Una Historia en cuatro partes


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Escrito por
@JORGE-EMILEO

07/12/2017#N65016

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                               Esta es una historia basada en hechos reales. No hay nada inventado,

                                a lo sumo, junte dos o tres situaciones que se dieron por separado.

                                 Incluso los diálogos son auténticos.

 

Relato de Ismael

 

     ¿Por qué me habré metido en este lío? ¿Para qué diablos se me ocurrió la bendita idea de invitarlo a Adrián a la salsera? No sabe bailar, no le da ni cinco de bola a las costumbres del lugar. No solo no conoce los códigos, ni le interesa conocerlos. Él va a todos lados como le gusta sin preocuparse si es adecuado lo que se pone, como se viste ni cómo actúa. Es medio nerd, es tímido, poco lanzado, que se yo, raro. No está acostumbrado a la noche, pero, hacía rato que esta colgado y le insistí que venga a bailar a ver si engancha algo.

     Yo, que vengo noche a noche, traté de ayudarlo. Conozco a la perfección el ambiente. Sé a que hora ir, como elegir las chicas, que historia contar, como esquivar las histéricas que solo buscan mostrarse, en fin, todas las claves para pasar una buena noche, sin gastar mucho y... si la mano da, tratar de pescar alguna para el telo.

     Cuando nos encontramos, perdí parte de la esperanza. Era muy difícil que pueda ligar alguna minita. Vino vestido como para ir a un bar a charlar de filosofía o para pasear por Palermo, no para una salsera. Pantalón sin forma. Camisa clásica, zapatos canadienses que podía usar mi hermanito para ir a la secundaria y una campera jean que había conocido tiempos mejores. ¡¡Qué marciano!!

     En cambio,  yo estaba para dejarlas mudas a las “nenas” del boliche. Pantalones no demasiado apretados, pero lo suficiente para marcar el talle. Con una línea recta que terminaba en mis zapatos especiales para bailar salsa y lustrados como para servir de espejo. Camisa apenas abuchonada en las mangas. Bañadito, con cremas para suavizar la piel, impecable afeitada, cejas prolijamente depiladas, pelo cortado a lo Cheyenne y un buen perfume, para que dure toda la noche. Pero... la cosa ya esta jugada. Si Adrián no había llevado el apunte a ninguna de mis indicaciones, ¡¡que aprenda!! Lo único que puede salvarlo es la enorme cantidad de mujeres en el baile, casi tres por cada macho. Muchas quedan de seña y están proclives a transar con quien sea. Alguna de esas quizá le de bola. Mientras, yo me pensaba dedicar al sector “Premium”.

     Entramos a la salsera. Las chicas habían pasado, como siempre, dos horas bailando entre ellas y con los pocos tarados que van temprano (solo sirven para que las mujeres practiquen poses y pasos, nunca ligan nada). Estaban ansiosas y preparadas, listas para sacarlas a bailar, elegir la mercadería y ver si alguna agarraba viaje. Adrián, ni bien entró, cruzó todo el salón y se mandó al frente con una morocha flaca y mal vestida. Y eso que yo le aconsejé: “Dejate ver primero, espera que alguna te fiche, hacete desear y elegí despacito”. Pero no, el flaco arremetió con la primera que le cayó bien. Tuvo suerte de no rebotar, si no, estaba quemado para toda la noche. Bueno, al menos no quedó en bolas. No se separaron en toda la noche y a las cuatro se tomaron el palo juntos. Seguro a un bar, a charlar de filosofía y poesías.

     Yo bailé unos temas movidos con una rubia con la que nos vemos siempre en la salsera y calentamos motores juntos. Practicamos un poco y nos mostrarnos. La flaca baila muy bien y deja que me luzca, eso sube mi rating con las que quiero levantar.

