La Argentina Insolente, Por el Dr. Mario Rosen


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@SILSOL

04/07/2014#N47419

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Hace varios años leí este texto, que si no me equivoco, me llegó por mail. Creo que hoy, ante unos cuantos hechos que estamos viviendo, como la toma de los colegios (vandalismo incluído), o en general las actitudes de quienes no sólo pretenden hacer lo que se les canta sin importarle el prójimo, sino que encima pretenden no ser castigados por sus acciones (y lo logran, en muchos casos), este texto sigue vigente. Lo comparto con Ustedes.

 

La Argentina Insolente, por el Dr. Mario Rosen

 

En mi casa me enseñaron bien, pero estaba todo mal.

 

 

Cuando yo era un niño, en mi casa me enseñaron a honrar dos reglas sagradas:

 

Regla N° 1: En esta casa las reglas no se discuten.

 

Regla N° 2: En esta casa se debe respetar a papá y mamá. (Una versión casera del Cuarto Mandamiento: «Honra a tu padre y a tu madre, para que se prolonguen tus días sobre la tierra que el Señor, tu Dios, te va a dar» (Ex20, 12).

 

Y esta regla se cumplía en ese estricto orden. Una exigencia de mamá, que nadie discutía... Ni siquiera papá. Astuta la vieja, porque así nos mantenía a raya con la simple amenaza: “Ya van a ver cuando llegue papá”. 

 

Porque las mamás podían quedarse en su casa. Porque todos los papás salían a trabajar... Porque había trabajo para todos los papás, y todos los papás volvían a su casa. No había que pagar rescate o ir a retirarlos a la morgue. El respeto por la autoridad de papá (desde luego, otorgada y sostenida graciosamente por mi mamá) era razón suficiente para cumplir las reglas.

 

Usted probablemente dirá que ya desde chiquito yo era un sometido, un cobarde conformista o, si prefiere, un pequeño fascista, pero acépteme esto: era muy aliviado saber que uno tenía reglas que respetar. Las reglas me contenían, me ordenaban y me protegían. Me contenían al darme un horizonte para que mi mirada no se perdiera en la nada, me protegían porque podía apoyarme en ellas dado que eran sólidas... Y me ordenaban porque es bueno saber a qué atenerse. De lo contrario, uno tiene la sensación de abismo, abandono y ausencia.

Las reglas a cumplir eran fáciles, claras, memorables y tan reales y consistentes como eran “lavarse las manos antes de sentarse a la mesa” o“escuchar cuando los mayores hablan”.

 

Había otro detalle, las mismas personas que me imponían las reglas eran las mismas que las cumplían a rajatabla y se encargaban de que todos los de la casa las cumplieran. No había diferencias. Éramos todos iguales ante la Sagrada Ley Casera.

Sin embargo, y no lo dude, muchas veces desafié “las reglas” mediante el sano y excitante proceso de la “travesura” que me permitía acercarme al borde del universo familiar y conocer exactamente los límites. No se confunda, siempre era descubierto, denunciado y castigado apropiadamente.

 

La travesura y el castigo pertenecían a un mismo sabio proceso que me permitía mantener intacta mi salud mental. No había culpables sin castigo y no había castigo sin culpables. No me diga, uno así vive en un mundo predecible.

 

El castigo era una salida terapéutica y elegante para todos, pues alejaba el rencor y trasquilaba a los privilegios. Por lo tanto las travesuras no eran acumulativas... Tampoco existía el dos por uno. A tal travesura tal castigo. Nunca me amenazaron con algo que no estuvieran dispuestos y preparados a cumplir.

 

Así fue en mi casa. Y así se suponía que era más allá de la esquina de mi casa. Pero no. Me enseñaron bien, pero estaba todo mal. Lenta y dolorosamente comprobé que más allá de la esquina de mi casa había “travesuras”sin “castigo”, y una enorme cantidad de “reglas” que no se cumplían, porque el que las cumple es simplemente un estúpido (o un boludo, si me lo permite).

 

El mundo al cual me arrojaron sin anestesia estaba patas para arriba. Conocí algo que, desde mi ingenuidad adulta (sí, aún sigo siendo un ingenuo), nunca pude digerir, pero siempre me lo tengo que comer: "La impunidad". ¿Quiere saber una cosa? En mi casa no había impunidad. En mi casa había justicia, justicia simple, clara, e inmediata. Pero también había piedad.

