RUIDOS MOLESTOS
Escrito por
@KARALGA
Entré a la salita donde me esperaba mi primer defendido, saludé con un gesto al agente de guardia y me senté frente al hombre que había sido detenido la noche anterior.
A la primera ojeada, nomás, consideré acertada la medida de conservar cercano al agente. El aspecto del hombre era más apropiado para un instituto mental, pero estaba acusado de un asesinato bastante alevoso. La mezcla de posible psicosis y tendencia asesina me convencieron de aceptar que el agente Ordoñez, según decía la plaquita prendida a su camisa, estuviera presente. Después de todo, esta primera visita era para tomar contacto y asegurarme que él aceptaba mis servicios. Sí lamenté que éste fuera mi primer caso como defensor de pobres. Por un momento pensé que ojalá este hombre no lo fuera, que recobrara la lucidez y llamara a su abogado.
Apenas me senté él levantó la vista, hasta entonces fija en la mesa, y clavó en mí esos ojos inmensamente abiertos cuyas pupilas delataban el efecto remanente del sedante que se le había aplicado. Hasta donde yo sabía, un patrullero, cumpliendo en la medianoche anterior su patrullaje de rutina, se detuvo a inspeccionar el garaje, sospechosamente abierto, de uno de dos dúplex construidos adyacentes, como se puso de moda en los últimos años. Encontraron el cuerpo de un hombre, repleto de puñaladas; una de ellas le había abierto la garganta hasta casi cortarle la cabeza; también notaron que prácticamente le habían arrancado la nariz. Apenas un rato después, cuando ya se habían aglomerado dos patrulleros y una ambulancia, se abrió la puerta del dúplex de al lado y un hombre enloquecido, ensangrentado, emergió vociferando y portando un cuchillo de cocina en una mano y una maza en la otra. Consiguieron sujetarlo cuando estaba a punto de acuchillar el cadáver, al que le gritaba algo así como “¡Acabala, acabala de una vez…quiero dormir…!”. Se lo llevaron a la comisaría. Tuvieron que inyectarle un sedante como única vía para que se calmara. Ahora, tres cuartos de día después, lo tenía sentado frente a mí, en esta salita de la alcaidía de Tribunales, con sus ojos que apenas pestañeaban, apretando el borde de la mesa entre el pulgar y los restantes dedos de cada mano. Temblaban un poco y eso hacía sacudir levemente la cadena de las esposas. Abrí la carpeta, leí y le hablé.
- Soy el Dr. Perry. Su nombre es Noé Cansino, ¿correcto? – La respuesta demoró unos segundos.
- Sí. Quería dormir. – Lo miré, sorprendido, durante más segundos que los que su respuesta había demorado. Aunque no dejé de mirar a Noé pude advertir de algún modo la sonrisa burlona de Ordoñez, que apoyaba su espalda contra la pared, varios metros atrás. Continué.
- Yo voy a encargarme de su defensa. Estoy en el cuerpo de abogados forenses. Pero necesito estar seguro de que Ud. no tiene abogado particular. –
- No, no tengo. Pero quería dormir, entiéndalo, por favor. – Suspiré, acallando el deseo de que apareciera un psiquiatra forense, e intenté mantener una línea ortodoxa.
- Sr. Cansino, comprenda que Ud. está en un problema muy serio. Lo primero que necesito es su aceptación formal de mis servicios y después…... –
- Sí, síii…. acepto sus servicios. Pero entienda que yo quería dormir. No aguantaba más. –
- …………. después de firmar unos papeles hablaremos a solas. Ud. deberá contarme toda la verdad. Es imprescindible. – Fue la primera vez que vi una chispa de alivio en sus ojos.
- Sí, sí…necesito contarle mi verdad. Va a comprender. Quería dormir….. – Traté de comenzar el registro de datos personales.
- Su nombre ya lo tengo. ¿Edad? –
- Cuarenta y dos. Pero espere, que le cuento…. – Quise imponerle orden y procedimiento.
- En seguida, espere un poco. ¿Domicilio? – Levantó la voz y aferró la mesa con más fuerza. Lo noté en el blanco de sus uñas.
- La calle Griveo, al tres mil….. Pero DÉJEME CONTARLE…! – Hice un esfuerzo por controlarme y me mantuve en mis trece.
