¿APRENDER A «OBSERVAR Y DEJAR PASAR»?:


Registrate en Encontrarse y empezá a conocer gente ya

Publicado por
@DANTEX

27/08/2019#N70373

0 Actividad semanal
474 Visitas totales


Registrate en Encontrarse y empezá a conocer gente ya

             No necesitamos mejorar; sólo hemos de soltar lo que nos bloquea el corazón.

JACK KORNFIELD

 

El mundo se nos presenta a través de los sentidos; mediante nuestras reacciones creamos engaños. Sin reacciones el mundo aparece con claridad.

BUDA

 

Una de las habilidades más importantes que hemos de adquirir al embarcar­nos en el viaje interior es la de «observar y dejar pasar» los hábitos y meca­nismos de nuestra personalidad que nos han atrapado.

Nuestra máxima es engañosamente sencilla; significa que hemos de aprender a observarnos, a ver lo que surge en nosotros momento a momen­to, así como ver qué nos invita a alejarnos del aquí y el ahora. Sea agradable o desagradable lo que encontremos, nos limitamos a observarlo. No tratamos de cambiarlo ni nos criticamos por lo que hemos descubierto. En la medida en que estamos presentes en lo que descubrimos, sea lo que sea, las constric­ciones de nuestra personalidad comienzan a aflojarse y nuestra esencia co­mienza a manifestarse más plenamente.

 

A diferencia de lo que pueda creer nuestro ego, no es nuestro papel re­pararnos o transformarnos. En realidad, uno de los principales obstácu­los para la transformación es la idea de que somos capaces de «arreglarnos». Esta idea, lógicamente, plantea algunas preguntas interesantes. ¿Qué parte creemos que necesita reparación y qué parte se atribuye la autoridad y capa­cidad para arreglar a la otra parte? ¿Qué partes son el juez, el jurado y el acusado en el banquillo? ¿Cuáles son los instrumentos de castigo o rehabilita­ción y qué partes los van a manejar sobre qué otras partes?

Desde la primera infancia estamos programados para creer que necesi­tamos ser mejores, esforzarnos más y desechar partes de nosotros desaproba­das por otras partes. Toda nuestra cultura y educación nos recuerdan cons­tantemente cómo podríamos tener más éxito, más seguridad, ser más deseables o espirituales si hiciéramos este o aquel cambio. En resumen, hemos aprendido que necesitamos ser diferentes de lo que somos conforme a alguna fórmula que ha recibido la mente. La idea de que simplemente nece­sitamos descubrir y aceptar a quienes somos en realidad es contraria a casi todo lo que se nos ha enseñado.

Ciertamente, si hacemos cosas que nos perjudican, como abusar de las drogas o el alcohol, o entregarnos a relaciones destructivas o actividades de­lictivas, es necesario poner fin a ese comportamiento primero para poder ha­cer el trabajo de transformación. Pero lo que normalmente nos capacita para cambiar no es sermonearnos ni castigarnos, sino cultivar una presencia men­tal serena y sosegada para ver lo que nos impulsa a hacernos daño. Cuando llevamos percepción consciente a nuestros malos hábitos y a esas partes nues­tras de las que nos gustaría librarnos, entra en juego algo totalmente nuevo.

Cuando aprendemos a estar presentes en nuestra vida y receptivos al momento comienzan a ocurrir milagros. Uno de los mayores milagros es que somos capaces de dejar en un minuto un hábito que nos ha fastidiado du­rante muchos años. Cuando estamos totalmente presentes el viejo hábito se marcha y ya no somos los mismos. Experimentar la curación de nuestras más viejas heridas por acción de la percepción consciente es el milagro con el que todos podemos contar. Si seguimos este mapa del alma hasta las profundidades de nuestros corazones, el odio se convertirá en compasión, el rechazo en aceptación y el miedo en admiración.

Recuerda siempre que es tu derecho y es tu estado natural ser sabio y noble, afectuoso y generoso, estimarte a ti y estimar a los demás, ser creativo y renovarte constantemente, participar en el mundo con respeto y en profundidad, tener va­lor y confiar en ti, ser dichoso y hábil sin esfuerzos, ser fuerte y eficaz, disfrutar de la paz mental y estar presente en el desenvolvimiento del misterio de tu vida.

 

EMPUJONES ESPIRITUALES PARA EMPEZAR

 

Sea cual sea tu tipo, hay cosas concretas que puedes hacer para dar un impulso a tu crecimien­to espiritual y personal. Los siguientes son aspectos problemáticos específicos de los tipos, pero todos quedamos atrapados en ellos de tanto en tanto. Así pues, si deseas avanzar en tu trabajo interior, lleva la mayor percepción consciente posible a los siguientes hábitos:

 

o         Hacer juicios de valor, condenar, a ti mismo y a otros (Uno).

o         Ceder tu valía a otros (Dos).

o         Tratar de ser distinto a como eres auténticamente (Tres).

o         Hacer comparaciones negativas (Cuatro).

o         Interpretar exageradamente tus experiencias (Cinco).

o         Depender de algo exterior a ti para obtener apoyo (Seis).

o         Adelantarte a lo que vas a hacer a continuación (Siete).

o         Intentar forzar o controlar tu vida (Ocho).

o         Resistirte a que te afecten tus experiencias (Nueve).

