BIPLANO (cuento)


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Escrito por
@EDGARDO20008

27/12/2013#N45194

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BIPLANO

Hace muchos años……

Yo tenía 20 y “cursaba” el servicio militar obligatorio en la Armada Nacional (2 años 2) hacía poco que me había recibido de piloto privado de avión y la única misión en mi vida (además de “dar mi vida por la Patria”….por cierto) era juntar las famosas 150 horas de vuelo que me exigían para poder comenzar el curso de piloto comercial, profesión esta que había elegido para mi futuro.

De hecho, en el Aero Club subía a cualquier cosa que me pudiera dar “gratis” tan solo unos minutos de vuelo “anotables” en mi delgado, débil y paupérrimo libro de vuelo.

En ese tiempo lo conocí, se llamaba Marcos Atís, tenía 56 años algo calvo y con grandes bigotes, serio sin duda (en realidad, solo era que no hablaba sin razón) hasta que entraba en confianza, tenía algunos aviones, entre ellos un biplano con motor con siete cilindros en estrella Focke Wullf 44 J, importado de Alemania y ensamblado en la Ex Fábrica Militar de Aviones en 1937, con el cual se dedicaba a hacer acrobacia aérea, en esos tiempos la acrobacia aérea era una cosa más parecida a una riesgosa prueba circense sin red que a un deporte serio y seguro como lo es ahora, al menos en el contexto internacional.

Cuando lo vi volar por primera vez sobre el Aero Club Argentino en San Justo donde yo oficiaba de instructor del club de paracaidistas local, fue un espectáculo tan impresionante que consiguió distraerme de los saltos en paracaídas, algo inusual sin duda y que por primera vez me ocurría desde que había comenzado a saltar unos años antes.

Inmediatamente se convirtió en mi ídolo y, posteriormente y aunque teníamos una gran diferencia de edad, creció entre nosotros una mutua y respetuosa amistad, la gente que no nos conocía pensaba que se trataba de padre e hijo.

Los vuelos que realizaba eran realmente maravillosos, precisos y riesgosos, nunca conocí a alguien que tuviera tal sentido del cálculo de distancias, las pasadas a baja altura en vuelo invertido, los toneles con las alas casi rozando el césped, generaba que mucha gente luego del aterrizaje, constatara acercándose al avión, que este en realidad no había rozado el piso (al principio yo también lo hacía).

Respecto de su personalidad, su perfil bajo era su característica más notable, el solo “volaba” y cuando volaba lo hacía bien, muy bien, solamente “casi perfecto”, eso era todo, los premios, aplausos y demás pavadas son para otra clase de gente que disfruta de “coleccionarlos”.

Comenzamos a coincidir en algunos festivales aeronáuticos donde yo, junto con un grupo que había formado, saltábamos en paracaídas y a su turno él hacía acrobacia con el biplano. El biplano tenía la particularidad de que no tenía arranque automático, había que arrancarlo impulsando la hélice a mano y había que saber como hacerlo, un día Marcos me enseño como hacerlo y de allí en más yo era el encargado de asistirlo en el arranque del motor, luego vino la “vueltita” de agradecimiento por los arranques y allí me enamoré de ese avión, volar un biplano con la cabina abierta es sin duda una sensación más que maravillosa e indescriptible, si a eso le sumamos alguna que otra figura acrobática y algo de vuelo invertido sin techo, colgando solo de los cinturones de seguridad….bueno….no hay palabras.

Pero lo cierto es que sea o no un biplano antiguo, las horas de vuelo son horas de vuelo, así que comencé a acompañar a Marcos en el biplano hasta los festivales aeronáuticos que se hacían casi todos los fines de semana en diferentes localidades del país como Las Flores, San Miguel del Monte, Lobos, Olavarría, Tandil, Rosario, Mar del Plata, etc.,, como el avión tenía doble comando, yo iba pilotando el avión durante los traslados, luego en el lugar Marcos hacía su exhibición acrobática despreocupándose de los arranques y recargas de combustibles de las cuales me ocupaba yo, a cambio de eso, me anotaba las horas de vuelo como piloto e iba juntando para llegar a las 150 horas famosas que necesitaba.

