A veces no es el Amor.......


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@ANGELDELCORAZON

23/01/2023#N81425

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A veces no es el amor lo que se termina, sino la paciencia

 

Paciencia y santo aguante no son lo mismo. El amor requiere de respeto y paciencia, pero no de tolerar los abusos.

 

A veces no es el amor lo que se termina, sino la paciencia, esa que dicen que es santa, porque resiste vientos y mareas y siempre acaba dando más de lo que debería. Ahora bien, ¿cómo no ofrecerlo todo por esa persona con quien hemos construido un vínculo afectivo y vital o incluso un proyecto de vida?

Está claro que queda justificado el que cedamos en ocasiones más de la cuenta, que perdonemos hoy, mañana y pasado, y que esperemos un poco más con la esperanza de que las cosas mejoren. Pero, en ocasiones, la realidad acaba cayendo por su propio peso para abrirnos los ojos.

 

El amor requiere de paciencia hasta un límite

Nuestro corazón no puede borrar de la noche a la mañana lo que siente, pero cuando se pierde la paciencia uno empieza ya a quitarse, una tras otra, todas las vendas que lo cegaban.

Hay quien dice que la paciencia es una virtud, pero está claro que esta dimensión no puede aplicarse a todos los ámbitos y que, además, debe tener unos límites. No podemos pasar una vida entera siendo pacientes viendo cómo se vulneran nuestros derechos, nuestras necesidades como seres que necesitan reciprocidad, cuidado, afectos y reconocimiento.

El amor requiere compromiso, voluntad y paciencia… pero hasta cierto punto.

La paciencia en el amor no es lo mismo que pasividad

Tal y como se indicaba antes, a menudo suele definirse el concepto de paciencia como una virtud. La paciencia es la facultad que tenemos las personas para posponer aquello que nos aporta satisfacción, porque pensamos que esa espera, nos traerá cosas mejores.

También se define la paciencia como una habilidad: la que tenemos para tolerar situaciones desfavorables ante las cuales podemos tener o no tener el control. Ahora bien, cuando hablamos de amor, es necesario que mantengamos siempre el timón de nuestra propia realidad.

Hay quien se justifica usando esta palabra como una dimensión que hay que asumir: Las cosas están mal, pero ¿qué se le va a hacer? Hay que tener paciencia. “¿Qué podemos hacer si esta persona es así? No podemos cambiarlos, así que es mejor mantener la paciencia”.

No hay que confundir paciencia con pasividad

En realidad ahí está la auténtica clave. Podemos ser pacientes, podemos hacer de la paciencia nuestra mejor virtud porque nos ayuda a analizar mejor la situación, a saber observar, a ser reflexivos. No obstante, todo este proceso interior nos debe permitir ver la auténtica realidad.

Una persona paciente no tiene por qué ser pasiva. La persona pasiva hace de la tolerancia su forma de vida, permitiendo abusos hasta experimentar en piel propia como se vulnera su integridad. Y ello, es algo que nunca debemos permitir.

Los beneficios de ser paciente pero no pasivo

A la hora de establecer y mantener una relación afectiva, la paciencia es un pilar en el día a día que debemos reconocer. Está claro que no tiene por qué gustarnos cada aspecto, comportamiento o costumbre de nuestras parejas, pero no por ello vamos a actuar de forma impulsiva echándoselo en cara, y rompiendo la relación.

Somos pacientes, respetamos y toleramos porque amamos. Porque sabemos también que en toda pareja existe un tiempo para que las cosas se armonicen, para que todo encaje y comprendamos a su vez, las necesidades de cada uno.

La paciencia debe ser mutua y llevarse a cabo casi a modo de ejercicio. Yo soy paciente contigo porque te respeto y te quiero, porque te reconozco como persona y sé que amar no es solo querer las coincidencias, sino respetar también las diferencias.

Ahora bien, la paciencia requiere a su vez claridad emocional. Debemos saber dónde están los límites y comprender en qué momento se vulnera como personas, como miembros de una relación afectiva. No hay que ser pasivos ante las exigencias cargadas de egoísmos, ante la posición de priorizarse uno por encima del otro.

No hay que cerrar los ojos a las carencias ni ser impasibles al dolor emocional que nos provocan los vacíos, los desprecios o ese maltrato sutil ejercido a través de palabras envenenadas. Es aquí donde la paciencia debe caer, descorrer su velo para ver la verdad.

Cuando se termina la paciencia… ¿qué?

Cuando se termina la paciencia llega la decepciónporque ya somos conscientes de nuestra realidad en todos sus matices. Ahora bien, esto no significa que debamos romper al instante esa relación de forma obligatoria si aún seguimos amando a la persona.

Es momento de hablar, de poner en alto cual es la situación y decir lo que sientes y lo que necesitas. No se trata de evadir el problema. Si ese compromiso nos importa, daremos todo lo que nos sea posible por mantenerlo.

Ahora bien, para que una relación prospere o sane esas carencias que nos hacen daño, el esfuerzo debe ser mutuo. En el instante en que uno ofrece más y el otro solo invierte sus propias excusas, la paciencia se acaba perdiendo por completo, y con ella, la decepción se convierte en un abismo insondable.