- Noé….. ¿puedo llamarlo por su nombre? –
- Sí. ¿Y puede escucharme de una vez? –
- Es que necesito sus datos. ¿De qué trabaja? – Sacudió la cabeza como si fuera a golpearla contra la mesa. Noté que Ordoñez se tensó, allá en el fondo, para intervenir. Por suerte, Cansino habló.
- Soy calculista de recipientes de presión. Calderas y esas cosas. – Se le escapó un principio de sollozo y se cubrió la cara con sus manos – Estoy por perder mi trabajo. ¿Entiende ahora? Quería dormir…dormir… Y ese hijo de puta no me dejaba. – Le concedí algunos segundos y continué.
- Cálmese, Noé. Y míreme, por favor. ¿Es casado? –
- No. Me divorcié hace cuatro años. –
- ¿Vive solo? –
- Sí. Yo solo quería dormir. Trabajar bien, como siempre lo hice.¡ Déjeme que le cuente..! – Estiró las manos y tomó la mía más cercana. Ordoñez hizo un movimiento para aproximarse pero lo frené con la mirada.
- ¿Dónde trabaja, Noé? – Él no soltó mi mano. Bajó la cabeza. Vi una lágrima estallar al impactar sobre la superficie de la mesa. Un largo suspiro precedió a la respuesta, pero ésta igualmente llegó con tensión.
- En una fábrica de calderas en José León Suárez. ¿Sabe que se me van cuatro horas por día en viaje? Me levanto a las cinco de la mañana, incluso los sábados. – Me apenó que el hombre no saliera de su disco rayado. Reintenté encauzarlo en la gravedad de su caso.
- Está bien, Noé, ya me irá contando. Ud. fue detenido anoche y se lo acusa de un hecho criminal muy violento………. –
- Sí..! Y qué? Tenía que terminar con ese suplicio. No daba más. ¿¡No entiende lo que le digo, caramba!? – El apretón de sus manos, que no me habían soltado, hizo doler la mía. Nuevamente frené a Ordoñez con la mirada. Algo me mantuvo callado, a ver qué salía de aquella mente en estado de obsesión. Noé dejó correr su verba como si hubiera adivinado mi propósito.
- Hace tres meses vinieron esos nuevos vecinos. El tipo ese y su mujer. No sé cual de los dos es más desagradable. Esa misma noche empezó el problema, Dr. ¡ Ay, Dr., si yo hubiera adivinado…! - Mi mano dolió nuevamente cuando él la apretó.
- ¿Adivinado qué, Noé? –
- Lo que iba a pasar..! Por Dios, juro que me mudaba de antemano. – Con cuidado fui llevándole las manos hasta su borde de la mesa y me solté mientras preguntaba.
- ¿Qué es lo que pasó? –
- Ronquidos. RON-QUI-DOS..! Tremendos. Ese hijo de puta es un aserradero viviente. – Casi le digo “Ya no lo es, gracias a Ud.”, pero me refrené. Ahí me di cuenta que me estaba estresando un poco. Ordoñez recicló su queda sonrisa burlona. Busqué una salida a esta situación que me hacía sentir incómodo.
- Noé, le propongo algo. Descanse bien hasta mañana y regresaré a las once para que podamos conversar en privado. Lo noto demasiado nervioso. –
- No es necesario, doctor. Solo escúcheme. – Empecé a guardar mis cosas en el portafolio.
- Hágame caso, Noé. Nos vemos mañana y todo será mejor. – Quise levantarme pero Cansino golpeó la mesa con sus puños y me sujetó de un brazo.
- ¡Un carajo..! ¿Qué clase de boga es usted si no quiere escucharme!? ¿Es que no se da cuenta de lo que pasó!!!? No tuve más remedio. No tuve otro camino!!! – Me quedé clavado en la silla. Ordoñez regresó los pasos que había dado hacia nosotros. Del otro lado de la mesa llegó un borbotón oral.
- No dormí. Esa noche ya no dormí. Le juro que mi propia cama vibraba, doctor. – No pude evitar una sonrisa por el pobre desgraciado. Ni hablar de la de Ordoñez.
- ¿De verdad sonaban tanto? –
- De verdad, doctor. En esos dúplex los dormitorios están contiguos. La cabecera de la cama de ellos está pegada a la mía. Y las paredes parecen de cartón. No sabe cómo reputié al arquitecto…. – Oculté otra sonrisa. Hubiera sido demasiado. El borbotón siguió, rampante.