 

Relato de María

 

     Otra noche de salsa. ¡¡A la fuerza iba a aprender a bailar bien!! Igual, no importa, con Irene y Claudia siempre la pasamos bárbaro. ¡¡¡Que buenas amigas!!! Hicimos una costumbre de ir los sábados a la noche a la salsera y los miércoles a la milonga de La Viruta. Entre salsa y tango, nos divertimos y, de vez en cuando, conocemos algún flaco de onda. Ellas se preocupan mucho por engancharse con algún tipo. Yo, no tengo tanto apuro. Quiero divertirme y punto. El resto si viene ¡bien! y si no, ¡bien también!.

     Beatriz y Natalia (con las que siempre nos encontramos en la salsera) aportan lo suyo para hacer la noche placentera. La petisa tiene una chispa bárbara para sacarle los mínimos detalles de cada persona y cargar a un tipo o una piba, Betty es dueña de un repertorio de chistes inacabable y una gracia innata para contarlos. Nunca entendí por que se juntan con Miriam (siempre está contando pálidas) y sobre todo con Cristina. Es una engrupida insoportable, viene mas maquillada que estatua viviente y se cree la reina del lugar. Pobre. Con las ínfulas que tiene nunca va a conseguir un flaco que quiera algo más que bajarle la caña.

     Parecía que iba a ser una noche más. Una noche más de bailar entre nosotras. Una noche más de bailar, cuando llegaban, con alguno de los galanes que venían a lucirse. Una noche más terminando en un bar y... a dormir. Hasta que llegó ese marciano. Estaba acompañado de otro de los “carilindos” exhibicionistas que vienen a mostrarse, como si una se fuera a derretir ante ellos. Pero este no tenía esa onda. Es más, casi estaba fuera de lugar en el boliche. Miró a todos lados, atravesó la pista y enfiló directo a nuestra mesa para sacarme a bailar. Estaba por cortarle el rostro, pero algo me lo impidió. Quizá la frescura de tirarse de cabeza en un lugar donde todos se cuidan de no rebotar, midiendo cuidadosamente el terreno antes de invitar a alguien. Quizá la pinta de naufrago en medio de ese gentío. Quizá la mirada tierna ¡Que se yo!

     La cuestión que el flaco me fue gustando cada vez más. Tierno, amable, inteligente. Delicado para el trato, suave para transar. Cuando me propuso ir a tomar un café para charlar tranquilos sin que nos aturdiera la música y nos obligara a gritarnos en el oído, ya estaba dispuesta a partirle la boca.

 

Relato de Cristina

 

     Tal como es mi costumbre, cuidé hasta el más mínimo detalle. El pelo teñido de rojo intenso, lavado y secado. Con los rulos minuciosamente armados y vaporizados con gel para que se mantengan firmes y con brillo, dejando caer uno de ellos “distraídamente” sobre mi ojo derecho. El maquillaje me llevó una hora completa. Resaltaba cada rasgo, escondía arrugas y envejecimientos prematuros. Daba el toque justo de osadía y recato. ¡¡¡Siempre fui una artista en ese tema!!!

     Todos me dan menos de treinta aunque los pasé hace ocho años largos. Las pestañas, sugerentes, las cejas remarcando los gestos de unos ojos brillantes con sombras y brillos. Los labios sensuales, con un tono de color que los iluminaba. Y ese lunar tan estratégicamente colocado al borde de la boca. Se van a derretir los galanes que me inviten a bailar. La ropa era otro elemento pensado para llamar la atención. Ajustada y atrevida, con una blusa suelta y traslúcida, que deja adivinar generosamente mis lolas recién hechas, apretadas por el push-up. Para el que baile conmigo va a ser una invitación a que se le pierdan los ojos. Un saco corto marcando mi cinturita y una pollera lo suficientemente mini como para que se luzcan mis bonitas piernas, enfundadas en medias caladas. Unos zapatos de taco altísimo que daban a mi cuerpo esa postura de colita parada, que tanto calienta a los tipos. Al bambolearla al son de la salsa no voy a dejar de llamar la atención. Y una carterita mínima haciendo juego. El taxista que me llevó al boliche casi se queda bizco al mirarme por el espejito mientras manejaba. Amén del susto de chocar, eso me dio más seguridad del efecto que causaba.

