Al genio con cariño, gracias Lalo Schifrin

La anecdota es que escribi esta nota en el año 96, fue una colaboracion ad honorem para un periodico bimestral con target ejecutivo que no conocia ni Dios. El año pasado, dada la visita de Lalo Schifrin a Argentina, busque y rebusque hasta que di con su asistente personal en EEUU, ella le paso la nota scanneada a su jefe, y su jefe (Don Lalo Schifrin) me respondio.

Me tuvieron que operar la mandibula inferior para volver a cerrar la boca.

El estado de gracia me duro como una semana.

Y el corolario? Que se puede ser feliz con bastante menos de lo que uno cree que necesita.

Besos,

Didi
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Lalo Schifrin -Gran Rex -Única presentación:11/09/96.

Decir que es el autor de más de cientos de éxitos (compuso la música de series como "Misión Imposible", "Manix", "Bullit", "Starsky y Hutch" y de films como "La leyenda del indomable", "El Capitán Castilla”, "The fox" "Los tres mosqueteros", "Le felins") es decir poco. Es apenas esbozar una puntita del gran ovillo que sigue madejando este pianista, compositor y arreglador argentino que se llama Lalo Schifrin y que tuvimos el inmenso placer de disfrutar en el Gran Rex.

Acompañado por la Orquesta Sinfónica Nacional y por solistas invitados -locales y foráneos- Lalo demostró que bien se puede ser profeta en la propia tierra. Este "Encuentro del jazz y la Sinfónica" fue la excusa para paladear, en tres cortísimas horas, algo de su genio musical aplicado a homenajear a quien fuese el padrino de sus inicios en el competitivo mercado norteamericano: Astor Piazzolla. Lalo demostró con creces que Astor no se equivocaba.

Para muestra, algunos botones: ganó cuatro premios Grammy y fue ternado en catorce oportunidades más, seis veces lo nominó Hollywood para el Oscar de la Academia; dirigió, entre otros, a Plácido Domingo, José Carreras y Luciano Pavarotti, además de esgrimir su batuta ante la Filarmónica de Paris y la de Israel, por nombrar algunos hitos en su carrera.

Y aquí en Buenos Aires, tocó como para que tengamos. La selección de temas y estilos elegidos tuvieron como hilo conductor el carácter, la energía, el desbordar de sentimientos que aportaron con la creación de estas piezas, sus autores; la transición desde el pentagrama a lo visual, el crear verdaderas metáforas de sonidos. Desde "Adiós Nonino" y "tres tangos para bandoneón y orquesta" de Piazzolla -con solos del "virtuoso" Néstor Marconi –pasando por "Battle Hymn of the Republic" (en un arreglo schifriano colmado de swing), "Ecos de Duke Ellington", en honor a este monstruo sagrado del jazz, "Un americano en Paris" de Gerschwin, y "Retrato de Louis Armstrong" (donde ensambló Negro Spirituals tradicionales del tipo de "Nobody knows" con, por ejemplo, el clásico "St. Louis blues") hasta un paseo por la música carioca de la mano de Bonfa y Jobin en "Impresiones de Brasil" ("porque Astor, Gillespie, Bonfa y Jobin tuvieron algo en común,la gente decía que lo que componían no era tango, jazz y música brasileña, no entendían que ellos le estaban cambiando la cara a esa música"). El repertorio elegido abarcó la música que Astor amaba, que tiene los mismos basamentos armónicos que la suya.

Como si fuera poco, no solo pobló la sala de sonidos, sino que se entregó a si mismo, con una alegría explícita observable en sus dichos, en sus gestos naturales y auténticos (como cuando dejó de tocar piano y giró hacia la platea para dirigir la rítmica de los aplausos a contrapunto con que percusionabámos los temas), o como cuando para ganar tiempo para la reubicación de los músicos, contó anécdotas “pícaras como el humor de Astor" del primer viaje de Gardel a
Francia (“Total estamos en la calle Corrientes...Porcel y su gente decían aquí cosas peores").

Ya hacia el final, suplicábamos en silencio "ese" bis. Y el maestro adivinó nuestra gula. Al hacer explotar los primeros acordes de "ese" tema en su piano, nos derretimos (cual cassette en proceso de autodestrucción). Su "Misión Imposible" sonó como nunca. Y el final-final (el segundo bis) nos dejó la sensación de haberlo tenido en el living de casa, en un festejo familiar. El maestro nos regaló una zapada con la Sinfónica y sus amigos: el talentosísimo Jon Fadis (discípulo predilecto de Gillespie, solista y Director de la Carnegie Hall Jazz Orchestra) en trompeta; Grady Tare, en batería (nos quedamos con 1as ganas de que cantase algún blues), Rufus Reid, en bajo; nuestro querido "Fats" Fernández, en un duelo simbólico con Fadis ante el cual "no se achicó" (tal como le sugiriese a los gritos un fan) y uno de los c1arinetistas de la Sinfónica, del que solo pudimos saber que se llama Daniel y que es un prodigio improvisando jazz.

Al iniciarse el show, alguien recordó que la fecha, 11 de septiembre, se prestaba para el saludo, y gritó con emoción un: ¡Feliz día, Maestro! Lalo Schifrin agradeció, tímidamente. Pero en realidad, esa espectadora se equivocó. El 11 de Septiembre es el día del maestro, no del genio.

 

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