- A la noche siguiente, lo mismo. Apenas pude dormir. No aguanté y golpeé la pared con la mano. No hubo caso. Me parecía que la pared se estremecía, le juro. Al rato, usé un zapato para golpear. Y entonces, sí. Hubo un silencio, unos murmullos y me llegó un insulto. No lo contesté y traté de dormir. –
- ¿Pudo? –
- Apenas. Antes de las cinco me desperté de nuevo. Decidí levantarme, si ya casi era mi hora. –
- Bueno, ahora déjeme hacerle unas…… -
- Cuando volví del trabajo fui a golpear la puerta. Me atendió la mujer y llamó al marido. Qué asco de gente..! ¿Sabe todo lo que recibí de ese bestia? Que me mudara, si tanto me molestaba. Hijo de puta….. Esa noche me tomé una pastilla. ¿Y sabe Ud. qué gané? Me quedé dormido! Llegué al mediodía. Yo, que tenía asistencia perfecta..! – El borbotón se estaba convirtiendo en un chorro indetenible contra el que poco pude. –
- Noé, necesito que…… -
- No sabe lo que fue esa semana. Y la siguiente. Dormí varias noches en el sofá del living, en planta baja, pero igual me llegaban los ronquidos de ese hijo de mil putas. Que me mudara..! ¿Por qué no se iba él, con la gorda esa que tiene de mujer, a una carpa en la Patagonia? Yo no aguanté más, doctor. Me dolía el cuerpo de dormir en el sofá, que es duro. Un día noté que salieron y eran las diez y no habían regresado. Me fui a mi cama….. A las dos de la mañana me desperté, doctor, casi flotando por las vibraciones. Por Dios….! – El hombre se agarró la cabeza y después se tapó los oídos, como si los ronquidos estuvieran presentes allí. Me apiadé.
- Noé, ¿no hizo otro intento de conciliar? –
- Qué no voy a hacer….! Esperé al sábado a la tarde, después de llegar del trabajo y almorzar algo. Fui de nuevo, toqué el timbre. No me atendieron. Yo sabía que estaban porque el auto estaba allí. Toqué otra vez, largo. Salió el bravucón ese y a las dos palabras me mandó a cagar y me cerró la puerta en la cara. No sabe cómo le pateé la puerta. Esa noche tampoco dormí….. En el trabajo me estaba volviendo loco, doctor. Estaba cometiendo errores en los cálculos. – A estas alturas, yo ya no sabía bien qué hacer. No pude evitar desviarme un poco hacia la línea de Noé Cansino.
- Pero, Noé, ¿no se le ocurrió ir a la policía? – Atiné a decirle y él se exasperó. Golpeó de nuevo la mesa. Ordoñez ni se movió esta vez.
- Pero por supuesto, doctor..! Todo intenté. Todo..! En la comisaría se me rieron en la cara, ¿puede creerlo? – Vi el gesto de “yo no fui” de Ordoñez – y fui a ver a un abogado. Mandamos carta documento, se los convocó a una mediación, pero esos ni se acercaron. Al final, el abogado me explicó que si quería podía seguir adelante, pero serían no menos de dos años, por las pruebas y todo eso, más un montón de dinero…. Usted debe saberlo mejor que yo……. – Asentí con la cabeza.
- …….. y ya habían pasado dos meses, doctor. Hasta me fui a dormir a un hotel, pero me salía un dineral… ¿Y para qué? ¿Por qué, si yo tengo mi casa? Si yo vivo ahí desde hace doce años. Ya tenía ese sonido en mi cabeza, doctor. Estaba en la oficina y lo oía. Una vez mis compañeros me preguntaron qué me pasaba porque grité ¡“Basta… basta de roncar..!” en medio de una reunión de trabajo… ¿se imagina el papelón, doctor? – Levanté la mano en un intento por que se callara. Fue inútil.
- Empecé a irme a la cama a las ocho de la noche. ¿Se da cuenta? Llegaba a las siete de la tarde, me bañaba, comía cualquier cosa y me acostaba. Invariablemente me despertaba alrededor de la medianoche, con esos ronquidos en mis tímpanos. Y después era inútil..! No dormía más. Era IN-SO-POR-TA-BLE, doctor…! …Mi trabajo….mi trabajo…… -
- Cálmese, Noé. Déjeme explicarle unas cuestiones. –
- ………. mi trabajo empezó a estar en peligro. Hace veinte días me llamó mi supervisor porque mis cálculos estaban mal… ¿sabe qué hubiera pasado si él no revisaba? La caldera volaba al rato de funcionar…. ¿Tiene idea de la vergüenza que pasé? Jamás, pero jamás había fallado un cálculo en veinte años de trabajo. Esa noche no dormí, pero de vergüenza y preocupación, doctor…. Creo que ni recuerdo si hubo ronquido, esa noche. – Noé apoyó la cabeza en sus manos sobre la mesa y jadeó su desesperación. Juro que me estaba conmoviendo, lo cual era peligroso. Apoyé mi mano en una suya y le hablé con suavidad.