El tiempo pasó y llegó el momento en que el curso teórico de piloto comercial de ese año estaba próximo a comenzar, aún me faltaban casi 40 horas para completar el mínimo de 150 y poder inscribirme en ese curso, se lo comenté a Marcos y sin mucha importancia solo me dijo

 -andá y presentate para empezar el curso, le mostrás el libro de vuelo y seguro que te admiten…

- pero me faltan horas y…

- vos andá!!!, me interrumpió, así que al día siguiente me presente en la Escuela de Aeronáutica Profesional con mi libro debajo del brazo y la seguridad de que me rebotarían.

El Director en persona me entrevistó y luego de los saludos y mínimos datos, me pidió, como era de esperarse, el libro de vuelo, fue directo hasta la última hoja y leyó el total que hasta ese momento era de 112 horas y 30 minutos y allí escuché las tan temidas palabras…

-... pero joven, Ud. no….. ha ….. completado……el……mín…….pero que es esto?... Ud. vuela un Focke Wullf??

….y sí, señor….

-  y de quien es este avión?, me preguntó

- del señor Marcos Atís

Levantó la vista de mi libro de vuelo y con sorpresa y asombro me preguntó

- Ud. vuela el biplano de Atís????

-….y sí, señor, dije tragando saliva…..

-….bueno….siendo así…..vea, vamos a hacer una cosa, Ud. comience el curso y después en el transcurso del año seguro que completa las horas, y mire….si no las completa después hablamos, que le parece?

Salí de la Escuela con mi más grande sonrisa y la promesa de que le haría llegar los respetos del director a Marcos, mientras me preguntaba

“…con quien cuernos estoy volando yo??? con Newbery??

Se lo comenté a Marcos en la primera oportunidad que tuve, solo me dijo “bueno, hace el curso y por las horas no te preocupés y después cuando te recibís te venís a volar conmigo en aeroparque”

-En aeroparque? pregunté

-Sí, me dijo, porque acabamos de instalar una empresa de taxis aéreos con base en aeroparque.

Yo quedé atomizado, no lo podía creer, mi vida estaba resuelta, solo tenía que terminar el curso, el servicio militar y un trabajo me estaría esperando, y de piloto, quiere decir que haría lo que más me gustaba y encima me pagarían???….eso sí que es tener suerte.

Fue una etapa dura, si sumaba el servicio militar, los saltos en paracaídas, el curso de piloto comercial y los vuelos en el biplano, me genraba la sensación que a fin de año, si sobrevivía, me iba a recibir de superman.

El servicio militar me insumía la mitad del día y los días que tenía guardia iba a tener que faltar a la escuela y eran 13 materias, mi destino dentro del servicio militar era el Garaje Central del Comando en Jefe de la Armada ubicado en Retiro, la escuela estaba en Vicente López, dos colectivos gratis (gracias a mi uniforme de marinero) y llegaba a la escuela, en la que las clases terminaban a las 23.

Pero he aquí que los suboficiales de la armada para que no pierda clases me ofrecieron, para los días que me tocaba guardia, unas dos veces por semana, de ir a cursar y luego regresar al garaje y quedarme, en lugar de dos turnos de 4 horas de guardia, uno completo de 8 horas desde las 12 de la noche hasta las 8 de la mañana del día siguiente.

Iba a ser fatal pero sin dudarlo acepté, claro que es difícil de creer pero cuando llegó el primer día de guardia + escuela, el suboficial de guardia me dijo:

- bueno pibe agarrá una camioneta, te vas a la escuelita esa de los avioncitos tuyos y después volvés, despacito y sin chocar, y ojito!, después te me quedas despierto de guardia toda la noche sin siquiera pestañear….estamos?

