Me enteré que sos casado

Y su vista bajó, ya no podía ni siquiera mirarme, ésta perdió su resplandor. "Te sentiste cohibido lo sé, la noticia no era esperada por vos, pretendiste ocultarme una parte de tu vida y por un tiempo lo lograste, pero tu juego terminó y ahora quiero tu decisión".
 
Los llamamos manipuladores o farsantes; son prolijos y casi no nos damos cuenta de su doble vida. Por un tiempo creemos en todos los compromisos que aluden tener, y si no podemos sincronizar encuentros es porque creemos que han viajado por trabajo, o que tienen reuniones improvisadas, o que su estado de salud no se los permite. Pero un día casi sin quererlo descubrimos la verdad detrás de sus huidas clandestinas, y devienen las promesas de abandonar su familia con tal de no perdernos, de perdones y maneras de remediar, de sentimientos profundos. Y creemos y seguimos esperando y somos parte de su lista de obligaciones, con la ilusión de que algún día sus promesas se materialicen. Les dedicamos tiempo, sueños, les entregamos nuestros deseos y nos seguimos involucrando sin darnos cuenta que le damos permiso a ese engaño, porque preferimos ser engañadas a soltarlo.
 
Inocentes, ilusas, llenas de sueños imposibles, la mentira fue el puntapié que debimos tomar para dar final a una historia sin posibilidades. No sólo habla esa conducta de traición para con su mujer, su familia, sino también para nuestra fidelidad y amor.

Nos mimetizamos y somos de la misma calaña, porque de alguna forma hemos puesto nuestros sentimientos y ya es tarde para corrernos sin sufrir. Entonces su entorno deja de importarnos: sólo queremos tenerlo, ser parte importante de su vida, no podemos resignarnos a ser un pasatiempo. Y quizás sin que lo notemos nos dimos cuenta de que hemos colaborado en su matrimonio porque todo mejoró, su culpabilidad lo hizo más endeble a esa relación que se tornaba conflictiva y que lo hizo ir en busca de una relación que salve el matrimonio, que lo distienda, que haga soportable su convivencia y sus dolencias.
 
Y fui su luz y renové su deseo y lo conecté con la vida y amplié sus horizontes y perdí el mío. Me sumé a todas aquellas que pasaron algún día y cayeron en sus garras, y fui una más aunque el tiempo me vuelva diferente a las otras. Relaciones paralelas que se buscan para poder soportar la condena de un vínculo que no tiene porvenir.
 
Estoy rota por dentro, me volví temerosa, no sé qué quiero ni qué busco, sé que no puedo seguir demorada en este lugar creyendo en promesas que no se ejecutan y me voy desilusionando y me sigo entregando. La presión lo distancia y comprendo que no era verdad lo que me decía, comprendo que quise creer que me elegiría y aposté todo y resigné tener una pareja única, ser feliz, elegí sufrir.
 
Busco respuestas en mi pasado y acudo a Freud, pienso en el "Complejo de Edipo", al que recurre siempre mi analista, ese complejo que quizás no resolví, y me vuelvo el tercero excluido, entro en la perversión de una relación fraudulenta, engañosa, prohibida.
 
La transgresión me potencia, la competencia me incentiva, yo o la otra, su elección se vuelve un calvario para mí, y diría mi terapeuta: ¿Qué le pasa con esa mujer, con la mujer de él?

Todo se remite al análisis de mis vivencias infantiles, todo debe ser destripado, sin embargo estoy aquí en el medio de una historia de amor insostenible, aferrada a un hombre que tiene su vida armada, proyectos, futuro. Y yo no tengo nada más que alguna noche entre muchas aquellas que no tenga que llevar a su hija a una fiesta o que su mujer no le haga el amor, o quizás cuando ella acuse algún dolor y se niegue a la pasión.

Me niego a seguir sufriendo, me niego a condenarme, prefiero el dolor que seguir esperando un sueño, sólo un sueño que sin duda en cualquier momento inesperado va a esfumarse.