- Hágame caso, Noé. Dese un día de descanso y nos veremos mañana. Elevaré una nota y seguro que…… -
- No…! Necesito hablar. Contar. Porque la semana pasada decidí matarlo. Sí. Lo decidí. No iba a perder mi trabajo por ese hijo de puta…. – Me quedé estupefacto. Cansino estaba iniciando una confesión. Supe que el proceso era indetenible, pero no podía tolerar la presencia de Ordoñez. En un santiamén, decidí aceptar el riesgo de quedarme a solas con Noé. Lo sacudí con fuerza de las manos. Logré que se callara y me mirara.
- Espere…espere…! Agente, salga de acá, por favor. Necesito privacidad con mi cliente. – Ordoñez dejó la sala pero antes me regaló un gesto de “para lo que le va a servir”. Cerró la puerta apenas antes de que resurgiera el ancho río de palabras fluyendo desde una boca torcida por la furia.
- Y no crea que no hice otro intento de arreglar las cosas como buen vecino, doctor. Noooo…. El domingo siguiente a lo de mi supervisor fui a tocarles la puerta al mediodía. Sé que la mujer me vio por la mirilla. No dijo nada y llamó al bruto ese; yo la oí hacerlo. ¿Me quiere creer que ese animal salió a la puerta con un palo en la mano? Yo le di el “buenos días”, sin embargo, pero me contestó con un “qué mierda querés”. ¿Qué convivencia se puede esperar de alguien así, doctor? Terminamos a las trompadas; me ligué un palazo en el hombro… mire, me dura el moretón. – Se corrió la camisa como pudo y, efectivamente, su hombro izquierdo era una bola violeta. No supe qué decir. De todos modos, lo sé, Noé no me hubiera escuchado. Estaba absolutamente lanzado.
- No sé como ese bestia no me mató. Me dobla en peso y altura…. Me dio trompadas hasta que quiso y antes de cerrar la puerta me juró que si seguía molestándolo a él o a su mujer me iba a matar. ¿Qué piensa usted que me quedaba por hacer? Eh? No quiero decirle lo que fue el resto de esa semana. Creo que deben haber puesto adrede un micrófono porque el ruido fue tremendo, peor que nunca. ¡Qué hijo de puta, el tipo ese…! Y no sé ni el nombre. Pero todo se precipitó el viernes de esa semana, doctor. Ahí vi que solo me quedaba matarlo ….. –
- Espere, Noé. ¿Ud. se hizo revisar? ¿No sabe si alguien los vio pelear? –
- …… porque el viernes pasado, a la mañana, la gerencia nos convocó para anunciarnos que la empresa había ganado una gran licitación por seis calderas de gran potencia y que deberíamos trabajar a full, con horas extras y todo, porque había que ………. –
- Noé, ¿no tiene testigos de la agresión? –
- ………. entregarlas en cuarenta días. Todos nos pusimos contentos porque se habló de un premio en dinero, pero a la tarde me llamó el gerente. A mí!! entiende? A míii…. para decirme que estaba al tanto de mis problemas en los últimos meses y también del error en el último cálculo y me puso en claro que me estaba jugando el trabajo y ahí sí, ahí sí que ……… -
- Por favor, Noé…atienda lo que le pregunté. –
- …….. me vi con mi vida arruinada porque sin trabajo y echado por mal desempeño ¿dónde iba a trabajar, doctor? ¿cómo le iba a pasar a mi ex el dinero para mis hijos? Por eso, doctor, comprenda, yo ne-ce-si-ta-ba dormir bien, mucho, tranquilo, para trabajar sin problemas… para rendir bien ¿comprende? – Yo lo miraba, absorto e impotente, sin fuerzas ya para nada más que esperar el agotamiento de ese desmadre de un dique roto.