     Ya en la salsera, fui a la mesa de costumbre. Las chicas estaban esperándome. La charla era la de siempre. El tema era el usual: ¡¡Cómo cuesta conseguir pareja!! Con la consabida pregunta… ¿Donde estarán los hombres? Es un runrun constante la queja sobre la dificultad de poder enganchar alguien para algo serio. Que Irene no pueda enganchar fácil, se entiende. Pobre, los rollos le ganaron la batalla hace rato. Miriam esta siempre con la “depre” y no logra juntar doscientos gramos de buena onda. Espanta a todo mino que se le pueda acercar. Claudia no tuvo suerte en el reparto, es muy poco agraciada. Beatriz es una tabla insulsa. Y María, con suficientes encantos como para entreverarse en la pelea sin problemas, no sabe vestirse, no tiene idea de como maquillarse ni sabe destacar sus encantos femeninos. Ni se preocupa por hacerlo. Se podía entender que tengan dificultades.

     Pero Natalia y yo somos unas princesas. La petisa es flaquita, pero con buenas curvas, muy animada y chispeante y con una sensualidad a flor de piel. Es, además, una experta bailarina. Trabajó de número vivo como rumbera en bailes y fiestas, con ese sombrero de frutas y la pollera larga, colorida y abierta adelante. Levanta murmullos al menearse con la música. Y yo, bueno, esta mal que hable de mí, pero los piropos y comentarios a mi paso no dejan lugar a dudas. No soy alguien que pueda pasar inadvertida en una fiesta y sé muy bien como me clavan la mirada los babosos en cada reunión. Sobre todo cuando me sacudo al son del “meneadito”.

     Pero, pese a todo, la cosa estaba dura. Todos los sábados venimos a la salsera y nos vamos sin nada. Solitas. Sin compañía masculina. Ni el número de teléfono de algún tipo pintón y de buena onda para aumentar la agenda. ¿Cómo podía pasar? ¿Que pasó con los hombres?

     Natalia había enganchado hacía quince días un lindo pibe. Pero el loco quería ir a los bifes sin siquiera una salida, una cena, que se yo, una atención acorde a la preciosura que tenía al lado.

-“Mandalo a freír churros” le dijimos las chicas. “Tenés que hacerte valer”.

- “Estos salames no se dan cuenta lo que tienen al lado”.

     Yo también había enganchado un flaco muy bonito y amable, de buen trato, cortés y sensible. Parecía llenar todas las fichas. Pero....siempre hay un pero. Tenía más dramas que novela mexicana. Muy honestamente me contó todo. Se había quedado sin laburo y sobrevivía de changas. Primer inconveniente. Garantía de poco resto para invitaciones, salidas y atenciones. Además se había separado hacía poco y tenía una hija de ocho años. Demasiadas pálidas. Yo buscaba a alguien sin rollos, sin historias pesadas. Alguien en quien encontrar respaldo, sostén. Un hombre que me contenga. Este era una invitación a pelearla juntos. Y yo la vengo peleando hace años. Ahora quiero alguien que me resuelva dramas, no que los aporte. Con los míos tengo para repartir.

     Pero... no se pierden las ganas ni las esperanzas. Acá estamos remándola. Como dice Natalia, con la banderita de libre prendida y la mirada atenta.

 

Relato de Adrián

 

     Le di bola a Ismael solamente para que no me rompa más con la salsera. Me tiene cansado. Se cree un capo en levantar minas y no gana más que cualquiera de los de la barra del bar. Pero, ¿quién lo convence de lo contrario? Además, se prepara para ir a bailar como si fuera un artista de varietés. Se baña, se llena de cremas y talco, se perfuma, se depila las cejas. Las pilchas las cuida como si fueran de oro. Sólo lustrar los zapatos le lleva veinte minutos. Me dio tantas indicaciones sobre la ropa que me mareó. Para mí, la mano viene por otro lado. Sin tanto acartonamiento. Sin disfrazar lo que uno es. Bañito, pilchas normales y... si la piba te gusta y le gustas...adelante. Sin preconceptos. Por ahí terminas charlando y te das cuenta que no va para más o en una de esas te ligas con una piba que calzas fenómeno y formas algo profundo. Es más, no se bailar muy bien y no soporto la música tan alta que ponen, como si fuera necesario aturdirse y quedarse sordos para poder moverse. Ni podes hablar con la piba que estas bailando. Pero ¡ya está! había aceptado acompañarlo y ahí estaba, esperando que me pase a buscar para ir a su bendita salsera.

