Dos veces Borges


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Publicado por
@ROBERTO

03/08/2022#N79692

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Especialista en la llamada "crítica genética" y buscador incansable de manuscritos de Borges a lo largo y a lo ancho del mundo, Daniel Balderston logró redondear una importante investigación acerca de la letra, los textos, la caligrafía y los cuadernos en el universo borgeano en dos libros cruciales y que está presentando en la Argentina y otros países de la región: El método Borges (Ampersand) y Lo marginal es lo más bello (Eudeba). Un recorrido académico que no desdeña el discreto encanto de las mejores investigaciones detectivescas. 

Uno de los cuentos más visitados de Jorge Luis Borges es “Pierre Menard, autor del Quijote”. Los motivos que han llevado a numerosos críticos a agotar las páginas que componen el relato son diversas, aunque habría que ver en ese cuento una serie de rasgos que sintetizan todo el proyecto literario del autor. En principio, el cuento es un homenaje y una reseña a la obra impar de Pierre Menard, un artista consagrado a un trabajo imposible, mejor, invisible, que consiste en el plan de escritura del Quijote, no copiándolo, sino generando las condiciones reales para que el milagro de una obra vuelva a darse dos veces sin que medie la reproducción. Menard apenas llega a completar esta obra ya nacida como imperfecta con algunos fragmentos, los cuales señalan un vacío estructural: el vacío de querer hacer por segunda vez, de cero, una de las obras centrales del canon occidental. Juan José Saer, en un lúcido ensayo llamado “Borges francófobo”, apunta otra de las cuestiones más evidentes y muy poco mencionadas por la doxa borgeana: el recurso a la ironía, al humor de sonrisa distante, intelectual, que colorea el texto. Para Saer, Menard representa el modelo diametralmente opuesto al tipo de escritor que Borges buscaba ser: Menard trataba de transformar el plagio en método. Pero, a su vez, como si fuera el reflejo en un espejo oscuro, la obra de Borges compartía mucho más con la de Pierre Menard de lo que parece a simple vista. Menard armó una literatura a partir de fragmentos, que sólo podía ser entendida si se pensaba como una máquina abstracta, invisible, que se apoyaba en esa escritura breve para señalar algo que la excedía, pero cuya realización era imposible.

Hay algo más, en definitiva, que une a Menard con Borges. En una nota al pie del relato, leemos: “Recuerdo sus cuadernos cuadriculados, sus negras tachaduras, sus peculiares símbolos tipográficos y su letra de insecto. En los atardeceres le gustaba salir a caminar por los arrabales de Nîmes; solía llevar consigo un cuaderno y hacer una alegre fogata”. Prácticamente, Borges describe con esta nota al pie no solo las frustraciones que provocan una obra imposible (los cuadernos quemados), sino también sus propios cuadernos, su propia escritura. La prueba de ello es la numerosa cantidad de reproducciones del Borges manuscrito que podemos encontrar en El método Borges (Ampersand, 2021) y en Lo marginal es lo más bello. Borges en sus manuscritos (Eudeba, 2022), dos libros del especialista Daniel Balderston, director del Borges Center en la Universidad de Pittsburgh y de la revista académica Variaciones Borges, los cuales se concentran en tratar de deducir los motivos detrás de las elecciones de Borges de determinadas palabras, determinados órdenes sintácticos o citas parafraseadas para armar las versiones “finales” de sus textos, luego de describir y revisar exhaustivamente los manuscritos disponibles del autor. Manuscritos localizados en archivos constituidos por diversas universidades así como también por instituciones del más diverso tipo o hasta en fondos privados. Bien lo señala Balderston al comienzo de El método Borges: “El especialista en Borges trabaja con una desventaja atroz en comparación con el especialista en Proust, en Flaubert, en Kafka, en Joyce o en Faulkner, ya que los papeles de esos autores suelen estar, en su mayor parte, reunidos en colecciones públicas consagradas a ellos. Por el contrario, muchos de los manuscritos de Borges que han sobrevivido están en venta a precios absurdos en librerías anticuarias o atesorados en colecciones privadas”. La obra del autor de Otras inquisiciones sigue siendo, al día de hoy, un complejo laberinto con más de un corredor sin salida.

