Estas palabras de Marc-François Lacan


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@DANTEX

14/09/2020#N73602

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Estas palabras de Marc-François Lacan aunció en la que proiglesia Saint Pierre du Gros Caillou, un 10 de septiembre, como hoy, pero de 1981, recordando a su hermano fallecido el día 9 de Septiembre de 1981.A modo de homenaje al maestro la palabra de su hermano..:

JACQUES LACAN Y LA BÚSQUEDA DE LA VERDAD.
Jacques Lacan ha hablado. ¿Por qué?
Para el saber, ¿es preciso escuchar a aquellos que, desde su muerte, hablan menos de él que de su propia posición con relación a él? No es el medio adecuado.
Lo que es preciso, es recordar quién era. Era un hombre; este hombre buscaba la verdad; el camino que abría para buscarla era la palabra.

EL HOMBRE.
Las ciencias del hombre son sin duda nombradas así porque nos enriquecen de un saber sobre diversas funciones del hombre; de esta manera, nos permiten enmascarar y olvidar nuestra ignorancia del hombre mismo, nuestra inatención al hecho de que cada hombre es un misterio. Un misterio que permanece insondable.
Jacques Lacan, es primero un hombre, atento al hombre, a su realidad siempre inaccesible, a su deseo cuyo carácter propio es no estar nunca satisfecho.
En el mundo intelectual, se le clasificaba ya como psicoanalista, ya como filósofo, incluso como poeta, o también como estructuralista, surrealista, actor…; la lista podría continuar.
Pero es ante todo un hombre, del cual no es suficiente decir que era humano.
Su contribución al psicoanálisis, por muy importante que fuera, no permite decir quién era. Al contrario, es porque era ese hombre único, de nombre Jacques Lacan, como pudo poner de relieve el descubrimiento inaugurado por Freud: el del inconsciente. Tal puesta en valor que el colectivo de los psicoanalistas lo acogió con emoción.
¿Pero qué es el inconsciente? Al oír esta palabra, cada uno se preocupa por definirlo. ¿Qué revela esta preocupación? La mayoría de las veces indica menos una búsqueda de la claridad, que la huida de un misterio que inquieta y que, sin embargo, caracteriza la vida psíquica en su realidad.
El inconsciente escapa a toda definición; designa al hombre mismo en esta dimensión de su misterio que no le concede ninguna toma de contacto a su consciencia.
Hablar al hombre del inconsciente, es recordarle lo que (él) se aplica en olvidar; es salvarlo de este olvido de que todo está organizado para favorecer(lo) en este final del siglo veinte. Es recordarle en efecto que su centro está en otra parte que en sí mismo. Es hacerle descubrir que el camino a seguir no es el que Descartes inauguró.
Pienso luego existo.
salvarlo de este olvido de que todo está organizado para favorecer(lo) en este final del siglo veinte. Es recordarle en efecto que su centro está en otra parte que en sí mismo. Es hacerle descubrir que el camino a seguir no es el que Descartes inauguró.
“Pienso, luego existo.”
Esta deducción sobre la que Descartes se apoya ¿va a permitirle conocer este “Yo” que piensa? Lacan replicó “No soy lo que pienso”. La verdad así formulada brota del descubrimiento del inconsciente, dicho de otra manera, del hombre mismo. El
reconocimiento del inconsciente permite al hombre tener acceso a su realidad; lejos de encerrarse en los límites de su vida consciente, debe abrirse a una relación que lo constituye, a una relación con el Otro.
Tal relación suscita una búsqueda: la búsqueda de la verdad, de la verdad sobre el Otro y inseparablemente, de la verdad sobre el hombre, constituido por su relación al Otro.

LA VERDAD.
Jacques Lacan: un hombre; por lo tanto un buscador de verdad.
La verdad. Lo que designa esta palabra da miedo. Cada cual como Pilatos, reacciona diciendo: ¿Qué es la verdad? Y se va sin esperar la respuesta.
Lacan descubrió, gracias a Freud, el medio de entender la respuesta. “Freud, escribe él, supo dejar, bajo el nombre de inconsciente, hablar a la verdad.”
Dejar hablar a la verdad. He aquí el medio, el único, de conocerla. Ningún saber da acceso a este conocimiento. Escuchar la verdad es lo único necesario. Si la consciencia puede oír la verdad, a menudo se cierra. El inconsciente es la voz de la verdad reprimida; más
precisamente es la vía, es decir el camino por el cual pasa, cuando el hombre ha rehusado oírla.
Aquí ocupa el lugar la intervención del psicoanalista. Se calla; pero invita a hablar, para intentar oír la verdad que va a pasar por caminos inesperados, la verdad que va tal vez a parir el hombre que habla, no sin dolor.
Lo que Lacan invita a escuchar al psicoanalista, ¿es el enfermo? Es más bien la verdad que este ha reprimido, la verdad de su deseo. Es este tipo de escucha la que funda su método de psicoanalista.
Se trata de escuchar la verdad para decirla. Pero Lacan sabe “que es imposible decir toda la verdad, es por este imposible como la verdad se relaciona con la realidad.
Lo real es efectivamente inaccesible en su plenitud. Nosotros lo reducimos a lo que sabemos. Pero podemos abrirnos al conocimiento de reales y responder así al deseo profundo que nos constituye. Mutilar este deseo nos pone enfermos, psicológicamente, o espiritualmente. La salud, como la santidad, exige que busquemos la verdad, y, para eso, que la escuchemos hablar.

LA PALABRA.
Nosotros podemos responder aquí a nuestra pregunta inicial, “¿Por qué Jacques Lacan habla? “ Porque habla todavía después de su muerte.
Se le ha reprochado su estilo, y la oscuridad que lo caracteriza. Él replica: “Bastarán diez años para que lo que escribo quede claro para todos.”
En efecto cada vez que un hombre es portador, no de un saber para comunicar, sino de una palabra que invita a buscar la verdad y, por eso, a escucharla, tropieza con un rechazo que se enmascara a menudo detrás de una acusación: “Lo que él dice es imposible de
comprender.” (Cf Evangelio según S. Juan 6,60)
Lacan sólo ha hablado para otra cosa, para abrir la puerta de la Palabra que viene de otra parte, que es la Palabra del Otro y cuyo inconsciente pone de manifiesto su presencia; esta presencia es real y se manifiesta en su realidad por el miedo que provoca, y el rechazo a escuchar que es el fruto de este miedo.
Entonces, en la obra escrita de Lacan ¿qué hay que buscar?
¿Una enseñanza oral inacabada y fijada? En absoluto, lo que hay que descubrir, es un hombre en busca de verdad, verdad que es el tesoro evocado en la fábula: había que cruzar el campo para encontrar un tesoro escondido. El tesoro pertenece a aquellos que aprenden por experiencia que este tesoro no es nada que se pueda poseer.
Porque la felicidad del hombre, es desear abrirse a la Palabra del Otro. Este deseo es suscitado por una presencia sin la cual el hombre ya no es él mismo y gracias a la cual brota de él una palabra que da testimonio de la verdad, una palabra que expresa su deseo siempre nuevo de la fuente de su vida de hombre.
La palabra de Jacques Lacan inquieta a los hombres a los que obliga a salir de su falsa paz, haciendo la verdadera pregunta, la pregunta siguiente. Efectivamente no: tengo que preguntarme: “¿Qué poseer o qué saber para convertirme en un hombre?” La verdadera pregunta, es: “¿Quién me llama a encontrar en su búsqueda el sentido de mi vida?”

Marc François Lacan
Monje benedictino

Traducción : Ángela Moratal.

 

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