     Cuando lo vi, traté de no reírme para no herirlo, después de todo es un flor de pibe. Se preocupó por mí, a su manera, pero se preocupó. Quiere ayudarme a que consiga una mina y lo hace de la forma que el cree (no, no cree, está seguro) que se consiguen mujeres. Pero es patético, parece una propaganda de perfumes. Impecable por donde lo mire, demasiado perfecto. No se maquilla porque todavía no llegó a ese extremo la moda. Pero no creo que falte mucho. Igual, subí al coche y arrancamos.

     Veinte minutos después entramos en la famosa salsera de la que tanto me habló. Parecía una exposición de maniquíes. No había un detalle fuera de lugar. Todos, hombres y mujeres, producidos hasta el hartazgo. Pelos, vestidos, poses. Todo estudiado y planificado. Casi más me vuelvo ni bien entré. Pero, en una mesa, vi a una flaca distinta a toda esa onda. Me encantó la frescura de su rostro, apenas maquillado. La ropa sencilla, pero elegante. Distendida, sin pose. Crucé la pista derecho hacia ella y la invité a bailar. Aceptó enseguida. Cuando nos cansamos de hablarnos a los gritos y de intentar bailar sin quedar muy mal al lado de parejas que se sacaban chispas sobre cual hacía el paso más perfecto, la figura con mas filigranas o el movimiento mas lucido, nos fuimos a un bar a charlar.

 

Relato de Ismael

 

     La colorada esta buena. Se vistió para calentar a un muerto. Seguro que quiere guerra. Y baila la salsa lenta refregando la cola contra mí o se contonea, dejando a mi vista un escote bien marcado. Esta de oferta la turra. Empecé la franela suavecito pasándole la mano por las piernas cuando bailaba, espalda contra mí, siguiendo el ritmo sensual del baile. Cuando sonaba “el meneadito” le apoyé ese trasero tentador y no hacía gesto de separarse.

     Así estuvimos toda una ronda de salsas, casi media hora de franeleo, insinuaciones, toqueteos y roces. Nos lucimos en los giros y hasta compartimos una rueda de casino con otra pareja. Pero la mayor parte fue un baile de seducción donde la figura más repetida era aquella en la cual yo marcaba el paso en el lugar y ella, apoyando su espalda contra mí, subía y bajaba refregándose al son de la música y su meneo. Cuando bailamos la salsa lenta, los roces y las caricias fueron en aumento. La abrazaba de frente y se movía contra mí, rozando sus pechos o se ponía de espalda, la rodeaba con mis brazos y se pegaba a mí, contoneándose seductoramente.

     Al bailar el primer lento, fui bajando la mano hasta casi tocarle la cola y suavemente me la sacó. No me extrañó, pensé que era para no entregarse tan fácil. Volvimos a sacudirnos con una serie de merengues y otra ronda de salsas lentas. Otra vez franela con la cola, revoleo de pechos, contoneos sensuales. Al próximo lento, le di un beso en el cuello y saltó como si la hubiese mordido Drácula.

-“Despacio, nene, que yo vengo a bailar” me dijo la guacha.-

     Yo estaba que hervía. Pero en el medio de la pista no iba a hacer un escándalo. Terminé la pieza y le dije que iba a tomar aire. -“¡¡Andá a calentar a otro!! - pensé y me fui a la barra. Pero me había dejado mal la turra, me había agarrado una calentura de novela. Bailé con dos o tres pibas más y me fui a casa. Otra vez será.-

 

Relato de Adrián

 

     Cuando dejé a María en la casa estaba amaneciendo. ¡Cómo se nos pasó el tiempo! Es una piba deliciosa. Sencilla, franca, una preciosura. Al separarnos nos dimos un largo y tierno beso y quedamos en ir a tomar unos mates a Palermo hoy a la tarde. ¡¡¡ Y yo que estaba a punto de no ir a bailar salsa!!! Menos mal que le hice caso a Ismael. Le tengo que dar las gracias cuando lo vea.

