Grandes, pero no agrandados y humildes, pero no sumisos
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@DANTEX
- Grandes, pero no agrandados y humildes, pero no sumisos
La vida es equilibrio, nunca creerse más que los demás, todos cumplimos un propósito.
Tenemos mucho que avanzar con respecto a la inteligencia intrapersonal (dominio de las emociones mismas). Intentamos actuar racionalmente, pero parece que nos guía una especie de piloto automático: reaccionamos inmediatamente al estímulo, a menudo sin pensar.
Esta reacción no siempre se expresa. En muchos casos, el torbellino es interno. Para tratar de traer serenidad y equilibrio a nuestras vidas, es necesario el desarrollo de algunas habilidades. En mi opinión, tres de ellas son fundamentales.
Humildad.
Se opone al orgullo. Un individuo verdaderamente humilde es consciente de sus limitaciones. Sabe que la arrogancia es un gran error. Los arrogantes apenas se ven a sí mismos como tales; se consideran humildes, pero sus actitudes son autoritarias, incuestionables y apenas les interesa lo que dice el otro. Realmente le preocupa anular el argumento en lugar de respetarlo.
La humildad corresponde a un estado psíquico en el que el individuo está muy dispuesto a escuchar y aprender. Los humildes son eternos aprendices. Todavía están dispuestos a intercambiar sus ideas cuando otros parecen más apropiados. Los orgullosos, por otro lado, sienten una gran dificultad al asumir sus errores, porque en el fondo se consideran perfectos.
La humildad no se trata de sumisión, sino de controlar la vanidad. Es el reconocimiento de nuestra pequeñez.
Diligencia.
Se opone a la pereza. Corresponde a la disciplina, persistencia, fuerza y determinación con la que el individuo lleva a cabo las actividades de su vida. Una queja recurrente, que parece ser el malestar actual, es la dilación: dejar las cosas para el último minuto y resolverlas en un tiempo récord y bajo la presión del estrés, a menudo sacrificando el sueño, la comida, el ocio y la calidad de vida.
El que vive postergando pierde el control sobre sí mismo y no admira su propia conducta. Como resultado, termina teniendo un muy mal juicio sobre él; se siente un poco flojo e irresponsable, incluso si la tarea se completa al final.
A través de la diligencia es posible cambiar el mal hábito de postergar y adquirir el buen hábito de la disciplina. Para esto, es importante asumir un compromiso continuo para cumplir con el plazo estipulado sin aceptar justificaciones. Con cada victoria, el nuevo hábito se consolida.
Paciencia.
Se opone a la ira. El paciente es manso y, por lo tanto, parece ser débil. El impaciente está nervioso y da la impresión de ser fuerte.
Este, el paciente sin paciencia, es el verdadero débil de corazón, ya que no puede controlar sus propias reacciones; todavía está impulsado por la ira y no tiene control sobre sí mismo. El paciente, que parece “tonto” para algunos, es realmente fuerte, porque puede resistir el casi insoportable intento de resolver conflictos mediante la comprensión y no la agresividad. La paciencia es fuerza cubierta de suavidad.
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