Y suena increíble, pero juro que es verdad, religiosamente todas las noches que me tocaba esa guardia kilométrica, el que oficiaba de suboficial de guardia se aparecía tipo dos o tres de la mañana, todos con el mismo cuento, “la pucha… me desvelé, ponete la pava y anda a dormir pibe, que yo me quedo…”

Me “maté” estudiando porque se los debía y terminé de cursar con 9.85 de promedio, las horas completadas y solo me faltaba el examen práctico, el día llegó y para mi sorpresa Marcos se apareció en el antiguo aeropuerto de Don Torcuato donde estaba el inspector de vuelo de la Fuerza Aérea que me tomaría el examen práctico, ya no me pareció raro para nada que el  inspector y Marcos hayan sido antiguos compañeros de aventuras aéreas, así que después escuchar entre risas historias de vuelos “reglamentariamente irreproducibles” y de que le dijo “…el pibe vuela el Focke conmigo”, todo el “examen” consistió en un despegue, un aterrizaje, firmas, sellos, risas y los mejores deseos para la profesión que iba a iniciar.

Días después me firmaron la Libreta de Enrolamiento con la baja del servicio militar con la especialidad de “conductor motorista” en la reserva y unos días antes me habían firmado mi licencia de Piloto Comercial de Avión.

Cierto fin de semana nos tocó ir a un festival aéreo en Olavarría, salimos el sábado al medio día para recorrer los 300 y pico de kilómetros hasta Olavarría, el combustible alcanzaba justo como para llegar, digamos que con los vapores del mismo, delante del puesto de mando delantero había un medidor de combustible consistente en un flotador dentro de un tubo de vidrio amarillento por los años y el uso, mientras que el flotador estaba arriba, todo estaba bien, cuando en su lugar se iba para abajo pero aún se movía, había cierta cantidad de combustible, pero cuando se dejaba de mover, era mejor comenzar a buscar donde aterrizar, en este caso, ya hacía unos minutos que se había dejado de mover, estaba como “muertito” , yo venía volando desde el asiento de adelante y le señalaba efusivamente el indicador a  Marcos que venía en el asiento trasero pero, ni me miraba, a la izquierda se veía la ciudad de Azul y al frente en el horizonte y lejos, nuestro destino, Olavarría, pasó lo que tenía que pasar, aparentemente ese día no era “día de aero-milagros”, se plantó el motor a escasos 100 metros de altura, Marcos literalmente me “arrancó” los comandos de las manos, viró violentamente hacia la derecha y enfiló hacia un campito tipo maizal, un par de rebotes, y estábamos en el piso, detenidos, enteros y en silencio, Marcos bajó y me dijo sin ningún tipo de explicación o comentario

- vamos a caminar hasta la ruta a ver si pasa alguien y nos lleva hasta Azul.

Que si me asusté?, la verdad es que no tuve tiempo o no lo pensé ni siquiera después, decir que nos habíamos caído era obvio, comentar que nos habíamos quedado sin combustible también, largar el clásico “… y ahora que hacemos?” ya lo estábamos haciendo, así que lo mejor era ahorrar palabras y encarar la próxima etapa, ahora con el tiempo transcurrido pienso que ese fue el momento en que aprendí en forma práctica lo que significa no hablar de más, sobretodo cosas tan obvias.

Alguien pasó por la ruta, y nos llevó a Azul donde dormimos en un hotel y al día siguiente conseguimos que nos prestaran dos bidones de plástico de 20 litros de nafta, los completamos en la estación de servicio y tomamos un taxi que nos llevó hasta cerca del avión, le pusimos la nafta y logramos que el medidor “reviviera”, no mucho pero alcanzaba, felizmente esos motores antiguos funcionaban cómodamente con nafta de surtidor común de estación de servicio. Le entregamos los bidones vacíos al taxista para que nos hiciera el favor de devolverlos, le pagamos y Marcos le agradeció y, aunque me resultó raro, lo invitó a que se quedara a ver el despegue. Luego ya caminando hacia el avión me dijo “…mejor que se quede porque si nos desparramamos en el despegue por lo menos que alguien lo sepa….”