 
DANIEL BALDERSTON FOTO DE LEANDRO TEYSSEIRE

NADA ES PARA SIEMPRE

Balderston muestra en sus dos libros el camino de una investigación atenta a los protocolos dispuestos por el mundo universitario para este tipo de trabajos, siguiendo una tradición de escaso desarrollo en el ámbito local conocida como “crítica genética”. Esta consiste, primero, en una descripción adecuada de los manuscritos y de las versiones publicadas que da pie a una serie de hipótesis de lectura. ¿Y que hay que describir? Esa “letra de insecto” que parece unir a Menard con Jorge Luis. Se sabe que el propio nombre de Pierre Menard es tomado del autor del libro La escritura y el inconsciente: Psicoanálisis y grafología (1931), por lo que la proyección del propio estilo de escritura manuscrita de Borges a un personaje de ficción, basado en un doctor real, tiene también la huella de su enmarañado sentido de la comicidad y la imposibilidad de una referencia fija, estable, valedera para siempre, que tanto lo caracteriza. Pero, en definitiva, ¿cómo escribía Borges?

Balderston señala en El método Borges que la caligrafía del escritor va variando según el período. Por ejemplo, los poemas de su época ultraísta, al menos, en sus nombres, copia la tipografía de los títulos de los films en los afiches del cine expresionista alemán. Sin embargo, las revisiones de esos poemas que hizo en 1923 y en 1942, las cuales incorporan las correcciones en los espacios en blanco de los manuscritos de 1920 (que el joven poeta disponía para agregar variaciones o enmiendas a los términos utilizados), están escritas con la letra habitual de Borges, “neta y mucho más pequeña, casi siempre de imprenta, ya que rara vez usaba la cursiva”, remarca Balderston. Algunos manuscritos resultan más elocuentes que otros para ver ese trabajo con variantes en las primeras versiones de los textos, por lo que la elección del soporte físico de escritura también tiene su relevancia o su explicación. Por ejemplo, el manuscrito de “El espejo de los enigmas”, ensayo de Otras inquisiciones, consiste en hojas de un papel cuadriculado que permite mantener las líneas rectas y las letras parejas, dejando siempre un renglón entre línea y línea para sumar modificaciones. En el caso de las segundas versiones, ya con menos variantes, indica Balderston en Lo marginal es lo más bello, se solían llevar adelante en páginas de “Haber” de un libro de contabilidad Carabela, dejando en blanco la página “Debe” del reverso. Pero la prolijidad de estos dos casos, por momentos, choca con manuscritos mucho más difíciles de descifrar, como el de “El milagro secreto”, consistente en hojas irregulares sueltas y con varias inserciones en el margen izquierdo, codificadas con símbolos geométricos, tachaduras y alternativas en las páginas principales, además de párrafos encerrados en círculos y reposicionados con una flecha, y de varios pasajes subrayados. Vale recordar que hasta tal punto la idea de “cuaderno”, digamos, de un texto nunca definitivo, marca la obra de Borges que él mismo bautizó Cuaderno San Martín (nombre de un cuaderno escolar de los primeros años del siglo XX) a uno de sus poemarios.

