LECCIÓN DE NAVIDAD.

Matías había trabajado duro las últimas semanas, pero infructuosamente solo había logrado recopilar dinero para pagar la renta, las facturas de luz y del agua y comprar algo de comida básica para su familia.
Su meta había sido comprar aquella muñeca que habían visto en la percha de un almacén hace días con su esposa, para Sofía su hija de 7 años y un pequeño carrito para Tomás de 5.
Su frustración llegó a tal punto que las últimas noches no había podido conciliar bien el sueño, tratando de encontrar nuevas maneras de conseguir algo de dinero extra para poder cumplir los sueños de sus hijos.
Entre pensamientos se quedó dormido y empezó a tener el más extraño sueño. En él se veía rodeado de árboles parlantes cubiertos de luciérnagas que parecían estrellas que iluminaban el bosque. De repente y de la nada aparecieron unas pequeñas criaturas aladas que tenían toda la pinta de ser hadas, que con pequeños gestos lo invitaron a seguirlas por un pequeño trecho iluminado hasta llegar a la puerta de una cueva cubierta de enredaderas.
Al pasar la gran puerta ¡eh allí el paraje nocturno que jamás sus ojos hayan visto y su locuaz imaginación pudiera haber imaginado!
Estaba lleno de todos los regalos más inimaginados, si alguien entraba allí jamás saldría sin poder encontrar lo que su alma deseara.
Pero Matías logró ver en las caras de los duendes que trabajaban allí un respingo de tristeza en sus sonrisas forzadas, que lo dejó inquieto y pensativo. ¿Cómo podría alguien tener motivos para sentirse así en aquel lugar?
Siguió observando y notó que junto a cada uno de ellos había pilas interminables de lo que parecían ser cartas con deseos, se acercó a uno de ellos y tomó una de esas cartas y leyó: "Pido me manden algo novedoso pues tengo de todo y ya no se que pedir. Espero se esmeren en imaginar algo que me pueda hacer feliz"
¡No lo podía creer! Era la carta de un niño de una familia pudiente que seguro tenía tantas cosas que simplemente ya no lo hacía feliz casi ninguna cosa material más que pudiera tener.
Siguió mirando entre otros grupos de cartas y pudo notar una escrita en un papel arrugado y algo sucio que estaba entre ellas. La curiosidad lo llevó a tomarla aunque sabía que no estaba bien, y empezó a leer su contenido: "...querido Dios, este año mi hermano y yo no queremos nada más que conserves a nuestra familia caliente y que tengamos algo de pan en la mesa para Navidad, hemos visto a nuestros padres trabajar mucho para poder conseguir traer algo de comer a casa, que no queremos aumentar sus preocupaciones pidiendo algo que no pudieran comparar, eso lo decimos querido Dios porque sabemos que no eres tu directamente quien traes los regalos sino que es el esfuerzo de nuestros padres a los que tu bendices, con lo que ellos traen a casa cada día". Pero lo que más le sorprendió era que estaba firmada por Sofía su hija.
Abruptamente y sin ningún motivo aparente Matías se despertó del sueño.
Fue a la habitación de sus pequeños hijos donde dormían plácidamente, los besó y cobijó bien. Pudo notar en su mesita de noche, la misma carta que el había visto en sus sueños. La tomó y asombrosamente era exacta tanto en la forma como en su contenido.
Sus hijos le habían dado una lección sin saber. Aquella Navidad ya tenían todo lo que necesitaban para ser felices, a ellos mismos juntos, era más que suficiente.

Ruth Priscila Alcívar
24/12/2022
#cuentodenavidad

 

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