Pido permiso señores...


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Escrito por
@ATALANTA

09/05/2007#N15419

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Pido permiso señores,
Este Tango habla por mí
Y mi voz entre sus sones
Dirá por qué canto así…

Así comenzaba recitando Julio Sosa “el oriental”, “el varón del tango”, esta bellísima letra. Y como él, hoy yo también tengo la necesidad de pedirles permiso para hablar un poquito de algo tan querido para mí y que compartimos en las dos orillas: el tango.

El 19 de abril del 2007 se cumplieron los 90 años de “La Cumparsita”, el himno del tango, el más conocido, el más popular, el que se bailó en Hollywood, el más escuchado y bailado internacionalmente. Con este motivo, la Intendencia de Montevideo en conjunto con varias instituciones, organizó diferentes espectáculos populares durante más de una semana. La gente tanguera se dio cita en esos lugares y disfrutó a lo grande cada una de ellas.

“La Cumparsita”, tango concebido por el uruguayo Gerardo Matos Rodríguez y tan oriental como su autor, fue estrenado el 19 de abril de 1917. Sus acordes se oyeron por primera vez en el bar La Giralda, ubicado en la Plaza Independencia de Montevideo, en el mismo sitio que pocos años después se construyera el que fuera el edificio más alto de Latinoamérica por muchos años: el Palacio Salvo.

El jueves 26 de abril próximo pasado, tuve la oportunidad de concurrir a un espectáculo llamado “Al compás de mi país”, en el cine-teatro Plaza de Montevideo. Posiblemente a muchos de ustedes no les interesará el tango, pero a los que sí les pueda interesar permítanme compartirles mis vivencias. Porque fue toda una experiencia dejarme llevar por la voz y presencia de Ignacio “Nacho” Suárez y meterme de su mano en el túnel del tiempo, mientras el viaje se emprendía escuchando cómo el Maestro Julio Frade desgranaba el “Estudio arpegiado” de Eduardo Fabini. Sin mucha dificultad me visualicé en la mitad del campo en una tarde de lluvia, y escuché las gotas estrellarse y correr en los techos de los ranchos, en las hojas de los árboles, para luego caer en el pasto…

Pude recordar el amado mar de la divina Storni escuchando trozos de sus versos, mientras que el maestro Julio Cobelli punteaba su guitarra acompañando al piano en la interpretación de “Alfonsina y el mar”.


Se unió el bajo de Neldo Castro y no podía faltar el quejido lastimero del bandoneón, interpretado por Edison Bordón, para sentir vibrar el teatro cuando se escucharon los primeros acordes de “La Cumparsita”. Con la voz, el gacho y los versos de don Ignacio Suárez, el ambiente se vio inundado de taitas, de malevos de gacho y facón en mano, de arrabaleras y milonguitas… Y hablando de facones, tajos y cicatrices reconocimos el genio de Pintín Castellanos a través de “La puñalada”.

Escuchar los tangos clásicos como “El choclo”, “Golondrinas”, “Naranjo en flor” o “Tinta roja”, oír el piano marcando el compás, el punteo de la guitarra, el bajo y por supuesto, no podía faltar el más tanguero y arrabalero de todos los instrumentos: el bandoneón. Cuando a esto se le agrega un quinteto de cuerdas y salen dos parejas a bailar un “tango de mi flor”… los sentidos se agudizan, la retina quiere retener esas imágenes, el oído guarda los acordes para seguirlos disfrutando cuando las luces se vuelvan sombras y los sonidos queden flotando en el silencio. Las voces varoniles de Ledo Urrutia y Ricardo Olivera, tan graves, con sabor a noche y a nocheras, a peringundines y arrabales, con sentimiento profundo por lo cantado... hacen del momento todo un deleite para gozar y atesorar para después.

También la dulcísima voz de Valeria Lima, contándonos con dolor y nostalgia que “…nada, nada queda en tu casa natal, solo telarañas…”, o acompañando a ese hombre con medio melón en la cabeza que nos lleva a correr la luna por Callao con la “Balada para un loco”, de Astor Piazzolla y Horacio Ferrer.

Pero no todo fue tango, también estuvo presente la música popular. Se recordó a don Alfredo Zitarrosa y nos floreció la vena romántica con la letra de “Amándote”, de Jaime Roos; y la sala movía las manos y pies cuando se hizo presente el candombe de Rubén Rada homenajeando al Mago con su “Candombe para Gardel”. ¿Cómo se puede sentir alguien después de un espectáculo así? Solo de una forma: “Bien de bien”.

Y yo pensaba: ¿realmente los orientales, y más específicamente los montevideanos, apreciamos, disfrutamos este tipo de espectáculos cuya entrada tenía un costo de menos de 4 dólares? ¿Cuánto pagaríamos una gala de este nivel, de casi dos horas, en el exterior?

Debo destacar que el teatro estaba colmado, y que la gente que se hizo presente –la mayoría superaba los 50 y tantos años- disfrutó al máximo respetando con silencio y aplausos hasta terminar de pie al finalizar el concierto.

Ojalá se repitan espectáculos de este tenor. Ojalá, los que tenemos oportunidad de concurrir y apoyar a nuestros artistas nacionales lo hagamos. Porque tenemos muchos valores que deben emigrar para sentirse apreciados y apoyados. Quizás dependa de usted y de mí y de cientos de miles como nosotros que artistas de este valor no se vayan, y mientras que los tenemos entre nosotros los sepamos valorar en su justa medida.

Y en este momento tan particular que vivimos, donde los puentes se cortan así como la comunicación, la música nos sigue uniendo y sigue abriendo puentes en vez de cerrarlos.

Entonces… ¿nos vemos en el próximo concierto?

 

Comentarios

@ARLT

10/05/2007

Permiso concedido Señora... Muy lindo tu texto, y generosamente descriiptivo, pero para nosotros los cisplatinos (en este caso), son desconocidos muchos de los nombres. Espero que la musica nos siga acercando.