 

Le explicaré: Justicia, porque “el que las hace las paga”. Piedad, porque uno cumplía la condena estipulada y era dispensado, y su dignidad quedaba intacta y en pie. Al rincón, por tanto tiempo, y listo... Y ni un minuto más, y ni un minuto menos. Por otra parte, uno tenía la convicción de que sería atrapado tarde o temprano, así que había que pensar muy bien antes de sacar los pies del plato.

 

Las reglas eran claras. Los castigos eran claros. Así fue en mi casa.

 

Y así creí que sería en la vida. Pero me equivoqué. Hoy debo reconocer que en mi casa de la infancia había algo que hacía la diferencia, y hacía que todo funcionara. En mi casa había una “Tercera Regla” no escrita y, como todas las reglas no escritas, tenía la fuerza de un precepto sagrado. Esta fue la regla de oro que presidía el comportamiento de mi casa:

 

Regla N° 3: No sea insolente. Si rompió la regla, acéptelo, hágase responsable, pida disculpas, y haga lo que necesita ser hecho para poner las cosas en su lugar.

 

Ésta es la regla que fue demolida en la sociedad en la que vivo. Eso es lo que nos arruinó. LA INSOLENCIA. Usted puede romper una regla -es su riesgo- pero si alguien le llama la atención o es atrapado, no sea arrogante e insolente, tenga el coraje de aceptarlo y hacerse responsable. Pisar el césped, cruzar por la mitad de la cuadra, pasar semáforos en rojo, tirar papeles al piso, tratar de pisar a los peatones, todas son “travesuras” que se pueden enmendar... a no ser que uno viva en una sociedad plagada de insolentes. La insolencia de romper la regla, sentirse un vivo, e insultar, ultrajar y descalificar al que responsablemente intenta advertirle o hacerla respetar. Así no hay remedio.

 

El mal de muchos, si bien no de todos los Argentinos es la insolencia. La insolencia está compuesta de petulancia, descaro y desvergüenza. La insolencia hace un culto de cuatro principios:

 

- Pretender saberlo todo

- Tener razón hasta morir

- No escuchar

- Tú me importas, sólo si me sirves.

 

La insolencia en mi país admite que la gente se muera de hambre y que los niños no tengan salud ni educación. La insolencia en mi país logra que los que no pueden trabajar cobren un subsidio proveniente de los impuestos que pagan los que sí pueden trabajar (que me parece muy justo y solidario), pero los que no pueden trabajar, al mismo tiempo, cierran los caminos y no dejan transitar a los que sí pueden trabajar para aportar así con sus impuestos a aquéllos que les impiden trabajar. Léalo otra vez, porque parece mentira. Así nos vamos a quedar sin trabajo todos.

 

Porque a la insolencia no le importa, es pequeña, ignorante y arrogante.

 

Bueno, y así están las cosas. Ah, me olvidaba, ¿Las reglas sagradas de mi casa serían las mismas que en la suya? Qué interesante. ¿Usted sabe que demasiada gente me ha dicho que ésas eran también las reglas en sus casas?

 

Tanta gente me lo confirmó que llegué a la conclusión que somos una inmensa mayoría. Y entonces me pregunto, si somos tantos, ¿por qué nos acostumbramos tan fácilmente a los atropellos de los insolentes? Yo se lo voy a contestar.

 

PORQUE ES MÁS CÓMODO, y uno se acostumbra a cualquier cosa, para no tener que hacerse responsable. Porque hacerse responsable es tomar un compromiso y comprometerse es aceptar el riesgo de ser rechazado, o criticado. Además, aunque somos una inmensa mayoría, no sirve para nada, ellos son pocos pero muy bien organizados. Sin embargo, yo quiero saber cuántos somos los que estamos dispuestos a respetar estas reglas.

Le propongo que hagamos algo para identificarnos entre nosotros. No tire papeles en la calle. Si ve un papel tirado, levántelo y tírelo en un tacho de basura. Si no hay un tacho de basura, llévelo con usted hasta que lo encuentre. Si ve a alguien tirando un papel en la calle, simplemente levántelo usted. No va a pasar mucho tiempo sin que seamos varios para levantar un mismo papel.

 

Si es peatón, cruce por donde corresponde y respete los semáforos, aunque no pase ningún vehículo, quédese parado y respete la regla.

 

Si es un automovilista, respete los semáforos y respete los derechos del peatón. Si saca a pasear a su perro, levante los desperdicios.

 

Sí, ya lo sé, todo esto parece muy tonto, pero no lo crea, es el único modo de comenzar a desprendernos de nuestra proverbial INSOLENCIA. Yo creo que la insolencia colectiva tiene un solo antídoto, la responsabilidad individual. Creo que la grandeza de una nación comienza por aprender a  “mantenerla limpia y ordenada...”