- ¿Comprende, doctor, por qué decidí matarlo, a ese hijo de puta? Lo decidí en el tren, regresando de la fábrica. Quise planearlo bien pero, ¿sabe? la oportunidad se me dio solita, por eso creo que Dios me dio una mano….no quiso permitir que mi suplicio continuara. Porque ayer ¿sabe? ayer yo me di cuenta que no estaban y decidí esperar, escondido tras las cortinas. Media hora después llegaron. Pensé bajar y matarlos a los dos pero… no era justo…la mujer no me hacía nada, aunque era una grosera también…. Ya tenía el cuchillo en la mano cuando lo vi subir de nuevo al auto a ese hijo de puta…. la mujer le dijo algo desde la puerta y él salió. Ahí vi mi oportunidad..! Ahí supe cómo hacerlo. Así que bajé y me escondí detrás de la escalera. Al rato él regresó y metió el auto. Salí como un rayo y lo pesqué justo cuando iba a activar la puerta del garaje. En la otra mano sostenía una bolsa. Me vio cuando ya era tarde. Le tiré un puntazo y chilló. Y seguí…seguí y seguí hasta que quedó muerto en el suelo. Entonces le acuchillé la nariz. No va a roncar más ese hijo de puta. Me aseguré. – Noé se silenció, sonriendo, como aliviado de la descarga. Tragué saliva y le pregunté suavemente, mientras avizoraba una defensa por emoción violenta o insanía temporal.
- ¿Y qué hizo seguidamente, Noé? – Su cuerpo fue exhibiendo una transformación asombrosa. Se fue aflojando como un globo al que le quitan aire. Su sonrisa se ensanchó y se llenó el pecho con un suspiro profundo y satisfecho mientras se apoyaba placenteramente en el respaldo. Habló entrecerrando los ojos.
- Me fui a la cama. Iba a dor-mir. Por primera vez en tres meses iba a dormir profundo, tranquilo, hasta la hora de salir para el trabajo. – Fue entonces cuando súbitamente me acordé de algo: él había regresado a la escena del crimen. Por eso lo detuvieron.
- Noé…. ¿eso fue todo? – Abrió los ojos y vi cómo la tensión se apoderaba de nuevo de su cuerpo. Sus ojos expusieron desesperación. Se dobló hacia mí y me agarró de nuevo las manos.
- ¡No, no. Pasó algo increíble, doctor¡ Me había dormido, plácido, tranquilo. Y de repente… de repente me desperté sacudido por los ronquidos. No entendía nada… ¿Otra vez? ¿después de no sé cuántas cuchilladas? ¿es que ese hijo de puta es Terminator, doctor? – Se había puesto de pie y ya me sujetaba con fiereza, sacudiéndome las manos. Empezó a temblar y a vociferar.
- No podía ser….. ¡No podía ser….! Me levanté y tomé el cuchillo….decidí completar la obra, asegurarme que ese no iba a joder más, que me iba a ganar mi paz para siempre…!!! Busqué mi maza de dos kilos, por si acaso, y bajé…… - Levanté la voz y traté de zafar de sus manos.
- Cálmese, Noé. ¡Basta…deténgase un minuto…! – Pero era totalmente fútil. Estaba enajenado. Se subió a la mesa, sobre sus rodillas, sin soltarme.
- …. bajé decidido a lo que fuera. Le iba a reventar la cabeza…!! No podía permitir, doctor, no podía….! – Fue allí que la puerta se abrió con violencia y entró Ordoñez acompañado de otro agente. Les costó muchísimo separarlo de mí y sujetarlo en la silla, esposado a los brazos de la misma. Noé se retorcía y aullaba.
- ¡Hijo de putaaaa…! ¡No vas a roncar más, hijo de putaaaa…! ¡Quiero dormir… dormiiiir….. Andate con tus ronquidos al infierno, hijo de putaaaa! - Mi azoramiento se cortó con la carcajada de Ordoñez, que aún le tenía sus manos sobre los hombros. Lo miré con furia, indignado. Ordoñez no me dio tiempo a decirle cuánto me disgustaba su actitud. Conteniendo apenas la risa, me dijo lo que aún yo no sabía.
- ¡Qué pelotudo..! Los ronquidos eran de la mujer. Los escucharon desde el garaje y tuvieron que despertarla a los gritos. Parece que se había empastillado.
En ese momento llegaron unos paramédicos.
Comentarios
21/07/2021
Este cuento forma parte de mi libro de poemas y cuentos. El año pasado estuvo a punto de ser llevado a escena por Jorge Valdano, pero la pandemia abortó el proyecto.
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Me gustan las actividades al aire libre, caminatas, ir a parques, también los r
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