 

Relato de María

 

     Todavía estoy temblando de emoción. ¡¡Que pibe más dulce!! Ahora como diablos hago para dormirme. Dentro de diez horas pasa a buscarme y voy a estar zombi de sueño. ¡¡Que lindo!!

 

Relato de Cristina

 

     Las primeras dos horas fueron como son las dos primeras horas....un embole. Pocos minos y muchas mujeres. Son de práctica. Bailamos entre nosotras, ensayando pasos, poses, gestos. A las dos y media cayeron en tropel los turros. Vienen justo a la hora que comienzan los lentos. A chapar derecho. A transar, evitándose el esfuerzo y de paso no tener que pagar muchos tragos. Vienen a los bifes. Un poco de lentos, un poco de ternura y...al telo. Pero… una es una veterana canchera para dejarse engrupir.

     Natalia y yo bailamos con unos cuantos flacos. Es decir que, tal como es previsible, no quedamos de garrón. Tuvimos que parar las manos de todos los que nos invitaron a bailar, y cortarle el rostro a algunos babosos. Pero nosotras dos bailamos toda la noche. Ah! y María, que se pegó a un pibe tan “me cago en la moda” como ella y con el cual desapareció a eso de las cuatro.

     Yo estuve un buen rato con un flaco que ya había visto por el boliche, muy pintón, buena pilcha, buen bailarín. Canchero para no lanzarse de entrada. Parecía que marchaba todo bien. Pero al poco rato la cosa quedó clara. Se había ligado una fenomenal calentura con el cuerpito que Natura me dio y no quería saber nada de próximas salidas, charlas, ni otra cosa que no pasara por una sesuda inspección a todos mis rinconcitos y posterior encamada. Está para darle, pero no iba a aflojar tan rápido. Le corté el rostro suavemente. Es un habitué del lugar y en otra ocasión, quien sabe, por ahí se puede lograr que me corteje de una manera mas galante. Había buen “feeling” en el baile. Lo dejé en “stand by” hasta otra vez. Se le nota que esta “muerto” conmigo.

     Al final, como otras tantas noches, fuimos todas las chicas solas (menos María), a un bar a tomar un café, sacar el cuero a los tipos (y obvio, también al resto de las mujeres) y contarnos las anécdotas de la noche, quejándonos nuevamente, para variar, de la falta de hombres. Todas estuvimos de acuerdo en que María aceptó ir al telo con su mino. Además, María es así. No le preocupa si la invitan, si la lleven a cenar. Donde le gusta la pierna, agarra viaje sin drama. Ni se preocupa si el tipo tiene kilombos, guita, laburo. Nada. Ella dice:

-“La paso bien y lo demás, se hace caminando juntos. Da hasta donde da. Solo se puede saber si esta bueno si se prueba”.-

     Todas las demás supimos mantenernos firmes. No vamos a estar tirándonos a la pileta por cada cara bonita. Una no está para regalarse ni menos para intentar con cualquiera. A esta altura queremos pisar sobre seguro. Queremos garantías de no volver a equivocarnos. La cuestión es que la calle está dura. Pero, a seguir adelante. Ya vamos a encontrar a ese hombre en quien refugiarnos. Ya va a aparecer ese caballero generoso para mimarnos y con la mente abierta para aceptar que podemos ser inteligentes y tratarnos con respeto, de igual a igual.

     Me despedí, fui a casa, me bañe, me acosté. Puse una película en la tele y terminé abrazada a un consolador de medidas adecuadas...

 

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Comentarios

@OSKYY

08/12/2017



Muy bueno!!!! Cada situación según los ojos que miren!