Arranqué el motor y Marcos a los mandos despegó en sentido opuesto al del aterrizaje para aprovechar la brecha que habíamos dejado el día anterior, en minutos aterrizanos en Olavarría, pero he aquí que como el avión había estado toda la noche bajo el rocío, se había mojado el freno de la rueda derecha y no frenada absolutamente nada, de modo tal que al perder velocidad en el aterrizaje, el avión hizo un trompo hacia la izquierda, intentamos carretear nuevamente para llegar hasta la plataforma de estacionamiento del Aero Club pero nada, el avión giraba permanentemente hacia la izquierda,  

A todo esto y a unos 300 metros, la gente que se había reunido por el festival aéreo de ese día, aplaudía y vivaba cada trompo a la izquierda, pensando que era parte del show, todo muy bizarro sin dudas.

A veces supongo que uno tiene días más creativos que otros y ese era mi día, le grité a Marcos que se detuviera, salí de mi cabina y me senté en el ala inferior derecha, me tomé con la mano izquierda del fuselaje y con la derecha saludaba al público, mientras que con los dos pies apoyados directamente sobre la cubierta frenaba la rueda derecha para conseguir que el avión carreteara en línea recta.

Lo más difícil fue aguantar la risa cuando finalmente nos detuvimos en la plataforma de vuelo y la gente me preguntaba “si no era muy cansador volar sentado en el ala”.

Al año siguiente, yo ya llevaba el Focke solo hacia los festivales, mientras que Marcos iba calentito en un avión cerrado, llegaba, hacia acrobacia y se regresaba, mientras que yo traía el Focke de vuelta.

Un domingo, Marcos fue solo a un festival, yo no lo pude acompañar porque tenía un vuelo comercial en la empresita, cometió el habitual error que muchos cometemos y no todos zafamos y llevó a volar sus problemas personales, pasarle cerca al piso sin tener toda la atención en lo que uno está haciendo, no es bueno, así es que no regresó con vida de ese festival.

Yo me despedí de él durante el velatorio en Buenos Aires, donde asistieron la mayor concentración de pilotos deportivos, profesionales y militares que haya visto en velatorio alguno, yo solo entré y salí y prefiero pensar que de alguna forma nunca dejó de volar conmigo todos estos años.

Sé que ahora debe de estar tomando unos mates y hablando de los vuelos más fantásticos con Don Santiago Germanó, la Sra. Carola Lorenzini y tantos otros pioneros poco recordados de nuestra aviación civil.

Fin

Esto es un cuento, si fuera realidad debería sin duda agradecer a todas las personas que colaboraron a regalarme “el Don de Volar”, pero como mencioné, es solo un cuento y cualquier similitud con la realidad es pura coincidencia.

 

Comentarios

@MABE

27/12/2013



Sin hablar del cuento (su estilo tan reconocible - podrías no reconocer tu autoría que sería evidente-, su humor ameno) sino de lo que contás:

GRACIAS,  un lujo

Besos  
@JONES

27/12/2013



Sos un encanto Alf....  
@FLORALIS

27/12/2013



Me encantó Alf !  Como todos " tus cuentos", son  tan vívidos que parecen muy cercanos a lo real...y obvio, los protagonistas de este cuento también, gente con los cojones bien puestos y que amaban lo que hacían de verdad. 

Felicitaciones y beso !

 

   
@SERGIO

27/12/2013



Che, me re enganche con el cuento. Felicitaciones!! 

 

Realmente es super real, un gran abrazo!!  
@MABE

28/12/2013



Sergio: Buscá los otros de Alf, son todos de este estilo.

Te van a encantar.

Besos  
@SERGIO

28/12/2013



Gracias Mabe, ya leí el de la La Santa Casa de las Lágrimas Espumosas”. #N44304 

 

Besos   
@SIL_VANA

29/12/2013

Siempre me haces emocionar con tus cuentos tan atrapantes !!! Hay tres clases de padre : El real , el biològico y el simbòlico . Durante todo el cuento encontraba que Marcos era tu padre simbòlico .  Aprendì ..... Cuàntas cosas aprendiste y sostuviste . No es real este cuento pero estoy segura que algo de real tiene . Brindo por tu Felicidad y tu pasion ante los que haces . Un fuerte abrazo !!! Silvana  

 

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