La paciencia no es la capacidad de esperar, sino la habilidad para comprender que merecemos cosas mejores

El amor no todo lo puede, ya que no todo vale y es muy perjudicial que pensemos así y nos lo creamos. En nombre del amor, muchas veces aguantamos circunstancias desagradables y nos quedamos anclados dentro de relaciones que están muy lejos del sentimiento de amar.

El miedo a la soledad, al cambio de vida o a arrepentirnos en un futuro, nos lleva a mantener una relación que ya apenas nos aporta, que no suma sino que resta y que nos trae más problemas y amarguras que alegrías.

En ocasiones, pensamos que será pasajero o que esa persona cambiará su comportamiento, pero la mayoría de las veces no sucede así, pues si el amor está ausente, se dice, pero no se siente en el cuerpo y en el alma… la relación ha muerto y es hora de tomar decisiones para mejor, al margen de los miedos limitantes.

“No me interesa que me quieras mucho, sino que me quieras bien y cada día mejor”

-Walter Riso-

El amor también tiene un fin

El hiperromanticismo nos ha insuflado ideas muy dañinas e insanas acerca del amor y de la pareja. Nos han vendido, mediante el cine, las canciones o los poemas, que el amor es lo que da sentido a nuestra vidaque si es de verdad, será para siempre, que por amor hay que aguantarlo todo, etc. Y esto no es que sea solo perjudicial para nuestro bienestar emocional, sino que además es totalmente falso.

El amor no dura para siempre, es algo que está científicamente demostrado y es lo natural. Tampoco da sentido a la vida de nadie, el sentido vital no lo dan las cosas externas, sino uno mismo con su interpretación del mundo y su capacidad de apreciación y disfrute y mucho menos tenemos que aguantarlo todo.

Tolerar ciertas cosas de la pareja está bien y es sano. Como sabemos, nadie es perfecto, y nos tendrán que tolerar muchas cosas a nosotros, al igual que nosotros tendremos que tolerar otras tantas de la otra persona.

El problema viene cuando aguantamos ciertas cosas que van en contra de nuestra identidad, de nuestros valores o de nuestros derechos. O simplemente cuando notamos que la otra persona no se implica en nosotros, no nos apoya, no nos cuida, sino que va a la suya. Evidentemente, está en su derecho de hacerlo y vivir como se le antoje, pero en el momento que eso ocurre, la relación ha llegado a su fin, ya no podemos llamarlo amor.

Está claro que cada cual ama a su manera. Hay personas que son mucho más cariñosas y expresivas que otras, pero hay detalles que no debemos pasar por alto. Las faltas de respeto, el que violen nuestros derechos personales, que nos intenten manipular o hacernos cambiar nuestra forma de pensar, de sentir y de vivir es innegociable. Si la otra persona te quiere, te quiere por como eres y te ha elegido por ser tú, no tiene sentido que quiera cambiarte, dañarte o manipularte.

Tras estas reflexiones puedes pensar en tu relación actual y observarte a ti mismo desde fuera, ¿sonríes a menudo?, ¿te pasas los días con cara larga, discutiendo y triste?, ¿estás más a gusto con otras personas que con tu pareja? Sé sincero contigo mismo y contéstate a todas estas preguntas.

¿Cómo tomo una decisión?

Si sacas la conclusión de que el amor está brillando por su ausencia, de que ya no está presente, pero tus miedos te impiden tomar un nuevo rumbo, sería conveniente que pensaras acerca de ello con una mente racional y práctica y que tengas en cuenta los siguientes consejos:

·         Quiérete. No dejes que nadie te trate como tú sabes que no mereces. Nadie merece estar en una relación en la que se le ignora, no se le cuida, apoya o se le falta el respeto. Pero si tu lo permites, seguirá ocurriendo. Por lo tanto el que debe establecer límites, a pesar del miedo al cambio, eres únicamente tú y eso solo podrás conseguirlo si aprendes a quererte y a valorarte a ti mismo por encima de todo lo demás.

·         Aprende a perder. No siempre las relaciones de pareja van a ir bien y esa es una realidad que le ocurre a casi todo el mundo en algún momento. Cuando esto ocurra, no intentes forzar las cosas, no sigas en algo que sabes que no funciona. Lo más sensato e inteligente es saber perder y retirarse dignamente.

·         Desdramatiza. ¿Qué es lo peor que puede pasar si dejas esa relación? No necesitas a esa persona. Antes de encontrarte con ella, no sabías ni que existía y vivías tranquilo y feliz, por lo tanto, no es imprescindible para tu vida. Lo peor que puede pasar es lo que tú estés dispuesto a que pase, por lo que debes de afrontar la situación con sosiego, sabiendo que no necesitas a nadie para ser feliz y mucho menos a una persona en concreto. Solo tú eres el responsable de caer o no en una depresión o en un estado emocional disfuncional.

·          

       Quererte a ti mismo es más sencillo de lo que parece

 

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