Optimista o pesimista


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@ANGELDELCORAZON

13/03/2023#N81789

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¿Ser optimista puede curar mi enfermedad?

Bienestar

Actualizado a: Martes, Diciembre, 2020  Numerosos estudios concluyen que el optimismo puede tener un papel protector frente a ciertos trastornos psicológicos y físicos.

 

  1. Pilar Laguna

 

Desde tiempo inmemorial la sabiduría popular viene asumiendo que el optimismo beneficia a las personas por encima del pesimismo, sobre todo en relación a la salud y el bienestar físico en general. Muchas de esas premisas se consideran pseudocientíficas al dar por hecho que una actitud positiva es la herramienta mágica para superar un acontecimiento adverso, como proclaman numerosos portales y enlaces de apoyo emocional que tratan estas cuestiones en internet sin ningún respaldo científico. Pero ¿qué hay de cierto en esas teorías?

Poco y mucho a la vez. Es absolutamente falso que el optimismo o una actitud positiva pueda curar una enfermedad de mal pronóstico, aunque sí es cierto que numerosos estudios concluyen que el optimismo puede tener un papel protector frente a ciertos trastornos psicológicos y físicos, y por ello se aborda desde la psicología de la salud. Es más, bastantes estudios científicos confirman que el optimismo juega un papel importante en la salud, incluso apoyan la idea de que fomentarlo podría ser una de las estrategias para la promoción de estilos de vida saludables

Por otro lado, hay resultados preliminares de un metaanálisis publicado hace unos días por un consorcio de investigadores internacionales (Optimism Meta-Analytic Consortium) que señalan que podría ser más eficaz rebajar el pesimismo que incrementar el optimismo para mejorar el afrontamiento de la vida cotidiana.

Aunque con muchos matices, si tuviéramos que definir con brevedad el optimismo disposicional diríamos que se relaciona con las expectativas, con una inclinación de la persona a creer que las cosas van a ir bien. Hace más de treinta años que los psicólogos  comenzaron a utilizar este término para definir la tendencia de los individuos a esperar resultados favorables en sus vidas, pero conociendo y asumiendo la realidad, sin idealizarlos ni dejar de poner los medios necesarios para alcanzar un final feliz. Se ha visto que esta variable de la personalidad juega un papel crucial en la experiencia humana porque beneficia al bienestar psicológico y físico, pero aún no se conocen todos sus mecanismos. En realidad, el optimismo y el pesimismo están presentes en todas las circunstancias de la vida y se cree que la persona optimista se esfuerza más en conseguir sus metas utilizando estrategias de afrontamiento en las situaciones difíciles.

“El optimismo disposicional es el grado en que las personas creen que se producirán resultados positivos en el futuro, tanto para ellos mismos como para otros. Es una tendencia flexible y dentro de los límites de la realidad, es decir, siguiendo el dicho popular, se trata de ver el vaso medio lleno, no de ver lleno un vaso que en realidad está casi vacío”, comenta Gonzalo Hervás, director del Laboratorio de Emociones e Intervenciones de la Universidad Complutense de Madrid y presidente de la Sociedad Española de Psicología Positiva.

Las incursiones científicas en el ámbito de optimismo y salud son variopintas, abarcando facetas de muy amplio espectro, o tan específicas que sus resultados son difíciles de contrastar entre estudios. Pero en su mayoría demuestran que a los optimistas se les da bien la promoción de la salud, una calidad de vida más alta y mejores tasas de salud física y mental, mientras que los pesimistas perciben más riesgo de enfermedad.

¿Tienen mejor salud las personas optimistas?

Hervás enumera algunos beneficios comprobados del optimismo disposicional y la salud física: una mejor salud cardiovascular, incluso después de controlar los factores de riesgo;  una función inmunológica más fuerte y niveles más bajos de estrés y dolor; recuperación más rápida de ciertas enfermedades y operaciones… Y las personas sanas que son optimistas afirman sentirse mejor que las personas igualmente sanas que son pesimistas. 

