió, con cuidado, el lacre rojo del rey y, para su sorpresa, éste le ordenaba regresar de inmediato a España. Londres apoyaría a Madrid en su lucha contra Francia y enviaría sus barcos al Río de la Plata, pero una de sus condiciones era que, él, debería dimitir. Los ingleses querían un virrey más dócil.

                                                                              *  *  *

Arredondo se fue y, habiéndose librado de ese feroz y eficiente opositor, las nuevas ideas proliferaron con facilidad. Las logias masónicas, las sociedades de pensamiento, literarias, patrióticas o políticas, valiéndose del secreto y de la clandestinidad, una vez enraizadas en nuestra tierra, sirvieron para difundir los nuevos pensamientos y fomentar ideales de libertad e independencia.

 

                                                                                              SILVIA SAN LORENZO

 

Comentarios

@SILVIASL

23/05/2022



Hola, compañeros de salidas

Hoy quiero compartir con ustedes un cuento de mi autoría. Es una ficción inspirada en hechos históricos que ocurrieron muchos años antes de nuestro 25 de mayo de 1810. Los comienzos de nuestras ideas de libertad e independencia comenzaron con los sueños de unos pocos valientes patriotas. Su lucha todavía debe inspirarnos y alentarnos. Felíz día de la patria.  
@CHARLOTTE2012

23/05/2022

Qué bien que lo publicaste. Me gustó mucho tu narración.  
@LIANABE

23/05/2022



Hermoso  Relato   de   un  Tiempo y  Espacio de nuestra  Historia !!!    Muy  Vívidas  las conversaciones secretas  entre  nuestros  Pròceres  y  expectante  el  regreso  del  Virrey Arredondo  a  la  Fortaleza,  en  pleno  Temporal. 

Gracias   Silvia,   Espero  tu  Pròximo  Relato !!!!smiley  
@SILVERMOON29

23/05/2022



Que buen relato. Me atrapó la descripción del temporal. Te felicito. Es increíble como la revolución francesa fue  fuente de inspiración para los procesos independentistas de América, inclusive en la redacción del Código civil argentino.   Bello comienzo de esta semana patria. Muchas gracias!!.  
@GABRIELMAX

24/05/2022



Muy buen cuento y con una exactitud historica bien lograda.Atrapante y certera.

La masoneria y las ideas liberales progresaban aqui y en España.

Queriamos una Monarquia mas a la Inglesa.

Excelente me gusto. verosimil y agil relato no me andan los acentos .

Pero no asi eran los deseos de Arredondo ni del Padre de Fernando VII.  
@CIELO56

24/05/2022

Que tan vivido relato silvia el tuyo.gracias por compartirlo.que agradable narrativa.una foto histórica con tanta poesía.me encantaría escribir algo parecido.muchas gracias  
@CECILYA

24/05/2022



@SILVIASL

Tu cuento me gustó mucho, por tu estilo de narración, las palabras que empleas y las conclusiones, justo estoy en un grupo en que con la guia de una profesional esribimos todas las semanas distintas historias, por lo cual estoy aprendiendo en base a las críticas a observar en detalle, esto no me hace una experta en nada, sino ayuda a mi aprendizaje. 

Por otra parte y no menos importante quiero expresarte que leo con placer las notas que refieren a qué cosas tener siempre presentes de nuestra historia. Un Placer.  
@SILVIASL

24/05/2022



Hola, compañeros de salidas

Como sugiero en el cuento, Gran Bretaña tuvo mucho que ver en la salida del Virrey Arredondo y la historia lo prueba, dado que pocos años después, en 1806, las tropas británicas desembarcaron en las costas de Quilmes. Lo que no sabían estos pícaros era que habían dejado enraizarse el espíritu del amor al terruño, así que el tiro les salió por la culata.  

Gracias por sus amorosas reseñas.  
@MELSZTE

24/05/2022



Si no es exactamente lo que sucedió, no importa.  Realmente lo leí con mucha expectativa.  Después fue 1806, 1807 y, por fin,1810; aunque todavía estemos buscando lo que nuestros próceres querían de esta tierra.  
@MELSZTE

24/05/2022



quise decir "1806, 1807 y, por fin, 1810"  
@KELLYL311

25/05/2022



Un relato hermoso. Gracias!!!  

ARG

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