TINIEBLAS

TINIEBLAS


Habían pasado cuatro años de aquel accidente que llevó a Pablo al mundo de las tinieblas.
- Quiero que me acompañes al parque. - Le dijo imperativamente a su mujer.
- Está bien. - Contestó sorprendida. - Podemos aprovechar el feriado de mañana, nos levantamos temprano y…
- ¡No! - interrumpió con firmeza. - ¡Quiero ir ahora!
- ¡Pero mi amor, es de noche…está todo oscuro!
- ¡Para mí siempre está oscuro!
Hacía cuatro años que Pablo no sonreía, estaba irritable, por momentos se lo notaba triste, depresivo, cansado a pesar de sus treinta y cinco años. Cuando necesitaba ayuda no la pedía, la exigía.
Se habían conocido con Mabel cuando ambos eran adolescentes. Se enamoraron, eran felices, alegres, y todos decían que era la pareja ideal. Se casaron y al poco tiempo nació Matías, dos años más tarde, Julieta. Parecía que ya no tenían más nada que pedirle a la vida.
Pero ocurrió el accidente.
- ¿¡Porqué a mí!? - Se preguntaba, una y otra vez.
A partir de ese momento todo cambió, no sólo para Pablo, sino para toda la familia, todos querían ser sus ojos. El se sentía observado, y eso lo irritaba sobremanera. Ya no se acercaba como antes a sus hijos ni a su mujer, no escuchaba música, se aturdía con ella.
Esa noche sin luna, Mabel accedió al pedido de Pablo y salieron rumbo al parque tomados de la mano.
El la guiaba.
Tropezaron con algunas cosas que el placero había cambiado de lugar. Llegaron hasta el pino grande que tantas veces, en su juventud, había sido cómplice de sus arrumacos, se recostaron en el pasto e hicieron el amor.
Se quedaron tendidos debajo del árbol, ella comenzó a acariciar su rostro, y al tocar suavemente sus labios, notó que Pablo sonreía.

 

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