ANTICIPO DEL DIA DEL NIÑO

Querido hijo, en todos tus dibujos
me representás contento,
con una sonrisa, que te debo.
Ya quisiera ser como en tu papel de color,
ese papá que sonríe.

Te amo con toda mi alma. Sin embargo,
desde que sale del puerto de mi corazón hasta que llega a tus ojos,
mi amor atraviesa un tortuoso recorrido de exigencias,
inseguridad, impaciencia, y otros y otros asuntos.
Me arrepiento, eso sí, bien que me arrepiento siempre.
Sé pedir perdón;
anotá:
sé pedir perdón, cocinarles,
comprarles ropa,
juguetes, tener una casa caliente y segura.

Mi cara sonríe en tus dibujos.
¿Sabrás cómo te miro?
Lo que más temo es cómo te ves
por cómo creas que mis ojos te ven.
Entre mis ojos y los tuyos, ese mar que te decía,
Lestrigones y Cíclopes, una bandeja frágil que sostiene mi mundo,
cuatro tortugas feroces, el miedo a que
todo se vuelque y se derrame.
Me parece mentira tanta dicha, entonces me preparo
para cuando todo se pierda.
El amor de mis ojos atraviesa el viejo océano
del primer testamento, raramente llegan esas
frágiles embarcaciones con la carga completa.
La tormenta zarandea indolente; luego
el reflejo de lo que te amo vuelve avergonzado
sin haber cumplido, por no haberte cubierto, sino a medias.
Te escribo tantas cartas amorosas,
hijo mío,
aunque en tus manos se despliegue el papel
y no te lleguen todas esas letras.
Te mando tantas,
tantas cartas,
tan amorosas.
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© Luis Pescetti

 

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