Registrate en Encontrarse y empezá a conocer gente ya

Escrito por
@ROBMUN2010

05/10/2009#N28924

0 Actividad semanal
595 Visitas totales


Registrate en Encontrarse y empezá a conocer gente ya

 

 

AMOR BREVE
 
Nos alojamos, por casualidad, en el mismo hotel. Yo había viajado solo; buscando menos soledad, menos viudez, menos dolor por un desengaño amoroso reciente. Ella asistía a un congreso relacionado con su profesión.
Sentados en mesas separadas, en el restaurant, nuestras miradas se cruzaron. Ojos claros, penetrantes, vivaces, figura esbelta. Era una bellísima mujer. Me acerqué para pedirle que me permitiera compartir su mesa y aceptó. Hablamos. Me contó de su vida profesional, familia, hijos, esposo, una nieta de meses. Tenía cincuenta y tres años. Unos cuantos menos que yo, pensé.
Le hablé de mi vida, familia, viudez, soledad, desengaños. Le pregunté si era feliz. Estoy conforme con mi vida, respondió.
Quedamos en encontrarnos a las ocho para el desayuno a la mañana siguiente. Me preguntó si acostumbraba a madrugar y le mentí que sí.
Pedí al conserje que me despertaran a las siete. No quería faltar a la cita.
 
Cuando apareció en el salón, me sorprendió. ¡Estaba espléndida!
-¿Vos hiciste el viaje de egresados?- Disparó a modo de saludo.
-No ¿y vos?
-Yo tampoco… ¿y si aprovechamos que estamos acá y lo hacemos ahora?
-¡Dale!- Respondí ansioso.
Programamos nuestros paseos, para no entorpecer su actividad en el congreso y comenzamos a disfrutar del paisaje sureño.
Fue como subirnos a la máquina del tiempo. Nos vimos adolescentes. Reímos… Paseamos hasta agotarnos. Nos amamos con pasión y también con calma.
Éramos dos y fuimos uno.
No te olvides que estamos viviendo una fantasía. En dos días más tenemos que volver a nuestras realidades. Me dijo.
Las horas pasaban implacables. Sentíamos una mezcla rara de placer y angustia.
 
El día de su partida la quise acompañar hasta el aeropuerto pero se negó.
-Las despedidas me hacen mal. Mejor demos un último paseo a la orilla del lago.
-Pero está lloviendo- Respondí.
-No importa. Me gusta caminar bajo la lluvia.
Tomados de las manos, nos quedamos frente al lago, empapados.
El reloj de la torre en el Centro Cívico, indicaba inexorable las once de la mañana.
-Llegó la hora- Dijo -Quedate acá por favor. No entres al hotel hasta que yo me haya ido. Así será más fácil para los dos.
Caminó unos pocos pasos y se dio vuelta, como para mirarnos por última vez.
-¿Vos también estás llorando?- Preguntó, con voz entrecortada.
-¡No!…  son gotas de lluvia.
 
ROBMUN2010                                                                 03/10/2009

 

Comentarios

@MAISA

06/10/2009



Rob, es hermosa tu historia !!! de esas que se agradecen a la vida con nostalgia y tibieza

Digna de  estar guardada en el archivo de la memoria



un abrazo

Maisa