Estoy convencido,  el día que seamos capaces de hacer esto, seremos capaces de hacer cualquier cosa. Porque hay que aprender a hacerlo todos los días. Ése es el desafío. 

 

Los insolentes tienen éxito porque son insolentes todos los días, todo el tiempo. Nuestro país está condenado: O aprendemos a cargar con la disciplina que nos lleve a ser quienes queremos ser, o cargaremos siempre con el arrepentimiento.
 

¿A USTED QUÉ LE PARECE?

 

¿PODREMOS RECONOCERNOS EN LA CALLE?

 

Espero no haber sido insolente. En ese caso, disculpe.

 

Dr. Mario Rosen, Médico

MP 26309

DNI 4291107

 

 El Dr. Mario A. Rosen es médico, educador,escritor. Socio fundador de Escuela de Vida, Columbia Training System, y Dr. Rosen & Asociados.  Desde hace 15 años coordina grupos de entrenamiento en Educación Responsable para el Adulto. Ha coordinado estos cursos en Neuquén, Córdoba, Tucumán, Rosario, Santa Fe, Bahía Blanca y en Centro América. Médico residente y Becario en Investigación clínica del Consejo Nacional de Residencias Médicas (UBA).. Premio Mezzadra de la Facultad de Ciencias Médicas al mejor trabajo de investigación (UBA). Concurrió a cursos de perfeccionamiento y actualización en conducta humana en EEUU y Europa. Invitado a coordinar cursos de motivación en Amway y Essen Argentina, Dealers de Movicom Bellsouth, EPSA, Alico Seguros, Nature, Laboratorios Parke Davis, Melaleuka Argentina, BASF.

 

 

Comentarios

@MABE

05/07/2014



Ha cosas con las que coincido ( hemos perdido la educación en nuestras casas y algunos valores simples y claros) pero hay otras que me asustan.

La última vez que el valor a levantar fue tener una  Sociedad limpia y ordenada, que respetara a rajatabla los cánones establecidos de una buena sociedad occidental y cristiana, terminamos con nuestros jóvenes, muertos, deaparecidos y exiliados.

Todo tiempo pasado no fue mejor. Al contrario.

Esa misma sociedad educada con los coscorrones de mamá y/o el cinto de papá, consideraba peligroso a lo diferente y estaba basada, también, en ideas y conceptos muy poco recomendables ( el cabecita haragán, el indio sucio, los hijos bastardos, los judios avaros, los negros catinga, los maricas vergonzantes,etc. etc. etc.). Una de las sociedades más limpias, prolijas y ordenadas del Siglo XX dio origen al Nazismo.

Si releo este texto que parece tan sensato, el Dr. Rosen me termina dando miedito... 

Mi trabajo se basa en la creatividad. Y la creatividad siempre, siempre,  es insolente... y eso que jamás tiro un papel en la calle.

Y no entro en más análisis, sino con esto de unos pocos y los muchos voy a terminar enojada al cuete.

(Sil, mis divergencias son sólo con el Dr. Rosen- Besote)

 

   
@CECILYA

05/07/2014



Sil. aunque generalmente coincidimos, considero este planteo parcial, porque está basado en la ética y poniendo toda la responsabilidad en las personas, que por supuesto la tenemos indudablemente y tenemos obligación de modificar, pero existen otros temas que el Sr Rosen no menciona,y afectan directamente nuestras conductas como los millones de pobres que hay en el mundo que no prueban bocado,la mitad de la riqueza mundial está en manos del 1% más rico del mundo( 110 bill de U$S) o las guerras provocadas de unos países sobre otros para apropiarse de sus riquezas matando millones de seres humanos,por nombrar solo algo, son horribles casos de insolencia yo diría más que insolencia atropello espantoso.Por eso creo, que hay que modificar efectivamente pero modificar todo,unos temas estan unidos a otros y para analizar las conductas la holística es imprescindible.Por supuesto en lo personal me enorgullezco tambien de los principios con que me educaron, pero no dejo de reconocer que nuestra sociedad ha evolucionado, por ej hoy en general vemos normalmente al diferente de cualquier tipo que jamas hubiera sido aceptado en nuestra niñez y eso para mi es un buen razgo, bien creo que hay que contribuir a modificar "todo"

Te agradezco mucho que enriquezcas siempre los temas del debate forístico, sabes que mi disenso es ideológico no tiene que ver con Vos-Un abrazo Cecilya

   

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