HISTORIA DE LAS LETRAS

Aunque parezca del todo agotado, en los últimos años se presenció, tanto en el mundo académico como en un público lector más amplio, una relectura de la obra borgeana a partir de nuevos intereses o de nuevas perspectivas no del todo exploradas en análisis previos. “En el último cuarto de siglo han aparecido múltiples libros recopilando y poniendo en circulación textos ‘recobrados’ de Borges que permiten una lectura de sus intervenciones públicas a lo largo de su vida y de los textos eliminados de las primeras ediciones. A su vez, se reeditaron los libros de ensayo que Borges había prohibido reeditar. La accesibilidad a esos textos fomentó relecturas de su obra por senderos que las últimas reediciones de sus libros de los años 20 y las políticas de armado de obras completas habían opacado”, considera Sebastián Hernaiz, escritor, ensayista y docente de la UBA, quien trabajó las reescrituras de Borges, sobre todo, en referencia a sus primeros libros de poesía, y que da una pista para poner en serie el trabajo de Balderston con otras investigaciones que van en la misma línea. “En la última década, a su vez, comenzaron a ocupar un lugar central en las lecturas críticas los manuscritos de la obra de Borges, que solían hasta entonces ser meras mercancías (costosas meras mercancías) en subastas de coleccionistas. Con antecedentes aislados (los trabajos de Élida Lois, de Julio Ortega o de Michel Lafon), esto sucedió, en particular, a partir del trabajo de rescate y puesta en circulación de materiales realizado por Laura Rosato y Germán Álvarez desde la Biblioteca Nacional (los libros Borges, libros y lecturas o la edición crítico-genética de Tema del traidor y del héroe) y de los trabajos de Daniel Balderston, que consiguió organizar y sistematizar una mirada crítica sobre los mismos en El método Borges y en Lo marginal es lo más bello”.

En definitiva, El método Borges es el resultado de un trabajo sobre los manuscritos del escritor “alfa y omega” de la literatura argentina que Daniel Balderston lleva adelante desde 2009 hasta el día de hoy, habiendo publicado una primera versión del libro en 2017 (How Borges Wrote, University of Virginia Press) y con una traducción al francés en 2019. Ampersand publicó el año pasado este trabajo de peso para la renovación de la lectura de la obra borgeana: el contraste entre las diversas versiones permite entender la minuciosidad con la que Borges trabajaba cada texto, inventando sistemas de referencia internos (como símbolos geométricos o hasta letras del alfabeto griego dispuestas en diversos párrafos) o apelando a la importancia de la marginalia, nombre dado a las escrituras en los márgenes que pueden llegar a caracterizar tanto un manuscrito como una edición erudita de algún texto, desde la Biblia hasta las diálogos platónicos. La literatura de Borges parece, desde el comienzo, dialogar con este tipo de prácticas, que no es otra cosa que una escritura basada en la lectura minuciosa, en el comentario y en la apropiación. Balderston va a la saga de este tipo de “escritura en continuado”: Lo marginal es lo más bello es un libro que recoge parte del trabajo aparecido después de El método Borges, así como material más temprano o que quedó afuera del ya citado libro. El panorama se completó el pasado 20 de julio con el taller de Balderston dado en el Centro Cultural Borges y con auspicio del Ministerio de Cultura de la Nación llamado “Las muertes de Thor y Odín: un examen de dos manuscritos”.

La obra de Jorge Luis Borges empieza a adquirir el espesor del trabajo de archivo: si bien eso muestra un nuevo período en la sobrevida de sus textos, eso no implica que no dialogue este estadio con otros momentos de la crítica de la obra del autor, como la puesta en diálogo con su contexto histórico de producción o de lectura que podemos ver en los ensayos de Beatriz Sarlo o de Adolfo Prieto; o en el análisis a partir de sus complejas estrategias formales, que derivan, a veces, en problemas tanto de literatura como de política, como se evidencia en las lecturas de Jorge Panesi, reunidas en Críticas (2000). Sin embargo, la letra, las versiones, los modos más cuerpo a cuerpo que aparecen en la atención a los manuscritos que lentamente van saliendo de manos privadas para entrar en acervos universitarios, o a partir del trabajo de instituciones locales como la Biblioteca Nacional, muestran que la obra de Borges se equipara, sin dudas, con aquello que el propio comentarista dice acerca de la obra de Menard, “su amigo”, cuyos fragmentos dispersos y de difícil recolección no conformaban otra cosa que lo que los antiguos llamaban con un agobiante nombre: palimpsesto.

 

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