Invitación lúdica "De entrecasa". Hoy: Juana, Emil
Escrito por
@GABRIELA58
Juana, Emilia y William Faulkner.
Siguen los rumores en lo de Fermín ...
No nos olvidaremos nunca de la pobre Juana. ¿Por qué se le antoja mirar la piedra roja cuando yo quiero hablar de Juana, que no era bella, ni tenía los labios carnosos? No le conviene. Lo sé, pero estamos acá, a pura confesión y recuerdo. Para eso vine.
Se niega a este cuento porque era usted uno de los que le robaba las mandarinas. Era parte de una pandilla. (…) Y desde la locomotora los mirábamos con Juana. Es como todo, creo que no tenían derecho a burlarla de esa forma;
y yo sí podía soñar con la ilusión del respeto. Nadie tenía la certeza de dónde iba Juana cada vez que desaparecía por tantas horas. (…) los rumores llegan desde algún lugar. ¿Le queda alguna duda?
No lo estoy provocando. Eran muchos, además. La castigaban demasiado: “Quedó así de tanto leer”…”Quedó así porque se había enamorado de un cura” “…Porque se había enamorado de un hombre casado”…Eran éstas, razones infundadas con las que la gente común describía un perfil de alguien que no les había permitido ingresar a su misterioso mundo y a posibles causas de comportamientos extraños de parte de la víctima. ¿De qué me habla? Yo me fui del pueblo porque quise, no porque hubiera rumores que me acecharan. ¿De qué pudo haberse enterado usted, más que de mi verdad? No era razón infundada la mía. Era certeza. Usted lo sabe bien. Estamos hablando de Juana, no de mí. Me indica que para el caso da lo mismo y que a mí me faltó valentía para quedarme, sin embargo a Juana no.
¿Y lo suyo qué fue? ¿Valentía, también? Vamos, Fermín, no haga proyecciones de su vida que no quiere asumir…no, no haga proyecciones sobre mi persona. Entraríamos en un terreno tan resbaladizo como las calles de hoy en este pueblo, con esta lluvia que no para y no nos deja eludir este tipo de conversaciones.
Aparentemente flagelada por supuestos de desocupados, -y digo, aparentemente, porque era lo que ustedes creían-,
Juana había pasado su vida aislada en esa casona, desde donde lo único que se veía, eran las vías del tren -transitadas pocas veces-, y una locomotora a vapor arrumbada a un costado.
Estamos hablando de una mujer inteligente. ¡Me está dando la razón! Si acota que cuando usted trepó el tapial, mientras los otros hacían de campana creyendo que la Juana no estaba
en su casa, y trepado usted a la planta sintió un paraguas sobre la espalda acompañando los gritos de “a los pillos les falta educación”…si usted me dice que a punta de paraguas, también lo empujó al comedor de su casa y vio la cantidad de libros que Juana tenía, entonces, claro, estamos hablando de una mujer que tenía proyectos. Y le voy a transformar algo que una vez le dije a Aberastury: Los viejos que viven en rancho también aman; agrego: las viejas que vivían en casonas aisladas también estudiaban. ¿O me lo va a negar? No es una intervención pertinente decir que “las nenas que miraban desde una locomotora, también juzgaban” No tiene derecho, Fermín.
Yo estaba ayudando, desde mi ingenua infancia, para que Juana se defendiera. Y por el susto que usted tenía, según relata, ni falta que le hacía mi defensa a Juana. Más lúcida de lo que todos suponían borró de un paraguazo la primera de sus acusaciones.
Sólo una persona inteligente podría hacerle creer a un pequeño ladrón de mandarinas lo que le hizo creer. Sólo una mujer muy inteligente pudo haber logrado, con aquella actitud, que se movilizaran unos cuantos chismosos a través suyo. ¿Cree que si
no hubiese tenido lucidez lo hubiera obligado a sentarse frente a esa escalera que ostentaba de polvo y humedad para leerle un cuento de un libro de William Faulkner? La locura de los otros es, a veces, injustamente, invento de desocupados. ¿Qué es la locura? ¿Qué, la normalidad, Fermín? Fíjese que si la mujer
vestía como el personaje del cuento que estaba leyendo, no era por loca, sí por perspicaz. (…)
Y ella, se dio el lujo de planear el susto del pueblo que tanto la agobiaba: se vistió como la del cuento, se enroscó una cadena desde el cuello a la cintura, también como la del cuento, lo sentó a usted-niño, frente a una escalera llena de polvo y humedad mientras le leía que la “Emilia” de Faulkner en la habitación del piso superior de su casa, conservaba los restos de un muerto. ¿Y usted-niño qué pensó? ¡Que había quedado así de tanto leer! ¿Y qué más, aparte de ponerse tenso? ¡Que había tenido amores imposibles!
¡Y que después de esa escalera, había un novio muerto! Igual al del cuento que le estaba leyendo. ¡Igual a lo que se rumoreaba!
Maravillosa, la Juana. Eso fue creatividad para movilizar a todo un pueblo fantasma que se aburría en los días de lluvia. ¡Pueblo
chico, infierno grande! ¡Si lo sabremos nosotros! No pasa esto en las grandes ciudades. Claro, está en lo cierto, no si los del pueblo, no trasladan al infierno hacia allá. Igual, le confieso que seguir los rumores en una ciudad grande no es fácil: se te escapan por la ventanilla del colectivo, se te quedan en los ascensores de edificios escondidos, en los semáforos en i para qué le voy a contar… ¡Si yo sé de eso, y usted ya se ha dado cuenta!…Pero no dejemos afuera de esta tarde el final de esa historia que estábamos recordando. Que hubiese olor nauseabundo en la casa de Juana, no quería decir locura. Usted se ahogaba del susto. Seguro que nunca más robó mandarinas, pero no obstante el sobresalto, iniciaron una investigación en un pueblo donde el policía de turno no tenía trabajo. Suerte que dormimos esa larga siesta, Fermín… Ha llegado la hora del licor. Brindemos por esta, también, larga conversación.
Comentarios
08/01/2023
Hola @GABRIELA58! Feliz Año Nuevo! No se me ocurre nada, leí tambien donde expuso Janet y nada, mente en blanco, ahora te leo tambien y nadaaaaaaaaa. jajajaja, bloqueo de escritor le dicen? El tema mi querida Gaby es que quiero que sepas que te leo, que me gusta lo que pones, pero ni bien se me ocurra algo o me sienta inspirada voy a escribir, seguro. Abrazote!
08/01/2023
08/01/2023
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