Ética, elecciones, dilemas

La ética se relaciona con las elecciones que debemos realizar de modo constante haciendo uso de nuestro libre albedrío. Las elecciones que cada uno hace están estrechamente ligadas al concepto de la ética y de la escala de valores que cada uno tiene.

 

Y a eso contribuyen la bibliografía escrita, abundante por cierto, la visual, no menos prolífica, y los sistemas de valores que nos son inculcados desde niños.

 

Y llegamos a la adultez (si es con madurez, mejor) con ideas preconcebidas porque fuimos amoldándonos a esos conocimientos que nos inculcaron y que nosotros mismos fuimos acomodando a nuestros intereses, necesidades, acciones.

 

Tratamos siempre de elegir, por lo menos aquí en la Argentina y hablo de los que trabajamos en lo nuestro sin enfocarnos exclusivamente a lo que ocurre en nuestro micromundo, a las elecciones entre el mal menor y el bien mayor. Y nos equivocamos porque tomamos como referencia nuestro modo de pensar acerca de determinadas cosas.

 

Y claro, surgen dilemas, dudas, indecisiones, porque ciertos principios éticos inculcados nos resultan demasiado rígidos, como que no cambiaron con el tiempo y nosotros sí.

 

“Cambia lo superficial,

cambia también lo profundo,

y así como todo cambia,

cambia todo en este mundo”.

 

Sabias palabras de la gran Violeta Parra, en ese maravilloso texto de la canción “Cambia, todo cambia”.

 

Y llego a un concepto con el que particularmente me identifico: “la ética es el arte de la convivencia y es el arte de disfrutar” o, dicho de otro modo, a mi concepto de ética lo vinculo con mis ideales, mis decisiones y mis acciones, de las que me hago completa y absolutamente responsable, no buscando excusas ni chivos expiatorios para mis errores de concepto, falta de información o errores que cometa.

 

La ética no es un valor constante. Y eso nos presenta conflictos de diversas índoles, hacia nuestro entorno, pero los más importantes, los que más nos afectan, son los que nos ponen en luchas internas entre lo que aprendimos y lo que hacemos.

 

Y llegué a esta conclusión porque la ética no se aprende en los libros ni viene con uno a este mundo. Uno se va moldeando en este mundo pero tiene que tener muy en claro lo que está bien, lo que está menos bien y lo que está más que peor.

 

Y, como decía mi padre, “ponerse en los zapatos del otro”. ¿Verdad que a veces aprietan?.

 

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