Hablar y callar:

Cuantas veces no sabemos qué será más fácil o mas difícil; más conveniente o menos oportuno.

Callar de si mismo es humildad; es dominar la tendencia a exponer los propios méritos, ideas, habilidades o cualidades. Eso nos hace humildes.

Callar los defectos ajenos es caridad. No criticar sus defectos, actitudes o actos. No digo tolerar todo, siempre, incondicionalmente, eso no es sano; es sumisión patológica.

Se trata entonces de hablar con quién, cuando, donde, como se debe. Eso nos lleva a la prudencia.

Dejo para hoy esas tres virtudes: humildad, caridad, prudencia; para buscarla en nosotros y crecer cada día un poco más.

 

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