Elogio al hueco de la mano

Elogio al hueco de la mano.


Escudriñar el cuerpo, transmutar los lugares previsibles en imprevisibles, es una magia a la que solo un mortal se atreve. Pasar del valor al volar, de lo sagrado al encanto posible, es despertar a otro cuerpo.

Así lo presiento cuando pruebo con lugar de sueños y realidades.

Como ahora. Un coliseo que arropa gradas en silencio, propicia la pluma de la escritura.

Es que el hueco guarda un centro de gravedad que atrae al agua limpia sin fecha o a voces venidas marinas, testimonio justo a ese tiempo de niñez, ahora, imaginada.

Pueden pasar por ese lugar recóndito, alguna imagen de mujer color fuego, o lo más obstinado de la historia: como la del mendigo que lo ofrece, no por simple ejercicio, sino por nobleza, para que el mundo ajusticie lo injusto y no viva el disimulo.

Encierra la luz o la nada. Como el hueco dado al rostro del pensador; envidia del soldado que lo pone a la mira del fusil y en segundos surge la muerte.

Apoya la idea o la nada. La vida o la vergüenza Un dilema nada simple que divide aun, al hueco de la mano.

No lo culpo. Solo puede ser esclavo, solo eso, ante la codicia que no vacila, apropia y destruye.

Pero este vacío destella, si del centro parte un ángel dando calor al rostro de la amada. Con el rellena cualquier pestilencia, al que pudo ser obligado por tentaciones que coagulan la indecencia capital, al pervertir su forma.

Sin pronunciar nombre alguno, como adjetivo de instantes, así lo veras. Ni héroe ni cobarde, ni hablar con piedad o soberbia, acompaña con su retórica muscular, a sueños y realidades, rompiendo la posible monotonía de la mano de un mortal.

8-06-06
(Del libro En Contemplación)

 

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