 

LA IDENTIFICACIÓN Y EL OBSERVADOR INTERIOR

 

La identificación [...] es una ma­nera de huir del yo.

KRISHNAMURTI

 

Si hablamos con propiedad, son muy pocos los hombres que viven en el presente; la mayoría se están preparando para vivir en otro tiempo.

JONATHAN SWIFT

 

A medida que adquirimos experiencia en estar presentes y en observarnos, comenzamos a advertir el desarrollo de un nuevo aspecto de nuestra percep­ción: una capacidad de «presenciar» con más objetividad nuestra experiencia. Como hemos dicho, a este tipo de percepción se la ha llamado observador in­terior. El observador interior nos permite observar lo que ocurre dentro y fuera de nosotros simultáneamente, sin hacer comentarios ni juicios.

El observador interior es necesario para la transformación debido a un mecanismo psicológico al que Gurdjieff llamó «identificación», que es uno de los principales modos como la personalidad crea y sostiene su realidad.

La personalidad se puede identificar con cualquier cosa, con una idea, con el cuerpo, con una comezón, con una puesta de sol, con un niño, con una canción, etcétera. Es decir, en cualquier momento en que no estamos totalmente despiertos, nuestro sentido de identidad proviene de cualquier cosa a la que estemos prestando atención. Por ejemplo, si estamos nervio­sos, con la atención centrada en una inminente reunión, es como si ya estuviéramos experimentando la reunión (aunque sea una imaginaria) en lugar de estar en lo que está ocurriendo en el momento. O, si nos identifi­camos con una reacción emocional o afectiva, por ejemplo con una atracción hacia alguien, es como si fuéramos esa atracción. O si nos sentimos re­prendidos por una voz crítica que nos habla en la cabeza, no podemos separarnos de esa voz.

Si acallamos la mente, aunque sea un poco, observamos cómo nuestros estados fluctúan de momento en momento. Un instante uno está pensando en el trabajo y al siguiente ve cruzar la calle a una persona que le recuerda a alguien con quien estuvo saliendo hace unos años. Un instante después re­cuerda una canción de la época del colegio, pero en ese momento pasa un co­che por una charca y le salpica agua y uno se enfurece con el conductor idio­ta y no logra pensar en otra cosa hasta que cae en la cuenta de que necesita un caramelo para sentirse mejor. Y así sucesivamente. Lo único constante es la tendencia de la personalidad a identificarse con cada estado sucesivo.

La percepción consciente se expande y se contrae como un globo, pero la identificación siempre la hace empequeñecerse. Podríamos advertir que cuando nos identificamos con algo, la percepción de nuestro entorno inme­diato disminuye considerablemente. Percibimos menos de los demás, de lo que nos rodea y de nuestro estado interior. Dicho con palabras sencillas, cuanto más identificados estamos, más contraída está nuestra percepción y más desconectados estamos de la realidad.

Con el tiempo nuestra identificación se fija con cierto conjunto de cua­lidades (tales como fuerza, empatía, paz o espontaneidad, por nombrar sólo unas pocas), y se establece el sentido del yo característico de nuestro tipo. Los sentimientos y estados que abarcan nuestro sentido del yo son aquellos que creemos necesarios para lograr nuestro deseo básico. Cuanto más nos identi­ficamos con nuestro sentido del yo, más nos encerramos en él y más olvida­mos que tenemos a nuestra disposición otras opciones y otras modalidades de ser. Comenzamos a creer que somos ese hábito o pauta. Nos centramos sólo en ciertas cualidades de la gama total de nuestras capacidades humanas, como diciendo: «Estas cualidades son yo, no ésas. Yo soy así, no asá». Y de este modo desarrollamos una imagen propia, una definición propia, un tipo de personalidad previsible.

Por ejemplo, el miedo básico del tipo Ocho es ser dañado o controlado por otras personas o por la vida, y su deseo básico es protegerse y defender­se. La protección propia y la confianza o seguridad en uno mismo son nece­sidades humanas universales, y aunque no seamos del tipo Ocho, necesita­mos protegernos física y emocionalmente. Los Ocho jóvenes, sin embargo, comienzan a centrarse en las cualidades que encuentran en sí mismos que les ayudarán a protegerse. Descubren su potencia, su fuerza de voluntad, su per­severancia y su capacidad de imponerse, y comienzan a usar esas capacidades para desarrollar y reforzar la identidad de su ego

Extraído del libro "LA SABIDURÍA DEL ENEAGRAMA"
de Riso

 

Comentarios

Aún no hay comentarios. Iniciá una conversación acerca de este tema.


ARG

ARG

MUJER de 52 en Floresta

Me gusta viajar, cicloturismo, teatro, cine, comer, la vida al aire libre. Soy

¿CONOCERLA?

NO

Más Mujeres
ARG

ARG

HOMBRE de 53 en Tigre

Me gusta el deporte salir a pasear en compañía y disfrutar de unas buenas vaca

¿CONOCERLO?

NO

Más Hombres

Salidas Grupales

Ver Todas

Últimas notas

Ver NUE+COMEN
Registrate y comenzá a conocer gente linda