Esto no quiere decir que el optimismo cure las enfermedades o el pesimismo las cree. Son efectos significativos pero moderados. Es decir, por sí solo, el efecto del optimismo no permite darle la vuelta a una enfermedad si un tratamiento médico no estuviera funcionando” recalca el psicólogo, a la vez que sugiere que el secreto de los optimistas  podría estar en ciertos temas prácticos que todos podríamos emular: “En general los optimistas se interesan más y tienen más conocimientos sobre la salud y la enfermedad, son más proactivos cuando se encuentran con problemas médicos, y tienen comportamientos más saludables, como beber y fumar poco o nada, o dormir más horas al día”.

Así se ha comprobado en numerosos estudios internacionales, aunque hay muchas incógnitas que los investigadores tratan de despejar sobre el optimismo disposicional: ¿es un factor determinante de la personalidad? ¿tiene bases biológicas? ¿es una actitud permanente del individuo o varía ante situaciones específicas? ¿tiene relación con la extraversión? ¿cambia con la edad?. En principio tanto optimismo como pesimismo se definen como “constructos”, el término con que la psicología se refiere a entidades que se sabe que existen pero son difíciles de definir.

Pioneros en el estudio del optimismo disposicional y su relación con la salud o el bienestar físico son los psicólogos estadounidenses Michael  Scheier, del Carnegy Mellon College de Pitsburg, y Charles Carver, de la Universidad de Miami. En los años 80 del siglo XX publicaron sus primeros trabajos sobre esta materia y en 2018 una amplia revisión de toda la literatura científica disponible.  En sus búsquedas tratan de determinar por qué optimistas y pesimistas tienen diferentes conductas de salud. Una razón sería que usan diferentes estrategias de afrontamiento: los optimistas creen en un éxito eventual y continúan intentando lograr buenos resultados aunque las cosas se pongan difíciles, mientras que los pesimistas son menos tendentes a tener iniciativas que hagan más positivo el futuro, “y son más proclives a perderse en pensamientos, distraerse temporalmente del objetivo, incluso abandonarlo”, arguyen estos investigadores.

La mejor respuesta psicológica de los optimistas ha podido confirmarse en diferentes edades y contextos a lo largo del tiempo, desde supervivientes de ataques con misiles a personas que afrontaban asuntos de salud: trasplantes de médula ósea, cirugía de baipás coronario, fertilización in vitro, diagnósticos de cáncer, progresión del VIH/ sida, partos…Y también entre cuidadores de pacientes con cáncer y cónyuges cuidadores de pacientes de Alzheimer.

El bienestar físico superior de los optimistas también se ha ido dibujando en diferentes estudios, como los de salud cardiovascular: tienen mejor presión sanguínea durante el día  y menos subidas agudas de tensión por circunstancias estresantes; la placa de arterioesclerosis progresa con más lentitud; mejores parámetros de obesidadcolesterol, glucosa, grasa abdominal y síndrome metabólico. Además, el pesimismo se asocia con la elevación de marcadores inflamatorios y el optimismo parece asociarse mejor con la inmunidad celular.

 

En general, los optimistas se interesan más y tienen más conocimientos sobre la salud y la enfermedad.

¿Se puede ‘entrenar’ el optimismo disposicional?

Según Gonzalo Hervás, el optimismo tiene un componente temperamental innato como muchos factores de personalidad, pero se puede modificar al menos parcialmente, sin que sea una tarea sencilla. “Hay que tener en cuenta que empeñarse en ser optimista de forma artificial o impostada parece no funcionar, o incluso según ciertos estudios, podría ser perjudicial en algunas situaciones. En realidad el optimismo está conectado a otras muchas variables personales como la autoestima, la percepción de control, el autocontrol, y también a variables del contexto como la estabilidad económica o el apoyo social percibido”, esgrime el psicólogo, arguyendo que en muchas ocasiones para que el optimismo pueda crecer, hay que cambiar antes uno o varios de estos factores

Los expertos creen que, “si el optimismo tiene beneficios y el pesimismo tiene costes”, sería razonable buscar maneras de promover uno y de reducir el otro. Las experiencias publicadas hasta hoy no son muy determinantes: una intervención consistía en guiar a las personas en un relato menos pesimista de sus eventos vitales; y otra en que el individuo se imagine su “mejor yo posible” durante 5 minutos cada día, estrategia que se ensayó positivamente durante dos semanas, pero se desconocen sus resultados a largo plazo. En general se emplean técnicas cognitivo-conductuales para aumentar el optimismo con vistas a mejorar la salud. “En todo caso, debemos reconocer que aún nos queda bastante por conocer sobre las bases del optimismo”, advierte Hervás.

