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Publicado por
@CECILYA

06/02/2021#N74969

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Demás esta decir que acuerdo con los dichos de quien publicó la nota en Face, entiendo tambien que tal vez habrá quien no acuerde sea lo que sea........

Unos tanos en pedo cantaban Bella Ciao desde un balcón, otros desenfundaron violines en otros, verduleras, o sacaban voces de líricas desde algunos más allá. Así la humanidad se saludó los comienzos de la pandemia. Nunca faltan los adictos a sí mismos que auguraron un mundo post cataclismo, de mejor cabalgadura.

La solidaridad chorreaba hasta lo empalagoso, desde empujar viejos para levantarlos después, o enceguecer videntes para poder hacerles las compras y sentirse útil. Atrás de los barbijos la puta y sagrada humanidad seguía agazapada. A los médicos primero nos aplaudían, nos agradecían, nos recibían con lágrimas de Cid volviendo del exilio, a rayarnos los autos, separarse de nosotros en la cola o escupirnos el título que nos daba el pan y a otros la salud o la vida.

El alcohol en gel se transformó en lluvia dorada de Brad Pitt, y los más audaces se agolpaban a sobre stockearse de papel higiénico y mandarinas. Que si el barbijo no, que si sí, que si los guantes no, que si me cago en la distancia porque un abrazo previene hasta el cáncer de culo. Bendita y lábil humanidad diezmada por sus propias indecencias.

Las fuerzas del orden y de seguridad, de pronto fueron aquellos soldaditos sirviendo chocolate caliente, y cuando uno se daba vuelta te rodeaban la casa de gobierno o te hacían desaparecer como quien no quiere algún morocho. Los rugbiers no cambiaron demasiado en esa manía de confundir guindas con cráneos de jóvenes teniendo por supuesto más decoro para tratar la guinda que las cabezas que sentían de por sí oprobiosas.

Aplausos fueron y vinieron. La masacre comunicacional de la derecha se sintió en su salsa terrorista y desde el inicio hasta la fecha se frotan las manos reventando a los gobiernos populares y decentes. La humanidad empezó a asomar la cabeza desde el agua cristalina y fresca del miedo, al aire contaminado de la continuidad de egoísmos. Casi, casi, hasta avergonzados de habernos sabido buenos un rato. Volvió la complaciente inmoralidad de con mi vida hago lo que quiero y si puedo, con la vida ajena también. Porque a mí nadie me regaló nada. Y todo lo que tengo lo hice trabajando. Como el infeliz locutor de radio cordobesa que se le fue lo bravucón tan de pronto que a los días hasta el velorio ya fue un recuerdo de la nada. Así pasó la humanidad de lo sublime para volver rápidamente al ridículo. No sea que el amor, la gratitud, o la decencia solidaria hubieran llegado para quedarse un tiempito a descansar de la puta utopía de una humanidad más humana.

Ernesto Argañaraz