¿El optimismo se mantiene de por vida?

“El optimismo puede verse como una cualidad connatural y, por tanto, podríamos pensar que fuera estable a lo largo de la vida, pero no parece que sea así”, comentan Scheier y Carver, pero reconocen que es difícil responder si son más optimistas los jóvenes que los viejos, o en qué década de la vida se produce el pico más alto de optimismo. Los datos de estudios sobre esta evolución son dispares, desde concluir que entre 20 y 30 años se dan los mayores niveles de optimismo, hasta señalar que algunos individuos se van volviendo más optimistas con el paso del tiempo. 

También hay estudios sobre poblaciones de edad avanzada donde se ve el efecto protector del optimismo disposicional aunque este vaya declinando en algunos sujetos. Los estudios sobre envejecimiento saludable son especialmente notorios y subrayan los beneficios de mantenerse optimista en el último tramo vital, según algunos datos recientes:

  • Las personas mayores más optimistas, fuman menos, beben con moderación, caminan más deprisa y mantienen actividades más vigorosas (University College of London) 
  • El optimismo se relaciona con un menor sentimiento de soledad, al margen de otros factores implicados en el proceso de envejecimiento (Universidad de Leiden). 
  • Hombres y mujeres sanos con niveles más altos de optimismo bajan el riesgo de hipertensión con independencia de factores sociodemográficos y de salud (Universidad de Harvard).
  • Las mujeres más optimistas lograron aumentar su actividad y reducir las interferencias del dolor crónico (Instituto Nacional de Envejecimiento de los Estados Unidos)
  • Al estudiar el papel de factores psicosociales -sucesos vitales estresantes, depresión, optimismo disposicional y apoyo social percibido- en un grupo de mayores se ha visto que el optimismo disposicional es más alto entre los que tenían peor salud (Universidad de Dakota del Norte).
  • Sin embargo,  otras investigaciones confirman que el optimismo no es inquebrantable y puede erosionarse ante acontecimientos muy negativos, como confirma un estudio en personas con diagnóstico de cáncer avanzado del sistema hepatobiliario-pancreático.  Eso, a pesar de que los optimistas son más proclives que los pesimistas a tomar medidas para reducir la progresión de una enfermedad. 

 Rebajar el pesimismo en vez de incrementar el optimismo

El año 2020 está siendo especialmente fructífero en publicaciones científicas sobre optimismo disposicional. Una de ellas es promotora de un cambio de paradigma en este campo al considerar que optimismo y pesimismo son constructos separados, aunque interrelacionados, que predicen salud física. Este es un cambio importante porque hasta ahora se trataba con perspectiva bipolar, con el optimismo en una esquina y el pesimismo en la contraria.

“Según esa visión si una persona se aleja del optimismo necesariamente iría hacia el pesimismo, pero eso no es así, sino que sucede en parte por la forma en que los psicólogos utilizamos las escalas para medir el optimismo disposicional”, subraya el coordinador del proyecto, Michael Scheier, asegurando que “optimismo y pesimismo pueden no ser diametralmente opuestos, sino reflejar dos dimensiones independientes que se relacionan”.  

Decenas de investigadores están revisando la metodología de sus trabajos para adoptar este nuevo enfoque a tenor del Consorcio para el Metanálisis del Optimismo/Pesimismo.  Y lo hacen sin perder de vista las diferencias comprobadas entre optimistas y pesimistas “cuando enfocan y afrontan los problemas, por el número y calidad de relaciones sociales, por la calidad de vida y por la salud física”. 

Al estudiar ambos constructos  por separado concluyen que la ausencia de pesimismo se relaciona con más fuerza con beneficios para la salud que la sola presencia de optimismo. “En este contexto sería interesante que las terapias cognitivo conductuales pusieran más énfasis en rebajar el pesimismo que en promover el optimismo. Un ejemplo sería la reestructuración cognitiva para aprender a enfrentarse  a los pensamientos automáticos, creencias y expectativas que subyacen en los pensamientos negativos”, arguyen, reconociendo que la intervención clínica en este campo está todavía en pañales. De hecho, un grupo de investigadores británicos llegaron a aseverar que la investigación sobre el optimismo es demasiado optimista.

 

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